jueves, abril 24, 2008

ANTONIO LOPEZ EN BOSTON (2): EL ARTISTA



Antonio López, en el Museum of Fine Arts de Boston, con más de 55 piezas, el artista forma parte de dos exposiciones que presentan a la pintura española contemporánea y al glorioso periodo de “El Greco a Velázquez (1598-1621)". Las dos exposiciones fueron inauguradas por la infanta Cristina de Borbón y el Duque de Palma, su marido, Iñaki Urdangarín y permanecerán en el MFA hasta el 27 de julio.

La exposición retrospectiva de Antonio López es la segunda realizada en su trayectoria artística; la primera ocurrió en 1993 en el museo Reina Sofía de Madrid. De hecho la colección permanente del MFA de Boston, de este pintor, es la segunda - en número de obras- después del Reina Sofía.

La semana del 13 al 20 de Abril ha sido intensa en actos culturales tanto para la Infanta como para el pintor y otras autoridades del estado de Massachussets y españolas. Incluidos en estas actividades estaban también un gran número de españoles residentes en la zona – los que se dedican a la investigación médica y científica en Harvard y MIT; ingenieros; historiadores y profesores de ciencias políticas, e hispanistas norteamericanos.
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Antonio López: Conversación con el público.

Cuando ya lo daba por perdido conseguí una entrada para ir a la presentación de Antonio López en el Museum of Fine Arts. Las entradas estaban vendidas semanas antes de este acontecimiento. El acto se inició con los primeros diez minutos de “El sol del membrillo” de Víctor Erice: película que sigue la realización del cuadro de A.L. “Membrillero” (1961). El segmento se recibió en silencio absoluto; el pintor todavía no estaba presente, aunque una luz ambiental iluminaba una mesa con tres sillas situada en el rincón izquierdo del escenario; si se miraba hacia allí, ya se sentía su presencia.

Para mí, el momento más sobrecogedor de los diez minutos de video ocurre cuando Antonio López abre su estuche y aparece la paleta del pintor. Los colores…su obra. En esos colores se recogían sus vistas madrileñas, los retratos, la naturaleza.


En el momento en que acaba el video, todavía en la penumbra, sale por la derecha del escenario el pintor acompañado de la curadora de la exposición y la interprete. El publico rompe en un gran aplauso… se prolonga. Antonio López se acerca a la mesa y bajo la tenue luz se puede observar que se ha puesto color carmín. Este gran artista parece no entender el porqué de este estrepitoso aplauso. Se sienta y empiezan las preguntas…él se interrumpe asimismo para saludar con la mano. “Buenas tardes” dice, y esto ocasiona otra oleada de aplausos y murmullos.

El formato era: preguntas de la curadora de la exposición en inglés y respuestas del pintor en español. Al final el público tuvo su oportunidad. La traductora no siempre supo captar los claros y simples conceptos que el pintor repetía -de diferentes maneras- en un intento de facilitarle la interpretación. Don Antonio nos comunicó que le habían dicho que fuera ‘a pedacitos’; esto hizo mucha gracia - sobre todo si se piensa en su modo de pintar- para que lo pudieran traducir con exactitud.

Transcribo aquí algunas de mis notas, con la aclaración de que no son citas exactas y que no llevan un orden en particular. Tampoco me refiero, en concreto, a las preguntas…

Empezó hablando de su tierra y del cuadro “La parra” (1955): “Al cabo de tantos años hay temas que permanecen desde siempre”. En el 55, el pintor acababa de llegar a la Academia de Bellas Artes de San Fernando…No sabía que ‘La parra’ iba a ser el primero de una serie; uno de los temas que iba a continuar a lo largo de su vida: el mundo vegetal…”Tuve muchos problemas para captar la luz”. Habla del desafío de lograr lo esplendoroso de estas formas debido a las variaciones de la luz sobre esas formas que son extraordinariamente ricas…

La ciudad: El pintor se siente más seguro en la ciudad… las formas permanecen indefinidamente… pueden cambiar más o menos, tomar nuevos colores…. pero la estructura básica permanece. En una época, junto con otros compañeros y con su mujer, Mari, se sintió atraído por la zona al suroeste de Madrid (1965-85). Le parecía sumamente interesante…. Se identificaba con el paisaje, un poco anárquico….

Contó como, para acabar el cuadro de “Vallecas” (1977-80), después de varios intentos, y ver a lo lejos que edificaban una torre alta, acabó el cuadro en esa torre – la torre del parque de bomberos – después de que le quitaran unos cables que le impedían la vista. Este detalle gustó al público.

Cuando pinta el paisaje urbano-rural, siente la necesidad de “conseguir un dramatismo e intensidad de enigma… Dejar ese acervo de casas que cubren kilómetros de paisaje.” Un mar de casas que, cuando lo miraba (“Vallecas”) le parecía maravilloso. Le parecía que merecía la pena intentarlo… por tercera vez. Las dos primeras veces las maderas donde pintaba se habían estropeado por la humedad.

¿Por qué Madrid? Madrid es una ciudad que le interesa, pero no necesariamente le gusta. No tiene tiempo para viajar. Pinta Madrid porque vive en Madrid; si viviera en Boston, pintaría Boston (risas y aplausos). Conocer a una ciudad profundamente es conocer a todas las ciudades. Hace una analogía con las mujeres (¡!) si se conoce a una muy bien, pues…
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Se refiere a “De El Greco a Velázquez”: se entusiasma, en particular con Velázquez: “Estamos hablando de lo más alto de la pintura… por un milagro se asientan los fundamentos de lo que va a ser la pintura del futuro….” Su gran aportación al arte europeo” consiste en, “a partir de la materia de las cosas, darles un aliento espiritual….” “Es de una profundidad absolutamente inigualable; es algo único, pienso yo, dentro de lo que es el arte europeo… Es algo muy modesto de apariencia…. Y esa modestia, a partir de apariencias, ha creado mucha dificultad de comprensión… Ha hecho que esa forma de mirar las cosas no se asiente como estilo; ha sido siempre catalizador”

“Velázquez, como Sánchez Cotan, tiene un poderío que se ha dado muy pocas veces. Pienso que a Velázquez, en ese momento de la pintura, le ocurre algo que parece maravilloso… Rescata la vida de las cosas: les da una altura, una dignidad, una belleza que no había ocurrido anteriormente”

“Yo pienso que Velazquez alcanza, mucho más que nadie, el lenguaje de lo que nosotros entendemos que es la pintura”

El arte: es algo interior, algo con que se nace, que se necesita para comunicar lo que sientes…el misterio del mundo. “Todo el trabajo que tomamos en representar de manera objetiva el mundo que nos rodea, en el fondo es con la esperanza de transmitir algo, un poco, del enigma que sentimos que es la creación. Naturalmente, si no alcanzas ese enigma, y no sabes muy bien en qué reside, todo este trabajo es inútil…”

Se refirió a otros pintores como Caravaggio, Zurbarán, Michelangelo….claro no faltaron los americanos Hopper, Sargent, y Andrew Wyeth, que el publico acogió con emoción. La salida de escena de Antonio López fue triunfal. No sé si compararla con la de un torero. El mismo pintor dijo que hoy no pintaría su obra “Conejo desollado” (1972)…pero, figurativamente, se llevó las orejas y el rabo y a punto estuvo de salir en hombros, si se descuida.



Cuando se entra a la exposición del maestro eres recibido por ‘La terraza de Lucio’
¿Por qué no? La obra favorita de muchos de nosotros.


Antonio Lopez comenta su obra en el Museum of Fine Arts de Boston.

http://www.youtube.com/watch?v=QMl1jNXogXI&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=bOruEjuIAPo&feature=related







GALERIA Antonio Lopez

113 obras encontradas http://pintura.aut.org/BU04?Autnum=5787&Empnum=0&Inicio=106

Macanadas: http://www.conexioncubana.net/blogs/macanadas/?p=258

Foroxerbar: http://www.foroxerbar.com/viewtopic.php?t=4601
http://www.jano.es/jano/ctl_servlet?_f=303&iditem=518&idtabla=4

Entrevistas en El Pais:http://www.elpais.com/todo-sobre/persona/Antonio/Lopez/Garcia/Lopez/Antonio/3665/

Antonio Lopez: http://www.timlowly.com/a/lopezgarcia.html





viernes, abril 18, 2008

ANTONIO LOPEZ EN BOSTON (I): El HOMBRE


Desde muy chica nunca pude hacer una ‘O’ con un cauto, o una línea recta, pero… lo que son las cosas… Pasados los años y en plena madurez, un buen día – sin todavía poder hacer la ‘O’ con un canuto-- me invitan a cenar con Antonio López.

Las dos semanas previas a la invitación, con un cosquilleo en el estómago, me imagino que será una cena tumultuosa, que no tendré oportunidad de hablar con el pintor, quizás ni acercarme a él. Voy pensando en preguntas atrevidas, personales. No entiendo de pintura; sólo sé que o me adentro en el cuadro o me quedo fuera, indiferente a él. Con Antonio López siempre estoy ahí, dentro. El póster de su cuadro “Gran Vía” (1974-81) de la exposición en el Museo Reina Sofía en 1993, colgó durante nueve años en la pared del aula donde enseñaba. Allí, con frecuencia, me perdía durante minutos.

La invitación a esta esperada cena venía de nuestro cónsul en Boston Carlos Robles Fraga y su mujer Begoña Bilbao: martes 15 de abril. Llegamos a las siete y otra pareja, queridos amigos nuestros, ya estaban allí. Begoña y Carlos relajados, las hijas ayudando a su madre en la cocina con los últimos detalles. Unos minutos después llegaba don Antonio acompañado de su hija Maria y de Cheryl Brutvan, la encargada de su exhibición en el Museum of Fine Arts de Boston.

Lo primero que me llamó la atención fue su tamaño. Claro que había visto fotos suyas, pero la grandiosidad de su obra tiende a hacer que uno lo olvide y piense en él como un hombre grandote, fornido y, a los 72 años, con barriga. Veo venir a un hombre menudo, ágil, de firme musculatura que se acerca a paso ligero. Con una abierta sonrisa nos saluda… un fuerte apretón de manos; manos que yo no quería soltar. Sentados en el salón me doy cuenta que sólo somos siete invitados, los anfitriones y el maestro y su hija. No había pensado en esta posibilidad. Mi timidez, que la supero en ocasiones extraordinarias me apabulla esta noche…demasiado fácil acercarse al pintor. Me siento al lado de Maria, hija y representante de la obra de su padre. Una pregunta y me cuenta la energía y entusiasmo de su padre, los próximos proyectos: seguir pintando desde la Gran Vía hasta la Plaza de España desde las terrazas de cinco edificios diferentes, una vista aérea.

Hablamos de los cuadros que se quedan en la familia, muy pocos, algunos no acabados (“¿Qué es eso de acabar? ¿Cuándo se acaba?” dice el pintor), otros estropeados. Su padre sigue vendiendo su obra, es lo que quiere, que se extienda y reparta. Yo me imaginaba que llegada a una edad el pintor se quedaría con sus cuadros favoritos. Maria se ríe; dice que en una ocasión que había dedicado un cuadro - una flor- a su madre y alguien se empeñó e insistió tanto que Don Antonio acabó borrando la dedicatoria y vendiéndoselo. Creo recordar que Lope de Vega – otro grande – hizo algo parecido con algunos sonetos, por motivos distintos.

Maria Pilar Moreno, su mujer, también pintora, no la llegamos a conocer; se había quedado en el hotel cuidando de las nietas a quienes han traído para esta ocasión especial para toda la familia: Es la primera exposición retrospectiva de Antonio López en un museo de EE.UU. Las esculturas –cabezas y cuerpo entero- los dibujos, oleos, una vez y otra modelados por los miembros de la familia y conocidos. El retrato de Maria, a lápiz, quedó en la familia porque se manchó y no se pudo vender. Dos de las cabezas gigantes de sus nietos, con destino a Atocha, pueden ser vistas –por primera vez- delante de la entrada principal del Museo. (video de gran interés pero tarda en cargarse)

Y ahí sigo sentada a cuatro pasos del pintor y lo miro como a uno de sus cuadros, queriendo entrar en sus ojos y mirar a través de ellos. ¿Cómo observará su entorno? Comentó de una de las invitadas ‘su pelo gris y ojos negros’; esto después de que ella le preguntara ‘por qué su obra carecía de la espiritualidad de la de Zurbaran’. Una sonrisa benévola en el maestro, nos miramos y le digo divertidamente “defiéndase”. Con la misma sonrisa le contesta tranquilamente: “han pasado 300 años”. Desde luego, no hay que pintar objetos religiosos para trasmitir espiritualidad, le intentaba aclarar el maestro.

Observo su cara hermosamente envejecida. Rasgos fuertes, piel tersa de color caramelo, no bronceado de playa sino de la caricia del cálido sol de invierno; del hombre que trabaja al aire libre. Hay algo de hidalgo campesino en él. Sonríe, se mueve con gracia juvenil, de vez en cuando una mirada divertida - hasta de pillo. Habla de poesía, de otros pintores, de Madrid… de la veloz marcha de la vida; de la falta de aprecio a los objetos cotidianos que tan únicamente glorificó Velázquez. Uno de los invitados le recuerda la
frase de Borges sobre “la tierra de España, en la que hay pocas cosas, pero donde cada una parece estar de un modo sustantivo y eterno”. De ese amor a la materia, al objeto, está hecho Antonio López.

Mira alrededor y sabe que no me voy a acercar, como lo han hecho otros. Hay un pequeño juego de cambio de asiento para que tengamos ocasión de conocerlo, pero yo ya lo conozco. Al final de la velada casi me obligan a hacerlo, a su izquierda…para la tradicional foto; lo hago. En esa foto de arriba me está sonriendo. ¿Qué le había dicho? “¡Don Antonio, sonría, nos están haciendo una foto!”

Al despedirme me atrevo a enseñarle mi collar; son unos zafiros de la misma gama de colores con que él iba vestido: los verdes azulados y grisáceos, el oro amostazado y algún rosado.Admira la calidad de las piedras en su estado casi orgánico y denso como su ropa de pana. Con frecuencia, cuando acabo un collar me doy cuenta de que he estado jugando con la paleta de alguno de mis pintores favoritos. Este que llevaba era, definitivamente, un Antonio López.
Nota: Antonio López, a punto de ser el pintor español contemporáneo más cotizado (subasta en Londres):

miércoles, abril 09, 2008

"NO FICCION' : VICENTE VERDU


NO FICCION. Así titula Vicente Verdú su último libro. ¿De verdad? No sabría hasta dónde su relato personal se ajusta a lo vivido o a lo soñado e imaginado, pero lo cierto es que – de cualquier forma- lo narrado es parte de la experiencia del autor.
El Vicente de “No Ficción” me recuerda mucho al que conocí en Cambridge en 1985, año que el escritor pasó en Harvard con una ilustre beca que se concede a ilustres periodistas “the Nieman Fellowship”.

Don Vicente tendría por entonces unos cuarenta años y el aspecto de un jovenzuelo mimado y descontento. Sus melosos ojos verdes parecían garantizarle el éxito con las mujeres…siempre que fueran ellas las que tomaran la iniciativa. Siendo su encanto irresistible, ¿por qué lo habría de hacer él? Esto se ve en “No Ficción” en el capítulo dedicado a Irena.

No le funcionó muy bien el método de hacerse ‘el oscuro objeto del deseo’ con las americanas, por lo que pude observar. Vicente se quejaba, cuando cenaba con nosotros los fines de semana, de que las mujeres no le hacían caso. Lo hacía de una forma indolente, casi como un adolescente. Nos reíamos de él, le dábamos consejos para que mejorara sus técnicas de ataque. Los míos un poco recatados, sabía que estaba casado y tenia tres hijos. Todo este juego era para él una forma de sublimar, de superar, su soledad y extrañamiento de lo conocido, por mucho que lo cuidáramos.
Verdú nos fue entregado por nuestros queridos amigos Solita Salinas y Juan Marichal. Solita ya le había dado el recorrido por los supermercados del barrio, instruyéndolo en lo que era comestible y los productos de limpieza. Me imagino que Juan lo introdujo al sistema de bibliotecas de la zona. Esto se sigue haciendo en Boston: la comunidad hispana siempre ha acogido a los visitantes, haciéndoles mas llevadera la corta estancia – normalmente un semestre - que pasan aquí sin familia.

A mí me tocaba familiarizar al invitado con los pocos objetos de lujo de su apartamento: microondas, televisión con mando a distancia, aspiradora, funcionamiento de la ducha y como limpiar, las criadas escaseaban – y escasean - en este país. Pasamos una tarde interesante. Compramos dos cenas que sólo requerían ponerlas en el micro durante cinco minutos; me pareció el mejor y más rápido método de enseñarle a alimentarse. Sabía que no cocinaría lentejas, cocido o paella. Menos mal, yo tampoco sabía como hacerlo. Nos comimos la bandejita del micro sentados en el sofá mientras descifrábamos el control de la tele. Intentábamos localizar canales en español; recuerdo su aturdimiento ante la cantidad de canales a elegir, su frustración cuando no podía entender el inglés, que ya creía saber. Acabamos la velada con mi marido, viendo una película que ponían en Harvard y que nunca olvidaré, por lo duro del tema y la crudeza de las escenas, “Mater Amantísima” con Victoria Abril.

Nunca hablamos de: ausencias, cosmética, salud, deportes, consumismo, la moda…por supuesto los objetos electrónicos no existían para Verdú en esa época. Aprendió aquí a usar el microondas y el control a distancia. La aspiradora también, ya que dudo que en casa tuviera ocasión de usarla. Era un periodo para el escritor de descubrimiento y conciencia de una cultura ajena a la suya, con sus ventajas y defectos, muchos defectos. De ese año nace “El Planeta Americano” donde observa situaciones y comportamientos humanos que años más tarde nosotros llegaríamos a criticar, pero con lo que no estábamos de acuerdo cuando lo publicó. Visión de futuro en ese libro, visión de futuro en otros posteriores. Una vuelta al pasado en “No Ficción”, una vuelta al Vicente despreocupado y juguetón… descontento, inquieto… que yo conocí hace casi un cuarto de siglo. Una narración donde el ‘Yo’ se expone semidesnudo.


martes, abril 01, 2008

MARIA VICTORIA ATENCIA (II)


Dejo aquí unas notas de María Victoria Atencia, sobre su poética, que leyó durante su reciente presentación en Harvard . Qué las disfruten!

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[...] Creo que el mayor atentado a un poema es limitarlo en una sola dirección: la que busca su apoyoi e nla intimidad biográfica del poeta o la que reduce el poema a la ocasional anécdota que lo suscitó.

Porque estos son apoyos de los que el poema carece: el poema es, por definición, una intimidad confesada. Pero una intimidad suya –del propio poema—y que excluye e incluso suplanta a la de quien lo ha escrito.

Mi poesía (y quiero decir con ella su cerco a mi campamento y mi asedio al suyo) parte siempre de un hecho biográfico, por leve que sea, o de un hecho cultural, pero acogido éste como vida propia y del que no sea precisa otra referencia, o lo quisiera así.

Es decir, que mi poesía parte siempre de una vivencia propia o asumida, elegida o impuesta, y con la que el poema se identifica sin que importen mi aceptación o mi rechazo.

Lo que cuenta es su manifestación, no la medida de mi aceptación, de mi negación o de mi perplejidad ante el hecho vivido o asumido. Lo que importa es su plantaeamiento y –desde luego—e ningún caso su solución.

He creído siempre que esa solución, a la que en narrativa llamamos “desenlace”, sólo es una mutilación (circunstancial, ocasional, coyuntural) de las infinitas posibilidades que el poema ofrece.

Para hablar válidamente de “mi” poesia tendría que empezar por hablar de mi creencia en ella como un añadido gratuito a mi crencia en ”la” poesia.

Picasso afirmaba: “Yo no busco, encuentro”. Pero lo que Picasso hallaba lo descubría después de una búsqueda incesante, y lo que realmente hubiera podido decir es: “Yo encuentro sin saber lo que buscaba; pero, cuando lo encuentro, sé que era eso lo que adnaba buscando”.

El poeta (y yo misma, si lo soy) podría igualmente decir si supiese lo que busco, si conociese su bulto o su color, no tendría que echarme a buscar: me bastaría con alargar la mano y tomarlo y mostrarlo. O decir, con toda sencillez: “No lo tengo”.

Y eso me lleva a pensar que hablamos como si busásemenos algo que está o no está ahí, o que nos tiene a quí o o nos tiene, cuando en realidad tendríamos que hablar de si nuestra construcción, nuestra invención pone o no pone eso ahí.

La “inspiración” (término que por pudor omitimos) es una salida de la poesía en nuestra busca y consiste en un apredisposición especial ajena al acto voluntario. La “creación” es esa consciente salida nuestra para ir a su encuentro; no a su hallazgo sino a su invención.

Aunque muchas veces, como en el cuento de “El pequeño príncipe,” de Saint-Exupéry, sólo hayamos sabido (pero con cuánta ilusión, perseverancia y exactitud) trazar la caja que la contiene. La caja y, con el pequeño príncipe, la certeza de su influencia.