El maratón de Boston de 2013 acabó anoche.
El lunes 22 los corredores
pasaron por su trayectoria
oficial y fueron aplaudidos por el público
que se había congregado para animarlos. Antes de que todos llegaran a la meta dos explosiones acabaron con la vida de tres personas y 170 resultaron heridas. A partir de ese
momento empezó otro muy distinto maratón: el de la policía y el FBI a la
búsqueda de los dos terroristas. Se
podría decir que la recta final de este segundo maratón ha sido Watertown, donde
encontraron al menor de los hermanos escondido bajo la lona de un barco anclado en la parte trasera de una
casa. El chico no se resistió, estaba gravemente herido y debilitado.
Así como los atletas fueron recibidos en la meta con gritos de alegría
y aplausos , no menos ocurrió anoche cuando dada por acabada, con insospechado éxito, la
persecución, los vehículos de policía, cuerpo de bomberos y ambulancias “desfilaron” por las calles de Watertown,
para entonces llenas de gente que había
salido a celebrar el final de la
reclusión, entre los gritos de “thank you” y “good job”.
Y ahora, a la difícil búsqueda de la justicia.
6 comentarios:
Me ha impresionado este articulo que publica hoy "el mundo.es", de Lorenzo Silva, un escritor que me gusta bastante:
"Lorenzo Silva |
Actualizado domingo 21/04/2013 04:32 horas
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Los usuarios de la piscina universitaria de Harvard nadan bajo la atenta mirada de un joven moreno de cabellera ensortijada. Ninguno de ellos imagina que es el mismo tipo que un día de éstos, a sangre fría, volará en pedazos a un niño junto al que depositará una mochila con una olla cargada de tornillos.
Es un socorrista pulcro y puntual: sus jefes no tienen ninguna queja de él. Aparte de llegar a su hora, está pendiente de la piscina donde chapotea la responsabilidad por la que le pagan sus dólares.
Si no fuera porque es de origen checheno, pasado por Daguestán, y porque se llama de una forma casi impronunciable, Dzhokhar, se diría que es el perfecto trabajador americano. Incluso tiene la nacionalidad: no en vano se ha educado en el país, cuyos resortes controla y hace funcionar con su sonrisa ancha, que incluso podría llegar a parecer algo bobalicona.
Pero por las noches (y si fuera tan frívolo como otros socorristas, bien podría estar haciéndolo ahí mismo, junto a la piscina, con su 'smartphone') se dedica a escribir en una red social rusa mensajes escalofriantes: que el mundo lo salvarán el amor y los fusilamientos masivos, pero especialmente estos últimos; o que mientras otros le creen bueno y tonto él sueña con los intestinos de quien así le ve colgando de la lámpara del techo.
Cuando sea identificado, junto a su hermano Tamerlan, como autor de los atentados del maratón de Boston, las primeras noticias pondrán el acento en que es el hermano pequeño y en que ha sido manipulado por el otro.
Por algo el mayor le saca siete años, cuelga vídeos yihadistas en YouTube y una vez le declaró a un fotógrafo que lo retrató para un reportaje que era un musulmán tan devoto que jamás mostraba el torso ante mujeres (aunque la investigación sacará a la luz una foto desmentidora) y que no tenía amigos entre los americanos porque no los comprendía.
Además, será Tamerlán el que muera en enfrentamiento con las fuerzas policiales, mientras el hermano pequeño huye y acaba escondiéndose como una rata asustada en una lancha varada en el jardín trasero de una vivienda. Un escondrijo muy poco honorable para un muyahidín del que, de forma ominosa, lo extraerán vivo los agentes de la unidad antiterrorista.
Es posible que ese huraño Tamerlan erigido en embajador del odio (y tocayo de aquel soberano de oriente que hace siglos recibió a un embajador llegado de occidente con muy distinta encomienda, el castellano Ruy González de Clavijo) fuera quien bucease en las páginas de Internet que explican cómo convertir ollas en metralla. Tipos así representan, sin duda, un peligro lo bastante sobrecogedor.
Y sin embargo, más peligroso e inquietante es el socorrista sonriente que ve nadar a los afortunados estudiantes de Harvard mientras para sus adentros sueña con sus intestinos colgados del trampolín, pongamos por caso. Porque esa mente joven, permeable a los absurdos y las atrocidades, adiestrada en la doblez perfecta, y desprovista por entero de las consideraciones que llevan a ver a un ser humano como algo más que un contenedor de vísceras esparcibles, ese chico que sonríe beatíficamente mientras suena en su mente una melodía de deflagraciones y alaridos, es el arma letal definitiva.
El socorrista de Harvard, menuda metáfora diabólica ha acabado urdiendo el enemigo. Mientras buscáis 'yihadistas' hoscos e inadaptados, aquel que va a golpearos se disfraza de cuidador de vuestras más felices criaturas, se arma con una sonrisa y una fingida obediencia y sueña vuestra muerte sin remordimientos. Y lo que es peor: tras soñarla, la lleva a cabo.
Ha caído vivo. Qué interrogatorio, para el que le toque".
Lo he insertado porque no sé poner el enlace pero, como os digo, se publica hoy en la página web: www.elmundo.es
Sí que impresiona.
Pues si, se le encoge a uno el estómago leyendo esto. En mi opinión, no necesitamos darle la vuelta a la realidad – que ya se encarga de horrorizarnos—con escritos más espeluznantes que sólo pueden llevar a más odio y violencia.
Por lo pronto, en Boston se ha vuelta a la “normalidad”. Ayer me fui a ver a los Red Sox, perdieron, pero me pase un buen rato con mi hijo.
Pero ganaron en el partido celebrado al dia siguiente de la detencion des segundo terrorista.
Sorprende la rapidez con que los han detenido, parece hasta fácil.
Lo difícil, como has dicho, será hacer justicia.
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