lunes, junio 27, 2011

...Se creó en siete años.



El primer verano hicimos una media luna con losas. Tuvo que ser luna: una hilera de viejos pinos y robles de los vecinos permiten que sólo luzcan un par de rayos de sol en el porche.
Pusimos una fuente de cemento a la derecha de la media luna y el Buda—que había llegado desde Chicago con el resto de la mudanza—a la izquierda. Plantamos unos cuantos helechos, también del jardín de Chicago. Los helechos viajaron con los perros, la gata y ese montón de cosas sagradas que uno no confía a la casa de mudanzas, pero sí a un amigo como mi Volvo 940 y dos días de camino.
El verano siguiente, harta de haber visto el cemento de la fuente bajo la nieve y sin habérsele pegado patina alguna, decidí dársela yo misma. Transformé la fuente en arcilla (no hay que ser dios!) Lo malo es que se veía la bomba del agua y los cables que se enchufan en la pared de la cochera.
Plantamos más helechos y hostas, que era lo único que crecía entre la sombra y las raíces de los pinos.
La tercera primavera las piedras de la media luna aparecieron con un color verdoso parecido al de mi piel después de un invierno criminal. Una pelusilla verde las unía... Tuvimos que reemplazar varios helechos (mis perrillos les habían tomado gran afición). Plantamos otros más crecidos y nativos de New England. Ojalá fuera tan fácil trasplantar a las personas...
Ese verano lo que más lucia eran dos matorrales de acebo que ya venían con la casa cuando la compramos. Por los diez años iban...
El cuarto verano el jardincillo prosperaba. Nos dedicamos al frente de la casa. Hortensias alrededor del porche y un abedul a cada lado.
Los vecinos de al lado se contagiaron y mientras nosotros cavábamos delante ellos lo hacían en su campo de futbol de detrás. Tienen niños, así que se acercaron lo más que pudieron a las lindes del vecino ( sin mover el mojón!)


Con la quinta primavera los pájaros iban y venían a la fuente, aunque todavía se veía la fea base con los cables, bomba y demás...pero se posaban al filo de la urna y sus cuatro hilos de agua.
El disfrute de los pájaros se acabó cuando nos dimos cuenta que al acebo de detrás del buda, el más hermoso, no le salía ni una puñetera hoja (perdonen, pero cada vez que lo recuerdo me sube la tensión si no maldigo) ¿Cómo podía ser? ¿En plena juventud y habiéndole dado tanto mimo...?
Estaba claro: el vecino, viendo lo bien que lucía, decidió plantar en su jardín—el año anterior, cuando tan ocupados estábamos con el frente de la casa—otro de la misma especie. Tan cerquita cavó—el muy novato—que cortó las raíces del nuestro, que se había tomado la libertad de desperezarse en terreno ajeno...
El verano pasado tuvimos que comprar un macetón enorme para cubrir el espacio muerto del difunto abeto. Por otra parte, los helechos habían crecido, los que necesitaban ayuda para permanecer derechos se apoyaban en las hostas que los mantenían sin queja. La patina de las piedras y la fuente parecía proceder de un viejo lugar incierto. El musgo empezaba a cubrir la costura de las losas. Nos podíamos sentar en el porche y apenas ver la odiosa bomba del agua. Estratégicamente coloqué plantas en sus tientos para no ver el enchufe eléctrico...
Estábamos satisfechos. Esfuerzo, dinero y paciencia sostenía algo que en muchos momentos parecía insostenible... Hasta que un día se presentó una vecina de la calle trasera—no la conocíamos, claro—y mientras se nos quemaba la barbacoa nos explicó que era enfermera y cuidaba de enfermos en estado crítico. No sabíamos a qué venía esto: ¿un donativo, trabajo voluntario...? No, nada de eso. Le molestaba el ruidillo del chorro del agua y no la dejaba dormir! Nos pedía que lo cortáramos a las 9 de la noche!
Así que compramos un contador y lo tenemos marcado para que la fuente se pare a las ocho y media; cuando todavía no se ha puesto el sol en nuestro, ya de por sí, oscuro patio.

Este año, séptimo de la creación, no hemos hecho nada. Lo estamos disfrutando tal como lo ven....
Amablemente, hoy, la vecina nos ha dicho que hace dos noches se nos olvidó apagar la fuente. Hace dos noches yo dormía con la ventana cerrada y una manta...


martes, junio 21, 2011

"Do not stand at my grave and weep..."





Do not stand at my grave and weep;
I am not there.
I do not sleep.
I am a thousand winds that blow.
I am the diamond glints on snow.
I am the sunlight on ripened grain.
I am the gentle autumn's rain.
When you awaken in the morning's hush,
I am the swift uplifting rush
Of quiet birds in circled flight.
I am the soft stars that shine at night.
Do not stand at my grave and cry;
I am not there.
I did not die.


--Mary Frye


En un funeral ayer oí este poema. Me hizo pensar en mis propios muertos. En la foto, la ermita de Montejicar (Granada).

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sábado, junio 18, 2011

PALABRAS COMO NOTAS: LUIS GOYTISOLO



Hablando (chafardeando, como dice ella) me cuenta Elvira que RNE ha pasado dos días en Poblet. El programa "No es un día cualquiera" ha recogido ocho horas sobre la zona, en especial sobre el Monasterio. Media hora dedicada a Luis Goytisolo, uno de los favoritos de este blog.
Luis Goytisolo, arraigado en Poblet desde hace años, siente verdadera admiración y cariño por esta " zona intocada". Desde allí lo entrevista Pepa Fernández.
Notas al vuelo...

De fondo, Mozart; la Sinfonía "Júpiter" le impresionó de joven; quería decir las cosas como las dice la música de Mozart... soñaba que su prosa, como la música, le dijera a cada lector algo sobre sí mismo.
Habla L.G. sobre lo engañoso de los recuerdos. Cada cual cuenta "su propia historia" convirtiéndose uno en el centro de su propio universo "mi vida y yo". Le preguntan: ¿Ha sido la ausencia más importante que la presencia en su vida?No realmente.
La gran ausencia ha sido la de su madre que murió durante la Guerra Civil en un bombardeo en Barcelona, cuando él tenía tres años.Se menciona a la figura del padre... los padres son los que conocen a los hijos; estos no conocieron a los padres cuando eran jóvenes.

El paso del tiempo, su irrealidad... como todas las medidas, no representa un valor absoluto.
Y sin embargo, hay cosas que perduran. A la entrevistadora le llama la atención su reflexión en Cosas que pasan sobre los muebles y la convivencia de los muebles con nosotros; son reverenciados por la familia... la cómoda de la abuela, la silla del abuelo, etc.
Comenta otros temas: la soledad, el azar, la política y la ideología. Su estancia en la cárcel, donde nació Antagonía. La autodefinición... decisiones que uno toma para definirse.

Luis se siente afortunado junto a su segunda mujer, Elvira Huelbes (Elvi para nosotros) mujer de espíritu positivo e infatigable hacedora. Ella le ha contagiado ese optimismo que él creía le faltaba.
"Se recuerdan más los sobresaltos que las cosas felices..." Las cosas que más le importan: la buena relación, relación amorosa, "amor al mundo" y escribir.

Un placer escuchar a Luis Goytisolo, que observa cómo no le hacen caso cuando habla en un grupo de personas. Quizás complejo del nene más pequeño de la familia.


Aquí se te escucha, Luis.

"No es un día cualquiera - Las reflexiones de Luis Goytisolo "

miércoles, junio 15, 2011

BOSTON BRUINS RULE !

Chara


Me dijo Don Libra que todo lo que me rodeara este año se convertiría en oro - un decir, claro - debido a mis fechas de nacimiento 1- 11 a las 11 de la mañana. Pues no ha fallado esta noche.
Los Boston Bruins acaban de ganar"The Stanley Cup". Llevaban 39 años sin. Esta noche, por primera vez en mi vida, he visto un partido de hockey y...Los Bruins han ganado 4 a 0. Más claro, imposible.
Lo lamentable es que veo en la televisión, mientras les cuento esto, a cientos de malos perdedores en Vancouver, comportándose a lo hooligan. Como contraste, en las calles de Boston, en especial en la zona del Garden donde juegan, se llenan de gente en gran celebración, que maginamos no las abandonaran hasta la llegada de su equipo.

lunes, junio 13, 2011

Los pequeños milagros de Amalia Carrara



Nunca he visto a Amalia con las manos vacías.


El pasado año fue un ángel, éste una carita tan diminuta que apenas cubre la yema de mi dedo índice. Se harán una idea de lo difícil, para este desastre de fotógrafa, de hacer justicia al 'precioso milagrito' que no sé si sonríe más con sus labios o con sus brillantes ojitos negros.
Me dejó encargada de que le pusiera un collar. A eso me he dedicado hoy. Difícil era la tarea, y más sin mis gafas para trabajos detallados que no sé por dónde andarán. Empecé con cinco brillantitos negros que me quedaban de otra pieza y los guardaba para algo especial. Empiezo a tener dificultad con piedras tan pequeñitas, así que más de una vez he tenido que ponerme a gatas y buscar en el suelo el brillo diminuto que saltaba de mis torpes dedos. Pacientemente se volvía a repetir la misma situación y al final me he dado por vencida y el collar lleva sólo cuatro luceritos negros...seis, con los ojos de la dama.
Nada ingenioso lo que he hecho: labradorita y opales peruanos. Una cadena casi invisible permite usar el collar como gargantilla o a la entrada del escote...Y como nadie más que yo lo usará, lo he hecho a mi medida.


Amalia, brindemos por tu talento, salud y amistad!

viernes, junio 10, 2011

De Oca a Oca / De Blog a Blog.



Me van a perdonar si vuelvo de nuevo con asuntos de familia pero veo que la noticia anda por la blogosfera y no va a ser mi blog la excepción...¡faltaba más!
Mi hijo mayor cambia de trabajo y de apartamento. Pasa a ser editor de The Local East Village, un blog del New York Times y NYU (New York University), un ambicioso proyecto que requiere algo que Daniel nunca ha hecho: enseñar en la escuela de periodismo a estudiantes de postgrado (Good luck, baby!) Es hora de que alguien en la familia recoja la antorcha y la lleve durante un tiempo.



Por puro azar, y cuando se les agotaba la paciencia y tiempo invertidos -- a Pámela y a Dan-- en la busca de apartamento en el East Village, sale al mercado el piso donde vivió (1975-1996) el poeta norteamericano Allen Ginsberg. Ahora renovado, esperemos que los espíritus de los que pasaron por ahí no lo hayan abandonado del todo y los inspiren a los dos. También espero una invitación, tan pronto como tengan un sofá donde se pueda dormir; no pido mucho...


martes, junio 07, 2011

CALDO DE GALLINA.

Recuerdo a mi prima Carmela recién casada: el pelo negro partido en medio y recogido en un moño bajo, ojos rasgados y una nariz perfecta. Alta y delgada, llevaba con gracia un mandil, parte del extenso ajuar que había bordado en el cortijo.
Su casa en el pueblo era inmaculada: el gastado ladrillo del suelo, con un rojo que sólo unas gotas de aceite en el agua podrían haber conseguido. Los visillos blancos, como debe ser, las sabanas bordadas todavía con las rayas de un buen planchado. Apenas eran dos cuartos y se los enseñaba - con orgullo - a aquella mocosa que ahora escribe. Me pareció la casa perfecta para pasar el resto de la vida.
Las palabras elegante, distinguida, señorial no existían para mí. Tampoco la podía comparar con ninguna belleza estelar. Marcelino Pan y Vino, el Gordo y el Flaco, y pare usted de contar... era todo lo que había visto en pantalla. Pero más tarde en mi vida la he recordado con frecuencia cuando he visto a alguna belleza de buen porte y estilo.



Esto no era todo. Carmela se había casado con Gerardo, camionero por entonces, que más que un camión parecía que le correspondería conducir un descapotable (que tampoco sabía yo lo que era). De color aceitunado, pelo lacio y negro, ojos verdes, se movía con gracia. Su temperamento callado lo hacía diferente a otros hombres de su edad.
Medio siglo después--que ya es decir--he vuelto a encontrarme con esta pareja. La casa, desde fuera, parecería la misma que yo recordaba. Una vez dentro, las comodidades del siglo XXI. Sin excesos, pero todo lo necesario para no echar de menos nada.

Lo primero que oí al entrar fue el griterío de un gallo protestón. Pasaba la tarde y el gallo no paraba. A petición mía salimos al patio. Fue cuando me di cuenta que la tradición seguía, y era esta hermosa pareja, ahora en sus setenta, quien la conservaba.


Un patio con parra y rosal rodeado de macetones recién plantados con hierbas y hortalizas. Al fondo el gallinero dividido en varios compartimentos: para los polluelos, las gallinas, los gallos y uno extra para los peleones. Carmela los saca a comer al patio por turnos. Se encarga de entrar a unos antes de sacar a otros, para evitar conflictos y vuelo de plumas. Por supuesto, el gallito cantaor, se pasea ufano sabiéndose dueño del terreno: sale el primero y entra el último. ¡Y cuidado con no acercársele demasiado con la cámara! Me libré de un par de picotazos de pura suerte...menudo personaje; claro, con esos colores no se podría esperar otra cosa.

Me dice mi prima que recoge todos los días casi dos docenas de huevos... creo que conté nueve gallinas! Todo el que entra por su casa sale con huevos frescos. Señalando a una de las gallinas comenta que "ésa ya no pone muchos" porque tiene más de siete años. Toda una vida para una gallina, pienso yo. No sé si debo preguntarle, pero lo hago:
"¿Y qué haces cuando no dan huevos?"
"Las mato," me contesta con toda naturalidad.
"Pero a los siete años deben de estar muy duras ¿no?", le replico tímidamente sabiendo que meto la pata.
"¡Huy! pero dan un caldo riquísimo!", me contesta sin inmutarse.


Así es como la tradición sigue. Y yo me siento como una boba queriendo salvar a una gallina de las manos de Carmela, olvidando cómo su madre-- mi tía Mercedes--en mis veranos en el cortijo, me mandaba al gallinero a recoger esos huevos calentitos que se amontonaban en los ingeniosos ponederos que salían de la pared en semicírculos y que siempre recordaré con ternura, y hoy como una verdadera obra de arte.
Olvidándome también de cómo disfruté de ricos caldos con fideos y gallina en pepitoria; sin preguntarme qué gallina habia cumplido siete años...

sábado, junio 04, 2011

En casa.


Este año mi viaje a España ha sido también un largo viaje en la memoria. Quizás por eso me sienta agotada y vacía de vuelta a casa.

Casa. Afortunado el que puede sentirse 'en casa': la casa se lleva dentro, y no consiste de un edificio, unos vecinos; ni siquiera una familia. Yo nunca sabré - aunque tenga indicios - de lo que es sentirse en la propia casa. Por más que mis perros me hayan recibido con ansias de compañía y caricias, y el jardín estuviera esperando que cortara esas ramas que lo detenían en su crecimienento y holgura, me está costando sentirme en casa.

Hace un par de días, recién llegada, sonó el teléfono. Yo dormitaba en el sofá y contesté automaticamente. Al otro lado la voz de mi hijo. Mis respuestas lo debieron confundir: me preguntó que si me encontraba bien; que si debía llamar al 911!

Me di cuenta de la situación: le había contestado en el puro Limbo. Mis preguntas y respuestas no tenían sentido porque ni yo misma sabía dónde me encontraba. Podía ver a mis perros y a la gata, oír la voz de mi hijo...pero no discernía si estaba de visita en Boston o si hablaba desde España... si lo que me rodeaba era España o Boston. Su llamada había coincidido con un impreciso sueño. Lo tranquilicé y le dije que me acababa de despertar y estaba soñando.

¿Cuántos días más antes de volver a la realidad? Supongo que la respuesta depende de mi voluntad.
Mi voluntad no tiene prisa.