Mis
hijos nacieron sin abuelas pero tuvieron la fortuna de tener a sus tías-abuelas,
Hildegard y Florence, que les dieron todo el cariño y atención que sólo una abuela puede dar . La ilusión
de ellas era “verlos graduarse de College” y como espíritus angelicales que
eran vivieron una larga vida llena de paz,
cariño y del cuidado de los que las rodearon. Hildegarde murió hace 6 años, a los 92, y
Florence – Flo para nosotros – acaba de morir. Si todo fuera como ellas
esperaban, estarán juntas, habrán retomado una de las muchas conversaciones que
solían tener en vida. Su hermano,
Herman, a sus 102 años viajará mañana a Philadelphia para el entierro de
Florence. Triste, estoico – como siempre lo ha sido- esperará su turno sin
acelerar el tiempo.
Que a
todos nosotros nos trate la vida con la
misma gentileza que los ha tratado a ellos. Los recordaremos y pasaremos
nuestras memorias a los que apenas acaban de empezar el camino.
5 comentarios:
Estrella, es difícil aceptarlo, o imaginarse la propia muerte, pero es un lujo haber vivido así. Ellas pueden "confesar que han vivido"
Se hace rara la vida cuando sabemos que la muerte acecha al final del camino. Un largo camino lleno de buenos momentos parece ser el que ha vivido la tía abuela de tus hijos. Ojala fuera así para todos nosotros. Cuánta melancolía.
¡Que elegantes eran! Parecen nórdicas, ¿lo eran?.
Como yo, igual ellas cuando cumplieron 50 años pensaron en lo poco que les quedaba ya ¡y les quedaba casi el doble! ¡Cómo anima!, ¡dan ganas de despreocuparse!.
Cicatrices de luz verde en el cielo
La pena que tendrá ahora el pobre hermano...Y una pena que se pierda para siempre lo que ellas guardaban de lo vivido.
Un abrazo
Queridas. De vuelta a Boston. Es verdad: quien pudiera llegar a los 97, o a los 103 de su hermano (mi suegro) y morir sin haber sufrido ni haber perdido la conciencia de quienes somos. Más que nada, disfrutar todavía de las pequeñas cosas: un sandwich, una copita de vino, las películas de su época... Florence le pidió a mi cuñada, un par de dias antes de morir, que le trajera al centro de recuperación un scotch! Era costumbre en la familia el “happy hour”: antes de la cena una bebida, algo que picar y una conversación relajada de una media hora. Esta tradición sigue y así la respetaban Herman y ella hasta hace unos días que se rompió un brazo y la tuvieron que internar. El resto ya lo saben.
Sí, Anisia, eran distinguidas, elegantes, se comportaban como si fueran millonarias sin tener dinero, el poco que tenían lo repartían entre los que lo necesitábamos y todo el que les pedía, empezando con la iglesia. Podrían haber pasado por princesas, porque lo eran. De origen humilde, de emigrantes alemanes de principio de siglo, fueron criados los tres hermanos por una madre inteligente y trabajadora que quedó demasiado joven viuda.
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