Cuando entré en esta casa, hace ya más de cuatro años, me paré en la entrada y observando el espacio que abarcaba mi vista dije “I could live here”. Tanto me gustó que no me di cuenta que, además de mi marido, tenía detrás a la agente que nos la quería vender. ¿Cómo regatearía? Siempre lo había hecho con otras casas. Me dejé llevar por los espacios íntimos pero abiertos: el ‘parlor’ de la entrada se comunicaba con el otro parlor y el comedor; estos a su vez estaban conectados entre si. Una escalera de finales del XIX, en el centro del primer salón subía hacia una ventana curvada con unas vidrieras de calidos colores, probablemente puesta allí antes de que Tiffany empezara a fabricar las suyas. La gama del color de las paredes – neutro- entre ocre y melocotón y en distintas intensidades, iba marcando el carácter y la sutil individualidad de cada espacio por toda la casa. El blanco de los zócalos y puertas contrastaba con los suelos de madera antigua recién restaurada.
La verdad sea dicha, me recreo en esto ahora con mucha más exactitud de lo que percibí en el primer instante; en el instante que dije “yo podría vivir en esta casa”. Al entrar, lo que captó mi retina fueron los colores de los cuadros en las paredes, las alfombras de distintos tamaños dejaban ver el robusto suelo y las ventanas;esas ventanas tan características de las casas al estilo victoriano, haciendo trío en una graciosa curva. Según subíamos al segundo y tercer piso la misma escena se iba repitiendo. En los pisos de arriba se unia a todo esto otro elemento: las estanterías blancas llenas de coloridos lomos de libros. Seguían los cuadros tan sugerentes y magnéticos. Muchos eran espacios, donde - como en un cuento de Cortázar- uno se querría meter y pasar unas horas, otros eran retratos de gente viva, aunque quizás algunos ya hubieran muerto.
Varias veces en el recorrido de la casa me tuve que recordar ‘no mirar’ lo que colgaba de la pared y buscar esas inevitables grietas que dan tanta personalidad a las casas antiguas pero que te volverán loca más tarde: los cuartos de baño, cocina… el sótano y el sistema de calefacción...
La verdad sea dicha, me recreo en esto ahora con mucha más exactitud de lo que percibí en el primer instante; en el instante que dije “yo podría vivir en esta casa”. Al entrar, lo que captó mi retina fueron los colores de los cuadros en las paredes, las alfombras de distintos tamaños dejaban ver el robusto suelo y las ventanas;esas ventanas tan características de las casas al estilo victoriano, haciendo trío en una graciosa curva. Según subíamos al segundo y tercer piso la misma escena se iba repitiendo. En los pisos de arriba se unia a todo esto otro elemento: las estanterías blancas llenas de coloridos lomos de libros. Seguían los cuadros tan sugerentes y magnéticos. Muchos eran espacios, donde - como en un cuento de Cortázar- uno se querría meter y pasar unas horas, otros eran retratos de gente viva, aunque quizás algunos ya hubieran muerto.
Varias veces en el recorrido de la casa me tuve que recordar ‘no mirar’ lo que colgaba de la pared y buscar esas inevitables grietas que dan tanta personalidad a las casas antiguas pero que te volverán loca más tarde: los cuartos de baño, cocina… el sótano y el sistema de calefacción...
Ya había pasado por esta experiencia, pero al revés, al vender mis tres anteriores casas – desde la más humilde, hacía más de 20 años, hasta el pequeño ‘palacete’ colonial-mediterráneo que dejaba en mi querido Chicago (Oak Park, el pueblo de Frank Loyd Wright) Con frecuencia decia a los compradores: ‘eso no está incluido, concéntrese en la casa y no en los objetos’, todo con un poco de humor. Siempre vendí bien mis casas pero dejando algún objeto con el cual se encaprichaba el nuevo habitante. No me parecía mal, era como no dejar el espacio por completo.
Cuando acabamos el recorrido de esta, ahora nuestra casa, le preguntamos a la agente que quiénes eran los dueños. Yo esperaba una respuesta que me explicara esa colección tan increíble de arte. Ella dijo, como si lo tuviéramos que saber: “Es el hijo de Joseph Solman, Paul Solman y su mujer Janet Freeman”. Sinceramente, no me sonaba el nombre del pintor pero en cuanto volviéramos a Chicago, con la casa ya comprada, me iba a enterar. Fue por entonces cuando me aficioné a Google.
Después de todo este tiempo viviendo aquí, rodeada casi de los mismos colores que sus antiguos dueños dejaron y de objetos parecidos, la casa me sigue gustando. A veces me pregunto cómo será la nueva casa de los Solman. En una ocasión tuve la oportunidad de mirar por la rendija del televisor y ver –en una entrevista que hacían a Paul- que en el fondo se veían los mismos cuadros que un día descubrí. Los mismos colores de trasfondo en la pared. Seguíamos conectados.
Hace unas semanas empezaron a llegar cartas dirigidas a Paul Solman. Después de más de cuatro años esto era un poco desconcertante. Las cartas llegaban diariamente, dos o tres al mismo tiempo. Mi marido observó que, siendo los antiguos dueños escritores, habrían publicado un nuevo libro…etc. Más cartas llegaban; yo recogía el correo, y todavía lo hago, con la ilusión de que hubiera cartas para Paul. Las estábamos reuniendo para mandarlas todas juntas; algún día tendrían que dejar de llegar.
Después de un par de semanas de correo, y cuando recogía del suelo varios sobres para los Solman, tuve una corazonada: quizá Joseph Solman había muerto, ya debía de tener cerca de los cien. Una vez más me metí en Google y, efectivamente, el pintor había muerto…tan dulcemente como había vivido. Por la tarde había ido con unos amigos a una exposición; a la vuelta a casa se tomó su acostumbrado Scotch y... nos dejó con su obra.
Nunca pudimos comprar uno de sus cuadros, se cotizan alto, pero –mientras vivamos aquí- tenemos en el sótano la paleta del pintor. En sus frecuentes y largas visitas a su hijo y nietos – durante más de treinta años- solía pintar en el lavadero y dejó sus colores en la pileta donde limpiaba sus brochas. Eso nos dijeron.
Cuando acabamos el recorrido de esta, ahora nuestra casa, le preguntamos a la agente que quiénes eran los dueños. Yo esperaba una respuesta que me explicara esa colección tan increíble de arte. Ella dijo, como si lo tuviéramos que saber: “Es el hijo de Joseph Solman, Paul Solman y su mujer Janet Freeman”. Sinceramente, no me sonaba el nombre del pintor pero en cuanto volviéramos a Chicago, con la casa ya comprada, me iba a enterar. Fue por entonces cuando me aficioné a Google.
Después de todo este tiempo viviendo aquí, rodeada casi de los mismos colores que sus antiguos dueños dejaron y de objetos parecidos, la casa me sigue gustando. A veces me pregunto cómo será la nueva casa de los Solman. En una ocasión tuve la oportunidad de mirar por la rendija del televisor y ver –en una entrevista que hacían a Paul- que en el fondo se veían los mismos cuadros que un día descubrí. Los mismos colores de trasfondo en la pared. Seguíamos conectados.
Hace unas semanas empezaron a llegar cartas dirigidas a Paul Solman. Después de más de cuatro años esto era un poco desconcertante. Las cartas llegaban diariamente, dos o tres al mismo tiempo. Mi marido observó que, siendo los antiguos dueños escritores, habrían publicado un nuevo libro…etc. Más cartas llegaban; yo recogía el correo, y todavía lo hago, con la ilusión de que hubiera cartas para Paul. Las estábamos reuniendo para mandarlas todas juntas; algún día tendrían que dejar de llegar.
Después de un par de semanas de correo, y cuando recogía del suelo varios sobres para los Solman, tuve una corazonada: quizá Joseph Solman había muerto, ya debía de tener cerca de los cien. Una vez más me metí en Google y, efectivamente, el pintor había muerto…tan dulcemente como había vivido. Por la tarde había ido con unos amigos a una exposición; a la vuelta a casa se tomó su acostumbrado Scotch y... nos dejó con su obra.
Nunca pudimos comprar uno de sus cuadros, se cotizan alto, pero –mientras vivamos aquí- tenemos en el sótano la paleta del pintor. En sus frecuentes y largas visitas a su hijo y nietos – durante más de treinta años- solía pintar en el lavadero y dejó sus colores en la pileta donde limpiaba sus brochas. Eso nos dijeron.
PD Sus obras se exhiben, en Boston, en Mercury Gallery
22 comentarios:
En este insomnio un poco eufórico, el relato evocador que haces, Estrella, me ha transportado muy lejos. Miro mis últimas telas secando suspendidas y me siento uno más entre los granos de trigo que Venus celosa le hizo contar y ordenar a Psique, una semilla humilde y panífica que se pierde en un mar de oro.
Manuel. Eres encantador. Hasta aguantaste con gracia, en un principio, mis puyas. Cómo me gustaría ver esas telas y el sitio donde pintas. ¿No crees que soy afortunada al vivir en una casa donde una persona como Solman pasó tanto tiempo?. Su hijo Paul nos dijo que cuando su padre lo visitaba se reunían en la casa todos sus amigos y la tertulia y las buenas juergas no tenían fin. En esta casa se sienten esas vibraciones positivas que dejan tras si los que han vivido intensamente. Tantas cosas llegan a nuestras manos sin proponérnoslo o buscarlas…debes de dejar de contar granos y confrontar a Venus!
12-may-2008 0:12:00
Por lo que veo, Joseph Solman pertenecía a un grupo llamado “The Ten” (Los Diez), junto con Lou Schanker, Ilya Bolotowsky, Ben-Zion, Rothko (Marcus Rothkowitz), Adolph Gottlieb, Tschacbasov, Lou Harris, Ralph Rosenborg y Yankel Kufeld. Protestaron contra las exhibiciones de lo abstracto en el Museo Whitney durante los años 30. Varios miembros del grupo organizaron manifestaciones a favor de la Republica, durante la Guerra Civil Española... Me acordé de Solman cuando citabas a Antonio López sobre la pintura “objetiva”; decía Solman que habría acabado en la abstracción, en el expresionismo no representativo (como el resto del grupo), si no hubiera encontrado tanta belleza en el mundo “real” a su alrededor--belleza que el queria pintar.
Chiqui, cuando quieras ver mi taller de Granada o mi apartamento (donde también pinto y ahora me encuentro) en París, nos lo dices. Vivo con una francesa muy agradable. Ya nos contaremos unas cuantas cosas, los tres. Supongo que alguna manera habrá de organizarse (para intercambiar teléfono, dirección y todo eso) que sea discreta. Cuando nos veamos te pondremos en contacto, si viene a cuento, con coleccionistas y amigos de tu país de residencia que tienen obra mía (pintada en los usa). Hay algunos cuadros que aprecio. Y te enseñaré los libros que ha sacado Meligrana con textos de Eve y míos, profusamente ilustrados. Queda prometido.
Pues Manuel, a Granada es posible que vaya hacia finales de mayo/ principios de Junio. Estoy invitada a un evento que se celebra en la Huerta de San Vicente. Pero quizás lo dejemos para otra ocasión, ahora te doy poco tiempo. Todo sería conocerte un poco mejor y tu obra, pero te advierto, estoy sin un chavo…la hipoteca de esta casa se supone será nuestra jubilación. Hace años soñaba con retirarme a Madrid en el ocaso de mi vida – que anda pisándome los talones – pero el euro se ha puesto de tal forma, y el dólar vale menos que una gorda, que habrá que cambiar el curso de los sueños y vivir día a día…con un poco de suerte… en uno de estos viajes, el avión no aterriza y no tendré que preocuparme de mi vejez. Sería una muerte menos dulce que la de Solman pero, al fin y al cabo, rápida. Hoy me toca mi lado fatalista!
Manuel, lo de los texto me interesa...
Hola, Tex. No creas que me sorprendes con tus conocimientos sobre arte, aunque lo tuyo son las letras. Gracias por entrar y dejar eso datos básicos que, si los hubiera metido, habrían hecho de mi entrada algo que no ‘no soy yo’. Qué bien tener amigos como tú que complementan mi ignorancia. Un abrazo.
Querida Chiqui, como dijo alguien: Por el dinero no hay que preocuparse porque no hay.
Los artistas vivimos del aire, según el adagio popular, así que sólo te hace falta traer abanico.
Los textos creo que se pueden encargar por internet, en todo caso hay uno que está en amazon.fr y los otros están en el vínculo Mon éditeur de mi blog. Pon un email a la editorial y se pondrán en contacto contigo. Hombre, ahora me doy cuenta de que me estoy haciendo publicidad. Pues nada, aunque editadas en Francia son seis novelas en español con ilustraciones, hay más datos en francés y en español en el link de Meligrana (Mon éditeur). El otro libro es a todo color, anterior, y es trilingüe (inglés, francés y español) con una entrevista entre Eve Livet y yo. Lo que nos han dicho hasta ahora siempre es que son "bellos objetos".
ALUCINANTE:vaya recibimiento que me han hecho a mi llegada a Madrid.
Música por todo lo alto y fuegos artificiales asomandose tras las copas de los árboles del retiro. Todo disfrutado desde el balcón de casa!
Pero ¿cómo? Chiqui, ¿estás en Madrid o en Boston? Me tienes confundido.
Ya te digo Madrid,en esta ocasión, se ha alegrado más que yo de verme. Ni las fallas de Valencia se pueden comparar...y la juerga dura porque anoche otra vez tenían fiesta en el retiro. San Isidro está de lo mas cabreado conmigo.
!claro que estoy en Madrid!
No he llamado a nadie todavia...
Para Joseph Soliman.
http://www.youtube.com/watch?v=jEOkxRLzBf0
Tempus fugit, sí, que se fugue el tiempo y su corte lenta de aduladores que mezclan el veneno al sirope. Yo he dejado una nota sobre un lugar inverosímil, si no es ya el colmo de lo inverosímil la Huerta de San Vicente. Me refiero al hotel donde pasaba temporadas Dalí en París. Hasta la vista.
UNNOSEQUEDA. NO HE PODIDO ABRIR TU ENLACE!
MANUEL. por falta de tiempo no podré ir a Granada. He tenido la suerte de ver a mi amiga, a quien pensaba visitar, en Madrid.
Chiqui, habrá alguien pintado ese balcón?Tú lo hiciste una vez con palabras. Desde que lo mencionaste hace mucho, me acompania la imagen de los árboles,la tibieza de la primavera.
Eso Chiqui, pintas con las palabras cuando cuentas algo, será por eso que tus relatos me impactan tanto.
Miré los cuadros de la galería Mercury y creo que también me habría enamorado de esa casa que hoy es vuestra.Me encantaron los colores.
Y me pareció muy intersante lo que dice Solman acerca de Rothko, que también me maravilla.
Amalia, asombroso que te acuerdes del comentario del balcón, creo que hace dos primaveras que lo hice. Quizás llevas más tiempo en el blog de lo que yo creía.
Sobre Rothko...también recordé que es uno de tus pintores favoritos, desde que lo comentaste lo empiezo a ver de otra manera.
Chiqui, puedes mandarnos una foto desde el balcón?
Solman habla también de su amistad con Edward Hopper, otro pintor que me gusta mucho.
Buenas noches, chiqui
Aupa, que bien lo pasamos. Poco tiempo, y por desgracia, esos callos tan ricos que me comí me sentaron como un rayo
Buen viaje Chiqui.
Madrid te echará de menos.
Yo también.
Cancer, que te puedo decir que no sepas.Portate bien.
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