domingo, junio 07, 2009

MARIO HERNÁNDEZ: "EL CRISTO DE VELAZQUEZ" DE UNAMUNO


Escribe Rafael Argullol, en el Boomeran(g) - uno de mis sitios favoritos en la Red - sobre ‘El ostracismo de Dios’ . En la siguiente entrada, nos cuenta una anécdota (difícil de creer) que ilustra la ignorancia de las nuevas generaciones sobre la imaginería cristiana en el arte. Un joven pregunta, ante un cuadro del descendimiento: “¿Quién es el que está en el suelo”?

Mientras que estas cosas ocurren, hay estudiosos y escritores que dedican esmeradamente su tiempo al rescate y divulgación de una cultura que, si en su día fue popular, ahora interesa a una selecta minoría. Fruto de esto es la nueva edición de “El Cristo de Velázquez “de Unamuno. El texto del poema, pulcramente editado por Mario Hernández, va acompañado de un estudio monográfico del hispanista Christopher Maurer. Dos amigos de este blog.


Se trata de una edición artesanal que, no por milagro - porque no creo que existan - se puede comprar por sólo ¡18 euros!

El volumen principal de la edición ha sido compuesto y encuadernado con procedimientos manuales en los talleres de la Imprenta Artesanal [del Ayuntamiento de Madrid]. Estos procesos suponen composición manual de textos con tipo móvil Ibarra, impresión en máquina tipográfica y encuadernación artesanal en todos los procesos, desde el plegado y la costura a las tapas hasta la estampación.”

También puede ser de interés esta entrada a los ‘quejosos’ del
blog de Félix de Azua. Aunque este libro no demuestra que Velásquez ‘no fuera mujer’, si que demuestra que su Cristo fue ‘todo un Hombre’.

Aquí les dejo la presentación de Mario Hernández en la Feria del Libro de este año.







Mario Hernández
Un Cristo español de Unamuno



En 1742 aparece en Londres, publicada en paladino español, una guía artística para viajeros, bajo el curioso título de Las ciudades, iglesias y conventos en España donde hay obras de los pintores y estatuarios eminentes españoles, puestos en orden alfabético, con sus obras, puestas en sus propios lugares, por don Palomino Velasco y Francisco de los Santos. Era el impresor un Henrique Woodfall, como se firma, castellanizando (o aportuguesando) su mismo nombre. El despojador de los dos autores mencionados queda en el anonimato, pero cabe sospechar que si su interés artístico coincidía con el de los despojados, no así su fe religiosa, pues el segundo autor queda detraído de su condición de miembro de la Orden de los Jerónimos, con lo que se dificulta levemente su identificación. En todo caso el editor londinense había extraído las noticias prácticas sustanciales de dos libros eminentes y clásicos: del célebre tratado de Antonio Palomino de Castro y Velasco, El museo pictórico y escala óptica, del que cita por su primera edición (1715 y 1724), y de la obra del P. Fray Francisco de los Santos, Descripción breve del monasterio de S. Lorenzo el Real del Escorial, única maravilla del mundo, fábrica del rey Philippo segundo..., editado por primera vez en la Imprenta Real de Madrid en 1657.

Dirigiéndose al posible lector, el editor encomiaba en su prólogo las «inestimables joyas en Pinturas y Dibuxos» que estarían «en las manos de los Aficionados y otros en aquel grande reino, no solo no conocidas o nunca vistas, pero ni aun imaginadas por los Estrangeros». El libro se proponía, pues, como guía para quien era definido como «virtuoso caminante», pero al servicio también de «los que habitan en España». Sería el primero un turista avant la lettre, un partícipe caprichoso del Gran Tour, antes de que el Romanticismo europeo decidiera cruzar sistemáticamente los Alpes y los Pirineos para adentrarse por palacios, iglesias y jardines de Italia o de España. Ese hombre avisado tendría en la mano una lista útil de obras maestras y de los lugares donde podían ser vistas. Su noble condición acaso le permitiría el acceso a aquellos lugares, algunos de ellos claramente vedados a curiosos sin altas cartas de presentación. Podría en todo caso saber que en el Palacio del Buen Retiro de Madrid se hallaba «un Quadro del Aguador, de mano de Don Diego Velázquez de Silva», más otro «de Vulcano, quando Apolo le notificó su desgracia, en el adulterio de Venus con Marte», de la misma autoría. Había también, continuaba la enumeración, «un Quadro historiado, de la toma de una Plaza por el señor Don Ambrosio Espínola, para el Salón de las Comedias, y es de mano de don Diego Velázquez». Seguían otras menciones de pinturas, por ejemplo en la escalera «que sale al Jardín de las Reynas, por donde sus Magestades baxan a tomar los coches», y se nombraban «países», es decir, paisajes, en sobrepuertas y ventanas, al igual que «un gran quadro de la batalla del Arcángel San Miguel, contra la rebeldía de Lucifer», pintado por el napolitano que era conocido como Lucas Jordán. La lista saltaba en otro momento a las obras que se hallaban en Palacio, es de suponer que en el viejo alcázar de los Austria, que había ardido en 1734, antes de que la primera edición de este libro (¿1739?) llegara a la imprenta. Allí, según esa lista, se encontraba «la Coronación de nuestra Señora, que estaba en el Oratorio del Quarto de la Reyna en Palacio, y es de mano de Diego Velázquez», más un «Quadro grande, con el retrato de la Señora Emperatriz (entonces Infanta de España), Doña Margarita María de Austria, siendo de muy poca edad; y es de mano de Diego Velázquez, y colocose en el Quarto baxo de su Magestad, en la Pieza del Despacho, entre otros excelentes». Se hablaba también de cuadros que estaban o habían estado en la conocida como Galería del Cierzo, seguramente por los vientos cortantes que enviaría la sierra de Guadarrama hasta aquellas ventanas.

La mirada se extendía luego por iglesias, conventos, calles y casas nobles, con detalles como que en poder del Duque de Arcos se hallaba «el retrato de Don Adrián Pulido Pareja, de mano de Don Diego de Silva Velázquez»; que en el Barrio del Barquillo, en una esquina, había «una imagen de nuestra Señora en fresco, de mano de Joseph Romaní», que en la capilla de nuestra Señora del Buen Consejo había «quatro Quadros de flores o frutas», de Juan de Arellano, y, finalmente, para no extenderme más, que en el convento de San Plácido, «en la clausura ay un Quadro, de Christo Crucificado, difunto, del tamaño natural, de mano de Don Diego Velázquez de Silva». El convento aludido corresponde a la iglesia y monasterio de benedictinas de San Plácido de Madrid, conocido también con el nombre de la Encarnación Benita y situado en la calle de San Roque, con vuelta a las de Pez y Madera Baja, según las guías actuales. En todo caso, ese conocido cuadro, que hoy atesora el Museo del Prado, es el tema indirecto de este acto y, sobre todo, del libro que presentamos, debido a don Miguel de Unamuno y Jugo, publicado por primera vez en la editorial Calpe, en 1920, con un dibujo en la misma cubierta que copiaba modestamente la célebre pintura velazqueña.
Si para hablar de El Cristo de Velázquez, que es el sencillo y directo título del libro de Unamuno, me he remontado a una guía de 1742 (no desconocida por los especialistas), es para hacer patente algo que el hombre actual olvida: la funcionalidad primera del arte, que nosotros admiramos, sacralizada y casi despojada de sus referentes, en las paredes de los museos. Lo que hoy recorremos bajo la asepsia de cartelas, números y catálogos fue en su día una representación de seres recordados, una historia mítica que ilustraba una sala o unas figuras e historia piadosas ante las que alguien podía postrarse para orar. Las pinturas mencionadas en ese libro londinense estaban todavía, en gran medida, ligadas a los lugares y funciones para los que habían sido creadas, de modo que solo en un segundo plano eran consideradas obras de arte sometidas a unas normas dictadas por los más esclarecidos maestros. Vale decir que en la tradición popular hispánica algunos de esos cuadros han seguido manteniendo esa primera función en el culto religioso privado. Casi no es necesario mencionar las reproducciones o estampas de las Inmaculadas de Murillo o de ciertas Vírgenes del Greco, pero entran en la misma estirpe las imágenes del Cristo velazqueño. Sabemos, por ejemplo, que Unamuno poseía una pequeña reproducción del cuadro en blanco y negro, que a su muerte se encontró entre las páginas de su ejemplar del Nuevo Testamento en griego, y cabe incluso sospechar que los contrastes de luz y sombra que traslada a su poema, como ejes cromáticos esenciales, procedan más de ese tipo de reproducciones que de la visión directa del cuadro en los muros del Prado.

Al mismo tiempo, de la vieja lista y de estos últimos datos se deduce algo también esencial: Velázquez no solo forma parte de una tradición española más que evidente, pese a los despojos y pérdidas sufridos, sino que la visión del mundo que poseemos como pueblo, o como suma de pueblos, de España y de América, está conformada por las imágenes creadas por algunos de los máximos artistas occidentales, como el mismo don Diego de Silva Velázquez. Unamuno eligió el cuadro velazqueño para su meditación lírica por diversas razones, pero una de ellas, y central, reside en que lo veía como representación plástica que encarnaba la fe de esa comunidad cultural que llamamos España. Lo dijo con claridad en el primer fragmento de su poema-libro:

«No me verá dentro de poco el mundo,
mas sí vosotros me veréis, pues vivo
y viviréis» --dijiste; y ve: te prenden
los ojos de la fe en lo más recóndito
del alma, y por virtud del arte en forma
te creamos visible. Vara mágica
nos fue el pincel de don Diego Rodríguez
de Silva Velázquez. Por ella en carne
te vemos hoy. Eres el hombre eterno
que nos hace hombres nuevos. Es tu muerte
parto. Volaste al cielo a que viniera,
consolador, a nos el Santo Espíritu,
ánimo de tu grey, que obra en el arte
y tu visión nos trajo. Aquí, encarnada
en este verbo silencioso y blanco,
que habla con líneas y colores, dice
su fe mi pueblo trágico. Es el auto
sacramental supremo, el que nos pone
sobre la muerte bien de cara a Dios.

El poeta y pensador Miguel de Unamuno se remonta a dos inmensos modelos: por un lado, la pintura de crucificados, y, dentro de ella, al sereno y aplomado en la muerte Cristo de San Plácido; por otro, al auto sacramental, que aparece nombrado como forma teatral, pero, sobre todo, como escenificación de la relación del hombre con lo divino. Pero ese auto comienza, como todo relato mítico, con una encarnación. Sobre la imagen evangélica de la Anunciación del ángel, Unamuno plasma su interpretación primera del cuadro: Velázquez no fue más que el mediador que trasladó al lienzo, verbo del arte, la fe de un pueblo.

El libro unamuniano no es un libro ni fácil ni sencillo. Para colmo, es un libro que hunde sus raíces en eso que hoy algunos mencionan despectivamente como la cultura judeocristiana. Para los que no saben lo que dicen, para los bárbaros de hoy, recordaré tan solo una frase de Jorge Luis Borges: «En Occidente hay dos pueblos que hacen la Historia: los hebreos y los griegos. Podríamos imaginar que, si los vascos no existiesen, no habría grandes cambios. Sin embargo, si los griegos o los hebreos no hubiesen existido, la Historia sería completamente diferente». El gran escritor argentino, que podía ser caprichoso y tendencioso en este o aquel punto, repitió en diversas ocasiones la misma primordial convicción. Por ejemplo:

Roma no existiría sin Grecia. Digo «Civis romanus sum», pero, al
fin de todo, ¿qué es Roma sino una prolongación de Grecia? No se concibe...,
no sé..., Lucrecio, sin los filósofos griegos; la Eneida, sin la Ilíada y la
Odisea. Somos griegos realmente. Yo diría que todos los hombres occidentales
son esencialmente judíos y griegos; porque sin la Biblia no existiríamos;
sin Platón y los presocráticos, tampoco. [...] Y nosotros mismos estamos
hablando en un dialecto del latín. Y el latín..., la literatura latina no se
concibe sin la griega.

Miguel de Unamuno, profesor de griego, filósofo y poeta, trató de fundir esas inmensas tradiciones en su obra; y de modo especial en este libro unitario, concebido como un poema único, donde volcó esperanzas, saberes y sentimientos, y con el que logró una obra capital de la expresión lírica de nuestra lengua. Lo hizo apartado de capillas y movimientos, a trasmano de las vanguardias, con un tipo de escritura que en su misma presentación (y que se lo digan, si no, a los sufridos cajistas de la Imprenta Artesanal) imitaba los libros antiguos, con sus notas dispuestas en los márgenes, como un modo de acompañamiento, más que de ilustración erudita al pie solo para estudiosos. Como un discurso o ensayo de los siglos xvi, xvii o xviii, el libro se abre en sus márgenes al mundo del que se nutre, fuentes bíblicas del Antiguo y Nuevo Testamento, que le dan esa textura de inmenso puzzle o mosaico de citas comentadas, glosadas, incorporadas al canto meditativo. Apenas hay tiradas líricas que se sostengan en sí mismas sin ese apoyo dialogante. Entre ellas destaca uno de los más altos pasajes del libro, el fragmento iv de la Primera Parte, sostenido inicialmente por una cita del Cantar de los cantares y otra de Santa Catalina de Siena. Es sin duda alguna una de las cimas de la poesía unamuniana, capaz de hacer callar a todos los que dudaron o dudan de su buen oído (cuando quiso), de su altísima capacidad de poeta. Valga solo recordar los versos iniciales de esa hermosísima tirada de endecasílabos blancos:

¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre,
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,
de ese cielo tan negro como el velo
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno.

Miguel de Unamuno, como consignó Rubén Darío, como repitió Luis Cernuda, es, desde su misma rara singularidad, uno de los grandes poetas de nuestra lengua. Darío, que lo bautizó como «pelotari en Patmos» (con San Juan el Vidente al fondo), lo dijo en términos que merecen ser recordados:
Con ser muy castellano su vocabulario y muy castizo su misticismo, le encontraremos cierto aire nórdico que hace, a veces, que algunos de sus poemas parezcan traducidos de poetas de ojos azules. Ese aire nórdico se explica también sabiendo que el cantor es originario de las provincias vascongadas y que su gravedad es de raza. Por eso también su desdén por lo superfluo y su desprecio por lo frívolo...

Unamuno es] un poeta, un fuerte poeta. Su misma técnica es de mi agrado. Para expresarse así hay que saber mucha armonía y mucho contrapunto. Lo que parece claudicación es uso de sabio procedimiento. Y notar que entre sus poemas que parecen recitados de súbito, entre [aplicación] rara, consciente versolibrismo, suelen brotar profundos y melodiosos sones de órgano que habrían regocijado al salmista. Eso es lo que más gusto en él, sus efusiones, sus escapadas jaculatorias hacia lo sagrado de la eternidad
Cernuda hallaría en él a nuestro mayor poeta del siglo xx, lo que a veces se ha juzgado más como un gesto de desdén hacia Juan Ramón Jiménez que como un elogio centrado en el poeta vasco. Desde hace años he llegado a pensar que en realidad Cernuda rescataba en Unamuno una línea de pensamiento y estilo poéticos a los que él llegó en su madurez, línea más ligada a una tradición «nórdica» (dejemos el adjetivo en esa indefinición) que mediterránea o, sobre todo, francesa. No es cuestión de extenderse ahora sobre ello, pero baste decir que es parte del debate poético de todo el siglo xx en español.

Christopher Maurer, a quien hoy sustituyo en esta presentación, sintetiza algunos de los problemas que he expresado y el exacto contexto histórico del libro unamuniano en una página de oro que antecede a esta edición de la Imprenta Artesanal del Ayuntamiento de Madrid. Este gran hispanista, que ha recorrido las universidades de Harvard, Vanderbilt, Chicago y Boston, siempre trabajando a favor de la cultura española, se ha expresado en términos con los que hoy quiero terminar este acto:

Si para Miguel de Unamuno «creer» es «crear», es en El Cristo de Velázquez, su gran libro poético de 1920, donde «crea» con mayor pasión y atrevimiento. Durante más de tres años (1913-1916), inspirado por el más bello o luminoso de los Cristos españoles, Unamuno pone en movimiento todos los recursos de la poesía para crear un Cristo «español y universal», de una presencia y fuerza no inferiores al Cristo velazqueño. El lector acostumbrado al Unamuno agónico —el Del sentimiento trágico de la vida y San Manuel Bueno mártir, el metaliterario de Niebla y el intelectual que vive ante todos en perpetua contradicción y paradoja—, entra, con El Cristo de Velázquez, en un ambiente más sereno, como si dejara la luz de una calle ruidosa por el silencio y frescura de una catedral. Aquí la poesía tiene usos más antiguos. Unamuno recuerda el origen sagrado y las fuentes bíblicas de la poesía y la dirige de
nuevo hacia propósitos religiosos: el de unir a los hombres y el de dar realidad
a un Cristo que pueda hacer familiar lo desconocido y salvarnos de la muerte.
Nos recuerda El Cristo de Velázquez que el poeta es «hacedor»; que lo primero
que hizo la poesía fue crear a los dioses; y que ha de seguir con ese proceso,
dando nueva realidad a lo divino.

Madrid, Feria del Libro, 2 de junio de 2009

46 comentarios:

Manuel Montero dijo...

Para leer despacio, cuando te pones erudita y exquisita, incluso con links muy trabajados, Chiqui eres una orfebre.

estrella dijo...

Gracias Manuel. Lo de orfebre ya quisiera, pero soy 'mañosa'. Te dejo mi página Web

www.byestrella.com

Sí, esto es para leerlo con tiempo. Lo que tú has colgado hoy se percibe en un instante…Conseguiste el efecto que querías, te lo aseguro.

tadeusz dijo...

¿Dónde lo venden?. ¿Se puede pedir por Internet?. Gracias, Chiqui, te ha quedado redondo, y enhorabuena a Chritopher y Mario Hernández o viceversa.

tadeusz dijo...

Eres una artista del color y la composición. Tus collares me recuerdan a Miró. Qué vales mucho, nena.

Manuel Montero dijo...

Bueno, el efecto buscado no era desagradar, me parecía agradable la visión del cuerpo de mi pareja. En fin, es sólo pintura. Ahí tienes a Velázquez, que saca guapo a un muerto. Me gustaría tener delante el crucificado de juventud de Goya, que también es especial.

Manuel Montero dijo...

Gracias por el contacto, miré un poco, he guardado el enlace.

estrella dijo...

Manuel, en absoluto me desagradó. Me despertó, me acababa de levantar. De hecho, me gustó y hasta me sonreí...que ya es difícil de hacer recién levantada ¡

estrella dijo...

Tadeusz, si pasas por Madrid lo puedes comprar en:

“La presente edición cuenta con una tirada de 2.000 ejemplares que se podrán adquirir en la caseta del área de Las Artes de la Cuesta de Moyano, en el pabellón municipal de la Feria del Libro y en librerías especializadas. El precio de la edición es de 18 euros”
Enlace al articulo http://tinyurl.com/lmxlaz

Veré si me puedo enterar si se puede pedir por Internet, me imagino que si.

Gracias, majo, ya nos conocemos. Puse el enlace para que viera Manuel lo lejos de ser orfebre que estoy. Ya sabes que no me gusta la publicidad.

Manuel Montero dijo...

Ahora soy yo el que se levanta recibiendo cumplidos, muchas gracias. De la cuesta de Moyano me han hablado mucho, y creo que una vez de las pocas que he pasado por Madrid, fue alli donde encontré la Guia Espiritual de Miguel de Molinos, de la que tantos elogios hacia Valle Inclan en la Lampara maravillosa (esta edicion tenia prologo de Valente)

Elvira dijo...

¡Rayos! Más que una entrada esto es un ensayo múltiple en toda regla. Habrá que leerlo con calma. Chiqui, te sale la profe de Harvard a la que te descuidas.

estrella dijo...

¡Qué no! Elvi. Yo era el último mono del departamento. ¡Pero me lo pasé muy bien! Es que tenéis que leerlo para daros cuenta que lo único que he hecho es engarzarlo (como hago con los collares) pero la orfebrería proviene de esos dos amigos: Christopher Maurer y Mario Hernández.

Como no leéis, no os enteráis de ná. Si yo fuera otra me haría la tonta, pero ya sabéis “al cesar”… el oro, que reculce mucho.

Elvira dijo...

Conocí a Mario Hernández hace la tira de tiempo, a propósito de García Lorca. Trabajaba en la radio pública española, entonces. Yo, no MH. De eso hace mucho tiempo. Como de casi todo, mecachis.

Elvira dijo...

Bien. Leído. Me pasa como con la práctica del yoga: me da pereza pero, una vez en ello, la lectura -en este caso- de lo escrito por MH resulta gratificante y esclarecedor. Tienen gracias esos signos "x" de "dibuxos", "baxó", etc. que conducen a los Oaxaca y México actuales, ya que, como entonces, en el siglo XVII, sucedía, hay que pronunciarlos como "j"; exactamente como pasa ahora. También me ha gustado recordar el "aire nórdico" que Rubén Darío atribuía a Unamuno. Y tanto. Pero muy especialmente, me ha gustado la imagen poderosa que Christopher Maurer describe cuando quiere trasladarnos de la escritura unamoniana de "Niebla" y "Del sentimiento trágico de la vida" a la de "El cristo de Velázquez": "...como si dejara la luz de una calle ruidosa por el silencio y frescura de una catedral". Me ha transportado a muchos años atrás, esa misma impresión real en mi propia experiencia toledana, buscando cobijo y frescura entre los muros de la catedral. Gracias CM

Elvira dijo...

Soy de las afortunadas en poseer el libro artesanal de CM del que habla MH. Saboreo las páginas con "despaciosa lentitud", como hay que hacer para disfrutar plenamente. Elogio de la lentitud.

Angel dijo...

"El Cristo de Velázquez" de Ángel González


Banderillero desganado.
Las guedejas del sueño cubren tu ojo derecho.
Te quedaste dormido con los brazos alzados,
y un derrote de Dios te ha atravesado el pecho

Un piadoso pincel lavó con leves
algodones de luz tu carne herida,
y otra vez la apariencia de la vida
a florecer sobre tu piel se atreve.

No burlaste a la muerte. No pudiste.
El cuerno y el pincel, confabulados,
dejaron tu derrota confirmada.

Fue una aventura absurda, bella y triste,
que aún estremece a los aficionados:
¡qué cornada, Dios mío, qué cornada!

Terry dijo...

Admirable ensayo, como todos los de Mario Hernández, que sabe más que nadie y que lleva con elegancia su erudición. Admirable también esa Imprenta Artesanal, que dirge José Bonifacio Bermejo. Cito de un informe, en el que se propone la creación en Madrid de un “Centro del Libro”. “Por otra parte, en el Ayuntamiento de Madrid existe una tradición en cuanto que ha tenido una imprenta propia, desde el último cuarto del siglo XIX, que, además de su importancia desde el punto de vista histórico, ha destacado en algunas realizaciones de carácter artístico en el campo de las artes gráficas. Esta tradición fue recogida, desde el año 1985, en la Imprenta Artesanal”. Es fascinante, para cualquier bibliófilo o amigo de las artes de la imprenta, el equipo del que disponen en el taller de impresión tipográfica, desde una prensa de madera del siglo XVI (operativa!, una prensa plano-cilíndrica de alimentación manual (1913), hasta varias prensas automáicas Heidelberg, equipamiento de litografía del XIX, y equipamiento – también histórico—para la encuadernación artística. En la red se encuentra más información:
http://www.elpais.com/articulo/madrid/Preservamos/saber/siglos/elpepuespmad/20090324elpmad_12/Tes

Terry dijo...

http://tinyurl.com/ljlyzz

Terry dijo...

Ahi va otro....

Leon Felipe

EL CRISTO DE VELÁZQUEZ

Me gusta el Cristo de Velázquez.
La melena sobre la cara...
y un resquicio en la melena
por donde entra la imaginación.
Algo se ve.
¿Cómo era aquel rostro?
Mira bien,
compónlo tú.
¿A quién se parece?
¿A quién te recuerda?
La Luz entra
por los cabellos manchados de sangre
y te ofrecen un espejo.
¡Mira bien!... ¿No ves cómo llora?
¿No eres tú?... ¿No eres tú mismo?
¡Es el hombre!
El hombre hecho Dios.
¡Qué consuelo!
No me entendéis...
¿Por qué estoy alegre?
No sé...,
tal vez porque me gusta más así:
el hombre hecho Dios,
que el Dios hecho hombre.

estrella dijo...

Elvi, seguro que Mario te recuerda. Espero que tanto él como Christopher lean tu comentario. Les gustará.

estrella dijo...

Gracias, Ángel y Ferry, por los poemas. Yo me quedo con el de Ángel González. El de León Felipe es un poco infantil, no?

estrella dijo...

No, Ferry no: TERRY

Adolfo dijo...

Elvi, me alegro que te haya gustado esa frase no muy original del amigo Maurer. Yo también tengo ls hermosa edición de Unamuno, que me han enviado, y otras que ha publicado la Imprenta Artesanal de la que habla Terry. Han editado a Guillén, Altolaguirre, Cernuda, Lorca, Miguel Hernández, Cervantes, y otros muchos. Quizás ya es hora de editar a un novel, a un novelista o nobelista contemporáneo, pues no sólo de clásicos

Adolfo dijo...

vive el hombre.

Anónimo dijo...

Y otro, s-u-b-l-i-m-e!!! Ah, Chiqui!!
¡El amor es un ala del genio!

EL CRISTO DE VELAZQUEZ
José María Gabriel y Galán


Lo amaba, lo amaba!
¡No fue sólo milagro del genio!
Lo intuyó cuando estaba dormido,
porque sólo en las sombras del sueño
se nos dan las sublimes visiones,
se nos dan los divinos conceptos,
la luz de lo grande,
la miel de lo bello...
¡Lo amaba, lo amaba!
¡Naciole en el pecho!
No se puede soñar sin amores,
no se puede crear sin su fuego,
no se puede sentir sin sus dardos,
no se puede vibrar sin sus ecos,
volar sin sus alas,
vivir sin su aliento...
El sublime vidente dormía
del amor y del arte los sueños
-¡los sueños divinos
que duermen los genios!
¡Los que ven llamaradas de gloria
por hermosos resquicios de cielo!
Y el amor, el imán de las almas
le acercó la visión del Cordero,
la visión del dulcísimo Mártir
clavado en el leño,
con su frente de Dios dolorida,
con sus ojos de Dios entreabiertos,
con sus labios de Dios amargados,
con su boca de Dios sin aliento....
¡muerto por los hombres!,
¡por amarlos muerto!
Y el artista lo vio como era,
los sintió Dios y Mártir a un tiempo,
lo amó con entrañas
cargadas de fuego,
y en la santa visión empapado,
con divinos arrobos angélicos,
con magnéticos éxtasis líricos,
con sabrosos deliquios ascéticos,
con el ascua del fuego dramático,
con la fiebre de artísticos vértigos,
la memoria tornando a los hombres
ingratos y ciegos
débiles o locos,
ruines o perversos,
invocó a la Divina Belleza
donde beben bellezas los genios,
los justos, los santos,
los limpios, los buenos...
Y al conjuro bajaron los ángeles,
y a artista inspirado asistieron,
su paleta cargaron de sombras
y luces del cielo,
alzaron el trípode,
tendieron el lienzo,
y arrancándose plumas de raso
de las alas, pinceles le hicieron.
Y el mago del arte,
el sublime elegido, entreabriendo
los extáticos ojos cargados
de penumbras del místico ensueño,
tomó los pinceles,
somnámbulo, trémulo...
De rodillas cayeron los ángeles
y en el aire solemnes cayeron
todas las tristezas,
todos los silencios...
¡Y el genio del arte
se posó sobre el borde del lienzo!
Con fiebre en la frente,
con fuego en el pecho,
con miradas de Dios en los ojos
y en la mente arrebatos de genio
el artista empapaba de sombras
y de luces de sombras el lienzo...
No eran tintas con copias inertes,
eran vivos dolientes tormentos,
eran sangre caliente de Mártir,
eran huellas de crimen de réprobos,
eran voces justicia clamando,
y suspiros clemencia pidiendo...
¡Era el drama del mundo deicida
y el grito del cielo!...

¡Y el sueño del hombre
quedó sobre el lienzo!
¡Lo amaba, lo amaba!:
¡el amor es un ala del genio!

estrella dijo...

¡Vaya barbaridad! ¿Y qué pasa con los que no tienen /sienten amor? tantos en este mundo de hoy ¿No pueden/podemos ser genios? Así se explica mi fobia a volar y mi falta de genialidad.
No tengo ni amor ni nada…sólo tres perritos que me ladran!

Elvira dijo...

Adolfo, tienes razón, pero es tan esforzado encontrar nobeles que merezcan atención, tan raros son... Y Chiqui, darling, si tienes tres perritos que te ladren ¿a qué viene esa queja implícita? ¿Cuántos más tenemos que declararte amor en público?

estrella dijo...

Elvi, llevas razón. Soy una ingrata. Pero yo me refería a ese amor que ‘te da alas’.! Lo que iba yo a ahorrar en Iberia ¡…Si lo tuviera. Besos

Manuel Montero dijo...

Parece que Baudelaire ha por fin acordado una entrevista a youtubes

http://www.youtube.com/watch?v=bDW-VJK-RJw&NR=1

estrella dijo...

Wow! Qué cosas! Qué pena que mi profesor de francés no tuviera una voz tan seductora como la que le han puesto...otro gallo me cantaría a mí en Paris.

estrella dijo...

Manuel, ¿Qué te parece ésta? No tuvo la suerte de Baudelaire
Bueno, vamos a dedicársela a Mario Hernández y Christopher Maurer, es uno de sus poetas favoritos.

http://www.youtube.com/watch?v=ZbPeB-8cgvw

Elvira dijo...

¡Espanto de animaciones poéticas! Pobre FGL: menuda voz de plumero... Y esa boquita rota, ¡qué lástima da! En cuando a CB, querido Manuel, me pareces algo travieso, ¿no? ¿Te has fijado bien en la boca de buzón que le sale? Ja, ja... la monda lironda.

adolfo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=4p99rf63jCE

Bueno, ya que estamos con Baudelaire, pongo a Poe!
Saludos de Amsterdam
de un na
da
ani
mado
Ad.

estrella dijo...

Adolfo, ¿Ámsterdam? Y dices que ‘no está nada animado’; quién, tú o Ámsterdam?

Por dios, dejemos las animaciones que van de mal en peor.
Aquí os dejo con Robert Frost. El chico que lo interpreta encuentra al final del camino…a quién?, el que lo acierte recibirá un viaje gratis a ¡Ámsterdam!

http://www.youtube.com/watch?v=w62ptBOsc7U&feature=fvw

MISIONERO dijo...

ENCUENTRA A DIOS

estrella dijo...

MISIONERO, qué pena que no te podamos mandar a Ámsterdam. Lo que pasa por allí no es apto para tu sensibilidad espiritual.

Pero no, hombre, encuentra al Cristo de Velásquez. Vamos, de cajón!

estrella dijo...

Jo. Velázquez, Velázquez, Velázquez.

robin dijo...

Velázquez, Velázquez... No es tan dificil para una andaluza. O quizá sí; por eso mismo. Adolfo, ese pobre Edgar está fatal, tanto como mi inglés: no he pillado casi nada del poema. Rayos. Tengo que irma a Amsterdam a practicar un poco. Por que allí hablan bastante inglés ¿no? Dicen que con una caladita de María se pronuncia mejor.

uno que se aburre dijo...

Chiqui. Ya está bien, baja a ese Cristo de la cruz. No me quiero quejar pero últimamente estás de un culto que no hay quien lo aguante. ¿Qué hacemos por aquí los ignorantes? Ya va siendo hora de que pongas algo que todos entendamos. Con todos mis respetos a poetas, profesores y, caramba, hasta los pintores de este blog son cultos.
¡Que caló por aquí! No los abrazo porque sudo como una foca.

otra cosa dijo...

¿Te has peleao con tus primas?. Eran muy divertidas. Estarán como yo, aburridas.
Co ño, hoy todo me rima.

Sic dijo...

Acabo de leer en “El País”: “Blanco precedió a Montilla en el uso de la palabra y, además de expresar su satisfacción por lo que significaba la inauguración de ‘la mayor infraestructura de Cataluña en los últimos años’, anunció que antes de acabar el año se habrá licitado una obra que es ahora urgente: el túnel que permita llegar en tren hasta la nueva terminal aeroportuaria”.

estrella dijo...

Hola Robin. Lo de ‘Velasquez’ no soy yo: como no tengo acentos en el teclado, me tengo que venir a otro programa a escribir en español. Este programa es un peligro porque si no reconoce la palabra va y te la cambia por otra; Velásquez es una de ellas (ves, me la acaba de cambiar, aunque yo tecleé la ‘z’! ) Sobejano es otra, siempre la cambia automáticamente a ‘Soberano’, que no está mal, ya que es cosa de hombres…un rollo.

estrella dijo...

Para el que se aburre: Con la gracia que tienes – ni idea de quién eres – ¿por qué no me mandas algo para refrescar el blog? Yo ando poco inspirada. Esto va para todo el que lo lea, incluidas mis primas, que están muy ocupadas. Besos a todas (porque tengo más de una)

estrella dijo...

SIC, explícame por donde van los tiros: el tren, el túnel o la ondulante parrafada…

Bic dijo...

hiqui, Sic se ha marchado. Soy Bic.
Mi hermano protestaba por lo que llamas la "ondulante parrafada". "precedió a Montilla en el uso de la palabra" = Habló antes.

Etc.

estrella dijo...

Sic & Bic, me gusta ¡
¿Sois gemelos o mellizos?
Pues eso quería decir yo con ‘la ondulante parrafada’, que quien escribiera no iba derecho al grano sino que tomaba curvas innecesarias.
Creo que mellizos, los gemelos siempre van juntos.

estrella dijo...

Ah, entiendo. Tu hermano no protesta por que yo diga ‘ondulante parrafada’ sino todo lo contrario, que estamos de acuerdo.
Jo, que cerrada soy! Tu hermano y tú sois un encanto.