Se habían hecho miembros de uno de esos clubs que te mandan películas cada vez que devuelves las últimas. La mayoría de la veces ni abrían los sobres de los DVD que llegaban y volvían de, no se sabe dónde, de la forma mas absurda. Ella ya le había dicho varias veces que cancelara la suscripción, 20 Euros al mes para constatar que no tenían tiempo ni para ver una película a la semana; era casi una afrenta. Un recordatorio de la mecánica vida que compartían.
“Cría Cuervos” llevaba al lado del televisor un par de semanas. Varias veces él había sugerido que la vieran: “es muy buena”, le dijo la noche que por fin ella se animó a verla de nuevo
Sabía que era buena, cómo no, la vio en su momento, aunque sólo recordaba la escena donde la niña oye al padre hacer el amor; ni siquiera le sonaba la escena siguiente, cuando la amante sale corriendo de la casa dejando al padre muerto. Era como si no hubiera visto la película. Hacía tantos años…pero, con toda seguridad que la había visto.
Una sensación familiar le invadía, la mirada de Ana, esos ojos los había visto desde dentro. La película transcurría sin que ella pudiera recordar nada, quizás –muy vagamente- el uniforme militar…
La madre en el lecho contraída por el dolor, la llamada al médico, la hora de la morfina varias veces al día, el miedo a la muerte. Ahora comprendía por qué se había resistido a ver una película que, al fin y al cabo, ni siquiera recordaba. Fue después de esa escena cuando le comento a él: “ahora sé por qué no quería ver esta película”. No hubo respuesta, se había quedado dormido. Ella siguió viéndola. No era tan terrible, casi tenía un final feliz: Ana se da cuenta de que no fue la ejecutora de la muerte de sus padres.
Ya mujer, la protagonista, recuerda su niñez como el tiempo más triste y estancado de su vida. Tampoco recordaba ella esa parte, donde Ana mujer aparece como narradora dando testimonio de haber sobrevivido un periodo tan oscuro y solitario en su vida.
Se levantó del sofá; sin apagar el televisor se fue a la cama. La noche estaba cargada de esa humedad pegajosa tan propia de agosto, pero sólo era mayo. Se quedó inmóvil mirando fijamente la luz de la farola de la calle que entraba por la ventana; Claro, era otra farola. Ni un soplo de aire, ni un respiro…Cerro los ojos y pensó en lo feliz que había sido su infancia, a pesar de la morfina, los secretos familiares, la soledad…Qué feliz había sido.
“Cría Cuervos” llevaba al lado del televisor un par de semanas. Varias veces él había sugerido que la vieran: “es muy buena”, le dijo la noche que por fin ella se animó a verla de nuevo
Sabía que era buena, cómo no, la vio en su momento, aunque sólo recordaba la escena donde la niña oye al padre hacer el amor; ni siquiera le sonaba la escena siguiente, cuando la amante sale corriendo de la casa dejando al padre muerto. Era como si no hubiera visto la película. Hacía tantos años…pero, con toda seguridad que la había visto.
Una sensación familiar le invadía, la mirada de Ana, esos ojos los había visto desde dentro. La película transcurría sin que ella pudiera recordar nada, quizás –muy vagamente- el uniforme militar…
La madre en el lecho contraída por el dolor, la llamada al médico, la hora de la morfina varias veces al día, el miedo a la muerte. Ahora comprendía por qué se había resistido a ver una película que, al fin y al cabo, ni siquiera recordaba. Fue después de esa escena cuando le comento a él: “ahora sé por qué no quería ver esta película”. No hubo respuesta, se había quedado dormido. Ella siguió viéndola. No era tan terrible, casi tenía un final feliz: Ana se da cuenta de que no fue la ejecutora de la muerte de sus padres.
Ya mujer, la protagonista, recuerda su niñez como el tiempo más triste y estancado de su vida. Tampoco recordaba ella esa parte, donde Ana mujer aparece como narradora dando testimonio de haber sobrevivido un periodo tan oscuro y solitario en su vida.
Se levantó del sofá; sin apagar el televisor se fue a la cama. La noche estaba cargada de esa humedad pegajosa tan propia de agosto, pero sólo era mayo. Se quedó inmóvil mirando fijamente la luz de la farola de la calle que entraba por la ventana; Claro, era otra farola. Ni un soplo de aire, ni un respiro…Cerro los ojos y pensó en lo feliz que había sido su infancia, a pesar de la morfina, los secretos familiares, la soledad…Qué feliz había sido.
3 comentarios:
Chiqui, ¿estás ahí? Nos has dejado mudos. Carlos Saura es mucha historia.
Manuel, que gracia tienes para ser granaino. La que se está quedando muda soy yo. El día se presentaba tranquilo pero en las últimas horas he tenido varias llamadas telefónicas con ‘problemillas’ que resolver.
Mañana tengo un show de mis collares en la casa de los cónsules de España y estoy atando los últimos cabos sueltos…que son más de los que pensaba. Quiero decir, que no voy a pasar por aquí con mucha frecuencia hasta el jueves!
Sólo Saura? Si a todos nos diera por contar la nuestra…
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