sábado, julio 21, 2012

América para gobernar, islas Caimán para veranear



¿Recuerdan cuando les traje aquí a Obama cantando? Y cómo Mitt Romney le  replicó con su desafinada 'América the Beautiful'; dejando caer esa poca gracia que Dios le ha dado.
Yo recuerdo  haber pensado cómo demonios habían dejado a Mitt hacer el ridículo de tal forma. No hay que ser un genio para saber que ese momento de bobo narcisista le costaría caro al candidato republicano. Claro que, también puede ser que Obama pague por el ingenio (¿golpe bajo?) de los que han montado el anuncio que hoy dejo aquí. ¿Y qué? Si Obama no gana las elecciones no será  por los méritos de Mitt Romney, será porque – después de quedar claro que un negro puede gobernar tan bien o mejor que un blanco – los prejuicios están más a flor de piel que nunca en America the Beautiful.



domingo, julio 08, 2012

IBERIA 6165: la pasajera del 8C




El vuelo IB6165 procedente de Madrid me traía de regreso a Boston. De allí, un autobús me devolvería a mi casa en Vermont y a la quietud que ahora añoraba. 
Volvía de viajar por España con dos buenos amigos que no conocían el país, de recorrer muchos kilómetros para enseñarles mis rincones favoritos y, de paso, ir a Santiago de Compostela a darle un abrazo al Santo y prometerle una visita a pie el año que viene.
Pero no era el cansancio físico el que me había desbordado sino el esfuerzo de abrir un puente entre mi vida americana y mi vida española. En este viaje había compartido con mis amigos mi familia, algunos recuerdos de mi vida en España, y los primeros esbozos de un plan para retornar definitivamente en un futuro próximo. Esto puede ser fácil para otros, pero no para mí, que guardo celosamente mi intimidad a base de separar episodios de mi vida en compartimentos estanco.
Volvía, como digo, agotada, y además con un pie escayolado. Por suerte, el pertinaz acoso a una azafata al comienzo del vuelo había dado fruto y había conseguido cambiarme a un asiento de mampara, el 8C, para poder estirar el pie sin ser atropellada por carritos de bebidas o viajeros absortos.
Detrás de mí, en el 9C, viajaba mi amigo G. Tras varias horas de vuelo, en las brumas del amodorramiento viajero, noté que G. hablaba con la pasajera del 9A. Sorprendente, porque él, aunque me acusa a mi de hermética, no es precisamente extrovertido y usa su Kindle como escudo protector contra conversaciones inanes. Oí un par de veces mi nombre y eso me despejó del todo. Miré discretamente por encima del asiento. “Española,” pensé. “Qué le estará contando.”
La conversación continuó hasta que G. insistió en presentarnos: “She is Spanish too…she teaches… “ No me parecía una coincidencia extraordinaria, particularmente en un vuelo de Iberia. Pero sí lo era. En los diez minutos que siguieron descubrimos que 9A y yo tenemos buenos amigos y colegas en común, algunos de ellos personas a las que he querido muchísimo y con las que he perdido contacto al cambiar de profesión. Y hablamos de amigos, y de profesores y poetas, y de este blog, y de otro blog donde las dos seguimos las inquietudes profesionales y literarias de un buen amigo (y los escándalos que monta con alguna foto inoportuna).
Aterrizamos con promesas de mantenernos en contacto. El viaje acababa así con la apertura de otra puerta que no abro a menudo, la de mis colegas y mi carrera antes del derecho, los tribunales y otras cosas que han venido después. Supongo que esto  es lo que siempre acaba por pasar con los compartimentos estancos: una fisura bien puesta y entra el agua a raudales. Y si no que se lo pregunten a los del Titanic.

C.G.