lunes, abril 25, 2011

Gonzalo Rojas (December 20, 1917 – April 25, 2011)



CARBON

Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebu en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento
como una arteria más entre mis sienes y mi almohada.
Es él. Está lloviendo.
Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor
a caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre un caballo atravesando un río.
No hay novedad. La noche torrencial se derrumba
como mina inundada, y un rayo la estremece.
Madre, ya va a llegar: abramos el portón,
dame esa luz, yo quiero recibirlo
antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de
vino
para que se reponga, y me estreche en un beso,
y me clave las púas de su barba.
Ahí viene el hombre, ahí viene
embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso
contra la explotación, muerto de hambre, allí viene
debajo de su poncho de Castilla.
Ah, minero inmortal, ésta es tu casa
de roble, que tú mismo construiste. Adelante:
te he venido a esperar, yo soy el séptimo
de tus hijos. No importa
que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,
que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto,
porque tú y ella estáis multiplicados. No
importa que la noche nos haya sido negra
por igual a los dos.
—Pasa, no estés ahí
mirándome, sin verme, debajo de la lluvia.

Audio

miércoles, abril 20, 2011

Roxana. Un año después.

Hace un año de la muerte de nuestra querida Roxana. Para recordarla nos reunimos los amigos y parte de la familia; otros muchos están lejos. Todo resultó como ella habría querido: buena compañía, comida y su vino favorito. En el rincón del salón una pantalla que mostraba imágenes de Roxana, la mayoría desconocidas para mí. Muchas de ellas reunidas en este hermoso libro diseñado por Noelle del Álamo.

Una breve y esencial biografía de Roxana, escrita por Luis Fernández Cifuentes--su marido y compañero de estos felices y angustiosos años--acompaña imágenes que hablan por si solas.






Roxana nació en el Hospital del Auxilio Mutuo, de Río Piedras, el 8 de agosto de 1961 (el 8 del 8: un número al que daría tanto crédito a lo largo de su vida). Al año siguiente nació Fernandito. Chari y Fernando, sus padres, habían llegado de Cuba a finales del verano del 60 y se separaron definitivamente cuando Roxana tenía apenas cinco años. Chari, Roxana y Fernandito se fueron entonces a vivir con los abuelos: Roxana recordaba a menudo ese periodo de su infancia, con tristeza por la separación, con agradecimiento por la acogida de unos abuelos a los que adoraba y en cuya tumba decidiría que dejáramos sus cenizas. Una fotografía del año 67 la muestra vestida de monja el día que hizo la Primera Comunión: apenas si se adivina en aquella gordita sonriente la extraordinaria belleza que, veinte años después, detuvo literalmente el tráfico de la calle León la primera vez que nos encontramos en Madrid.

Hacia 1967 Chari había conocido a un español, Jorge Enjuto, catedrático de filosofía de la Universidad de Puerto Rico, al que la niña Roxana, de leotardos y tutú, sometería implacablemente a largos solos de ballet antes incluso de que se casara con su madre. Desde entonces, la vida de Roxana y el desarrollo de su personalidad estuvieron en buena parte determinados por la extraordinaria presencia y la actividad académica y política de Jorge Enjuto: así llegó a España en 1973 y luego, de nuevo, en 1976, recién nacida su hermana Cecilia. Mientras Jorge participaba activamente en la transición política, tras la muerte de Franco, Roxana estudiaba en el colegio civil más prestigioso de Madrid, el Colegio Estudio, y más tarde en la Universidad Complutense. Roxana, siempre viajera, recorrió entonces toda España, Marruecos y buena parte de Europa. Al cabo de un tiempo, decepcionada con la universidad española, decidió abandonar unos estudios que no lograban interesarla y se puso a trabajar.
La estancia de la familia en España fue interrumpida de pronto cuando a Jorge Enjuto le diagnosticaron un cáncer que, en septiembre de 1984, y ya de regreso en Puerto Rico, lo arrancaría prematuramente de sus vidas. Roxana, mientras se ocupaba de todo y de todos, decidió entonces terminar en la Universidad de Puerto Rico la carrera universitaria que había comenzado en España: no le gustaba hablar mucho de esos años, que fueron tormentosos; recordaba, eso sí, a los magníficos profesores puertorriqueños que le habían devuelto la confianza en el estudio. Solicitó luego el ingreso en tres programas de doctorado y, en 1987, fue aceptada por los tres: Harvard, Princeton, Cornell. Elegiría al fin la universidad de Harvard, pero antes visitó también las otras dos: así la conocí en Princeton aquel mes de abril. Un año después me ofrecieron a mí un puesto de profesor en Harvard. Roxana fue entonces mi alumna en un par de cursos de doctorado, pero nuestra relación académica fue desplazada pronto por una relación muy distinta. Roxana terminó su doctorado en mayo de 1994 y en junio de 1995 nos casamos. En 1997, Roxana publicó un libro que hizo época (dedicado a Jorge Enjuto “que me mostró el camino que condujo hasta aquí”), recibió la permanencia en la Universidad de Bentley y tuvo su primer hijo, Diego. En 1999 nació Camila. Al anochecer de un día de septiembre del año 2000, Roxana, mientras acunaba a Diego contra su pecho para calmarle un dolor de oídos, descubrió que tenía un bulto en el seno derecho. Luego vinieron las horas interminables en las salas de espera, la biopsia, la Dra. Viti—que a su vez moriría de cáncer dos años después—con la noticia, la operación en el Massachussetts General Hospital, la quimioterapia y la radiación: en Puerto Rico y Culebra, esas Navidades, la familia y los amigos pudieron contemplar la perfección de su cabeza recien afeitada. Al final del verano, cuando creíamos que la pesadilla había terminado, nos fuimos a pasar un año sabático en España (llegamos el día 11 de septiembre y contemplamos en directo, en el televisor de una cafetería, la explosión del segundo avión contra las Torres Gemelas). En la primavera del 2002 Roxana se descubrió un nuevo bulto en la axila derecha y en septiembre la volvieron a operar. Desde ese momento, nuestra vida fue una larga serie de visitas al MGH, que sólo olvidábamos en las cenas con los amigos, los encuentros con la familia, las fiestas de los niños, los viajes formidables…, todo aquello que Roxana orquestaba con absoluta maestría. Pero nada pudo detener ya la lenta expansión de un cáncer de extraordinaria virulencia que acabó ahogándola el 18 de abril de 2010, a las 4 y unos minutos de la tarde. Y, sin embargo, su amor, su extraordinaria fuerza, su sabiduría, su buen gusto y su pasión por las cosas buenas de este mundo hicieron de esa última década los mejores años de nuestras vidas.
Luis









miércoles, abril 06, 2011

¡Qué la ilusión no muera!

Otra vez la acostumbrada tarea de vestir los armarios con la ropa de la estación, unque todavía nos acompaña el invierno. Lo estoy haciendo porque voy a viajar y para cuando vuelva será verano. No, no voy a dar la vuelta al mundo, es que en este lugar donde vivo sólo tenemos un par de semanas primaverales.


Otra tarea sería la de dejar el terreno limpio y dispuesto para los primeros brotes verdes en el jardín... Dios, qué cansancio viajar en esta época. ¡Estar segura que todo va a sobrevivir un par de semanas sin mí! Ilusa, ¿verdad? Pero son muchos años de vivir de ilusión, ¿quién no? Lo extraño es que yo me considero bien realista.

Ya he lavado no sé cuántos sweaters y llevado a la tintorería chaquetas, pantalones y abrigos; soleado (¡un decir!) mantas y edredones... y por fin hacer el cambio de armarios.

Desde hace más de veinte años me encuentro con un vestido que nunca me ha dejado deshacerme de él. No soy sentimental: hace tiempo que tiré mi traje de boda y el de mi marido--cosa que nunca me perdonará él--simplemente porque no era nada que volveríamos a utilizar. Pero este vestido tiene la inconfundible señal de ser eterno.

Vivíamos en Nashville. Teníamos que asistir a la fiesta de inicio de curso en casa del director del colegio donde yo enseñaba. No tenía nada apropiado para la ocasión. Me di una vuelta por las tiendas de ropa del lugar sin encontrar nada que me convenciera. Bendita sea la moda de los hombres, ¡tan fácil de seguir! Acabé en una tienda de telas, de la cual acabaría siendo cliente asidua. Allí encontré una semiseda de fondo negro estampada con amapolas, lilas y otras flores, creo que eran adelfas. Compré un patrón de lo más simple: corté el material al bies; un desmangado de escote redondo... Se me pegaba al cuerpo como un guante. Aquella noche me sentí "overdressed" con algo que sólo me había costado unos dólares pero que me hacía sentir "like a million bucks". Al final de la fiesta se acercó quien sería el médico de familia durante años--marido de una compañera de trabajo--y me saludó con cierto aire de reproche. Lo había evitado durante la velada. Como algunas veces me salen las cosas, sin pensar, le dije que me perdonara, que me sentía deprimida y no quería borrar esa imagen que él tenía de mi: "bubbly, energetic, free-spirited..." Sus transparentes ojos azules me miraron y me dijo: "Estrella, everybody is depressed. I'm depressed. How could you disappoint me?"


Después de perdonarle la vida al dichoso vestido durante tantos años, me he atrevido a probármelo por primera vez desde aquella noche. ¡ Mi desconocido cuerpo cabe en él! Lo he pasado al armario de la ropa de verano... ¡Qué la ilusión no muera!

viernes, abril 01, 2011

Verano azul en invierno.


No crean que no me doy cuenta de que el blog se está haciendo repetitivo, pero así es mi vida en estos meses. Les podría hablar del tiempo (ha vuelto a nevar, hoy 1 de abril) o bien de mis conversaciones con los veterinarios (ahora son tres los perros que sobrepasan edades más que centenarias para ellos.) No quiero hablarles de mi colesterol, no debo hablarles de los estudiantes y la familia; son temas sagrados. Les podría contar mi visita a la peluquera--la que tan graciosamente Elvi llama "la valkiria rusa"--que me ha dejado hoy como si acabara de salir de un correccional! Pero esa es una historia complicada.Por suerte me acaban de mandar un fragmento de video, un minuto, de la introducción a la serie "Verano Azul".


En julio de 1979 pasábamos parte del verano en Nerja. El Tarzán que jugaba con el mastín de los pirineos en la foto de Amores de perros, mi hijo mayor (recién cumplido un año) llamaba la atención en la playa de Burriana. Bajo mi vigilancia, echaba carrerilla hacia el agua y la fuerza del oleaje lo sentaba de culo; se volvía a levantar y ahí que iba de nuevo hasta que la ola le daba un buen revolcón. No me extrañó, pues, que un grupo de turistas con cámaras se detuviera un día para filmar esta bonita escena que he puesto aquí.


La escena completa da comienzo con la preciosa niña que se le acerca al yanqui. Este empuja a la damisela y da media vuelta para esconderse tras las piernas de su madre que lo ha observado todo un poco sorprendida: con el derroche de amor y mimos que le ha dado... La madre se acacha y le dice al oído que le dé un beso a la nenita que tiene 'pupa'. El vuelve y la besa; de nuevo corre y se abraza a las piernas de la madre.


Dos años después mi hermano me llamó y me dijo que habían visto a Danny en la tele. Le dije que era imposible porque no habíamos estado en España. Fue entonces cuando me enteré que aquel grupo de cámaras era el de Verano Azul. Mi familia se había llevado la gran sorpresa de ver al sobrino americano; que para entonces tenía 3 años!



Esta es la portada del primer video de la serie. El tío Seve la alteró a conveniencia familiar!