miércoles, julio 22, 2015

SOBREVUELOS...


Llevo más de dos meses sin escribir nada en el blog. He llegado a pensar por momentos que no volvería a él. Todo está dicho, si no por mí por otros que lo hacen mejor y lo necesitan más. He perdido el interés en contar cosas. Personalmente vivo más en el sueño que en el quehacer diario. La rutina se ha impuesto últimamente en mi vida, que ya de por si era bastante rutinaria. Los sueños son una  bendición la mayoría de las veces: aun cuando son pesadillas me permiten visitar lugares desconocidos y a usar poderes sobrehumanos. Con frecuencia vuelo y esquivo toda clase de peligros. El miedo y la angustia me acompañan: en esos casos me han despertado porque me oyen gemir. A veces se trata de rescatar a un ser querido que está en peligro; otras, huyo de algo que me amenaza. Ahí están los que me ayudan y los que me ignoran. Es doloroso al despertar pensar por qué alguien a quien quieres no te ayudó en la pesadilla. Mis perros, ahora muertos, siempre salen al auxilio.
El sueño que más me gusta es cuando levito, solo unos centímetros del suelo, y paseo por calles, puentes,  escalinatas interminables...los que me acompañan se apresuran a seguirme y sudan, se quedan atrás sin respiración. Este sueño quizás se repita por mis pies planos. Nunca, desde niña, pude encontrar calzado adecuado y cómodo. Prefiero ir descalza, en casa, en el jardín...Las plantas de mis pies son duras, como las de mis manos: han trabajado toda una larga vida. Una jardinera que no lleva guantes y se enfanga en la tierra, como de niña lo hacía para hacer con el barro muñecos o casitas... Como decía mi abuela materna, “pareces una gitana”.
Mi padre me contó, cuando era bien pequeña, que en un viaje que hizo a Valdepeñas para comprar vino para la tienda, paró el camión porque tenía que orinar. En la cuneta oyó a una criatura llorar; era yo, un bebé que habían  abandonado los gitanos. Me llevó a casa y mi madre me recibió con  alegría. Yo acepté esta teoría como si fuera la cosa mas normal del mundo. Más tarde empecé a entender el sentido de humor y juego de mi padre. A él le debo mi afición al uso de la ironía.
Lo mejor de estos sueños es que me encuentro con frecuencia con  seres queridos que nos dejaron. A veces no entiendo bien la situación en que se presentan—fuera de lo que uno esperaría de cada uno de ellos—pero me queda el consuelo de volverlos a ver . Con mi madre apenas sueño. Creo que es porque es a la que más y mejor recuerdo.
Este párrafo no me costó tanto como yo pensaba. Lo he hecho en honor a las 600.000 páginas visitadas. Cien mil de ellas en mi ausencia. Gracias, a quienquiera que seáis  los  que pasáis por aquí; por error, coincidencia, o intencionadamente.