Tengo una planta en mi patio que me embelesa al mismo tiempo que me angustia. Trenzados los troncos por manos artesanas, los colores de las flores van del pálido al rosado salmón y a un rojo vivo. Los pétalos – cuando se abre del todo – se superponen en un perfecto desordenado peinado.
Me siento enfrente y no puedo quitar los ojos de ellas. Absorbo su exuberante belleza con avaricia. Lo hago porque sé que llegada la mañana siguiente se habrán cerrado. Así es, sólo duran un día. Con frecuencia, no creyéndome la brevedad de su existencia, me dejo engañar y pienso: ah! no se han cerrado, están por abrirse. Aunque bien sé que no; al medio día, cuando están a punto de caerse, las arranco con resentimiento, como si ellas tuvieran la culpa de su propia brevedad. ¿Cuántos días podría uno decir que ha disfrutado y aprovechado hasta el último momento? No recuerdo muchos en mi caso. Quizás estén casi todos en mi niñez. Después de ella, más que ‘to seize the day’ - como dicen por aquí - ‘I seized the clock’.
Pero hay un día al que vuelvo con la sensación de que fue completo en mi vida: el 2 de agosto de 1976.
Estaba yo en el aeropuerto de Barajas camino a Barcelona; pensaba quedarme un día – nunca había estado allí – y después seguir a un pueblo de la costa a ver a mis tíos. Sentado, observando como si esperara a alguien, estaba él. Me flaquearon las piernas por unos segundos pero me recuperé de inmediato. Sonrió al verme, sin sorprenderse. Conseguimos asientos juntos…Éramos amigos, sólo amigos, por más de dos años: amigos en las miradas furtivas, las sonrisas, los silencios y las conversaciones interrumpidas con un adiós precipitado, antes de tocar temas imposibles. Y por eso, por habernos quedado en la amistad, duró tanto.
¿Qué iba a pasar ahora? Durante el viaje él se ofreció - mas bien insistía - a enseñarme Barcelona, la conocía bien. También le parecía una tontería que me quedara en un hotel que estaba enfrente del suyo…Precisamente porque estaban tan cerca, argüí yo, daba igual. No había necesidad de cambiarse y no cambié. La conversación me puso un poco inquieta. Tan segura que había estado en el pasado de que nada que yo no quisiera pasaría, ahora… no estaba segura de lo que quería. La ilusión con que empecé el viaje tenía tintes de desasosiego, pero al mismo tiempo me atraía la ‘no aventura’. La superaría, seguro.
La azafata nos ofreció el periódico de la tarde. Sin desdoblarlo se leía el tremendo titular. Cecilia había muerto esa madrugada. Su SEAT se había estrellado contra un carro de bueyes. Me trastornó la noticia. Cecilia era la cantante que en esos momentos más me interesaba. Su desaparición en la plenitud de su vida me parecía devastadora. Fue en esos momentos que pensé en términos de ‘disfruta hoy’, que mañana...¿quién sabe? Sin comentar nada con mi compañero de viaje decidí dejarme llevar. Así lo hice: me dejé y dejé y dejé…hasta las 5 de la madrugada; diez horas de dejarme llevar a su capricho. A la hora de la despedida: él a su hotel y yo al mío. El a regañadientes y yo como si no se pudiera ser más feliz de lo que era. Claro, me equivocaba, pero en ese momento lo era, no cabía en mi imaginación más. Ahora, de tarde en tarde, pienso que tendría que haberle dejado cruzar el umbral de mi puerta esa noche. Por otra parte…
Me siento enfrente y no puedo quitar los ojos de ellas. Absorbo su exuberante belleza con avaricia. Lo hago porque sé que llegada la mañana siguiente se habrán cerrado. Así es, sólo duran un día. Con frecuencia, no creyéndome la brevedad de su existencia, me dejo engañar y pienso: ah! no se han cerrado, están por abrirse. Aunque bien sé que no; al medio día, cuando están a punto de caerse, las arranco con resentimiento, como si ellas tuvieran la culpa de su propia brevedad. ¿Cuántos días podría uno decir que ha disfrutado y aprovechado hasta el último momento? No recuerdo muchos en mi caso. Quizás estén casi todos en mi niñez. Después de ella, más que ‘to seize the day’ - como dicen por aquí - ‘I seized the clock’.
Pero hay un día al que vuelvo con la sensación de que fue completo en mi vida: el 2 de agosto de 1976.
Estaba yo en el aeropuerto de Barajas camino a Barcelona; pensaba quedarme un día – nunca había estado allí – y después seguir a un pueblo de la costa a ver a mis tíos. Sentado, observando como si esperara a alguien, estaba él. Me flaquearon las piernas por unos segundos pero me recuperé de inmediato. Sonrió al verme, sin sorprenderse. Conseguimos asientos juntos…Éramos amigos, sólo amigos, por más de dos años: amigos en las miradas furtivas, las sonrisas, los silencios y las conversaciones interrumpidas con un adiós precipitado, antes de tocar temas imposibles. Y por eso, por habernos quedado en la amistad, duró tanto.
¿Qué iba a pasar ahora? Durante el viaje él se ofreció - mas bien insistía - a enseñarme Barcelona, la conocía bien. También le parecía una tontería que me quedara en un hotel que estaba enfrente del suyo…Precisamente porque estaban tan cerca, argüí yo, daba igual. No había necesidad de cambiarse y no cambié. La conversación me puso un poco inquieta. Tan segura que había estado en el pasado de que nada que yo no quisiera pasaría, ahora… no estaba segura de lo que quería. La ilusión con que empecé el viaje tenía tintes de desasosiego, pero al mismo tiempo me atraía la ‘no aventura’. La superaría, seguro.
La azafata nos ofreció el periódico de la tarde. Sin desdoblarlo se leía el tremendo titular. Cecilia había muerto esa madrugada. Su SEAT se había estrellado contra un carro de bueyes. Me trastornó la noticia. Cecilia era la cantante que en esos momentos más me interesaba. Su desaparición en la plenitud de su vida me parecía devastadora. Fue en esos momentos que pensé en términos de ‘disfruta hoy’, que mañana...¿quién sabe? Sin comentar nada con mi compañero de viaje decidí dejarme llevar. Así lo hice: me dejé y dejé y dejé…hasta las 5 de la madrugada; diez horas de dejarme llevar a su capricho. A la hora de la despedida: él a su hotel y yo al mío. El a regañadientes y yo como si no se pudiera ser más feliz de lo que era. Claro, me equivocaba, pero en ese momento lo era, no cabía en mi imaginación más. Ahora, de tarde en tarde, pienso que tendría que haberle dejado cruzar el umbral de mi puerta esa noche. Por otra parte…
Los dos decidimos no volver a vernos.
Querido amigo, dondequiera que estés, después de tantos años, mi recuerdo más entrañable por toda la atención que me diste, sin pedirme nada a cambio, sin yo ofrecértelo… mi cariño por aquel día que me regalaste. Generoso y gentil fuiste.
Querido amigo, dondequiera que estés, después de tantos años, mi recuerdo más entrañable por toda la atención que me diste, sin pedirme nada a cambio, sin yo ofrecértelo… mi cariño por aquel día que me regalaste. Generoso y gentil fuiste.
40 comentarios:
"Gritos y susurros" es el título de una de las pelis de Bergman. El susurro debe de ser el que emite tu flor de un día cuando se cierra, exausta, al atardecer. El grito, quizá el del chico aquel cuando vio que no había forma de conseguir más de aquella chica que quería v er Barcelona. Pero, ¿hay nostalgia, Chiqui? Porque, ¿quién te asegura que no iba a ser un desastre todo lo que surgiera después? ¿No estaba, acaso, escrito, mi niña, que tus días los pasarías en la gran América? Cómo me enrollo, Macarena. Me ha gustado tu entrada, amiga.
T'adoro, Elvi!!
Te enrrolla a lo grande, mi querida Elvi. No era un chico. Era un padre de familia numerosa. Y lo de América…? Jo, macha! ¿Quién demonios quiere vivir en América?
Pero te lo perdono todo por lo divertida y fiel amiga que eres.
¿Adolfo? Cuanto has cambiado desde que recorres las pasarelas...
Elvi, no olvides pinchar en la A de 'Adolfo'.
Versos de Federico el Grande, aunque hablaba de una rosa, y no de un hibisco...
Cuando se abre en la mañana.
roja como sangre está.
El rocío no la toca
porque se teme quemar.
Abierta en el mediodía
es dura como el coral.
El sol se asoma a los vidrios
para verla relumbrar.
Cuando en las ramas empiezan
los pájaros a cantar
y se desmaya la tarde
en las violetas del mar,
se pone blanca, con blanco
de una mejilla de sal.
Y cuando toca la noche
blando cuerno de metal
y las estrellas avanzan
mientras los aires se van,
en la raya de lo oscuro,
se comienza a deshojar.
Qué cosa, Chiqui, estamos en una edad en la que sentimos nostalgia por lo que no fue, pero sobretodo porque entrevemos que ya nunca podrá ser.
Pavada, que nunca sabemos lo que nos espera mañana.
Amalia, así es. Lo bueno que tú tienes es la esperanza de un futuro, yo soy un poco fatalista y creo verlo ya. Es mejor sorprenderse que desilusionarse... ¿demasiado realista? Puede ser.
Has encontrado local para tus Almas? Tennos al tanto.
Bueno, mis comentarios suenan un poco tremendistas.
Elvi, si hubiera sido un chico sin complicaciones la cosa no tendría ‘historia’.
Amalia. Ojala mi futuro siguiera como el presente. Creo que lo que me asusta es el decaimiento del cuerpo y la mente, en fin, la vejez. Por otra parte, que maravilla si llegara a los 80, por ejemplo. La mayoría de las mujeres en mi familia han muerto en sus sesenta y tantos.
A me ha dejado Usted turulata con esa expresión admirativa, pero la acepto encantada, of course. Si bien mi aliño indumentario más separece al del buen Machado que a los que se muestran en su güess llena de glamour...
Yo estaba dudando entre hibisco y altea, pero veo que el modisto sabe de plantas. Lo que alucina es que Chiqui hable de "una planta", tratando a la bella altea o al hibisco como si de una yerbezuela se tratara. ¡Esa sensibility...!
Claro, con tantas alusiones, me es imporsible resolver la participación en este blog con una sola entrada. Por que... mi querida queridísima: ¿Quién querría vivir en América? Pues yo misma. Y así habría sido si mi decisión con relación a cierto profe de Toledo, Ohio, hubiera sido otra. Ah... pero esa es materia para una carta desde mi molino, que ya haré en breve.
Creo que yo también te quiero, A.
Morir a los sesenta y tantos... ¡qué vulgaridad! Espero que no cometas semejante desatino, Chiqui, ni por seguir la tradición familiar ni por pugnetas. ¿Qué haríamos todas estas almas en pena sin ti? Nos tendríamos que apuntar todas al taller de Amalia, y no sé si en Alemagna cabríamos tantos... Puestos a morir, ¡hay que morir a los 20, mujer!
Elvi me planteas un problema muy difícil. prácticamente telógico.
Si las almas son independientes del cuerpo en que se encarnan y viene solitas, bienvenidas ellas todas! Pero si necesitan venir con su sobretodo carnal, me parece que requeriremos los servicios de una agencia de viajes que organice grupos limitados!
Ja, ja... ¡Pobre Amalia! Lo que es seguro es que te sería difícil sentirte sola. Y, siempre tendríamos el Molino para acomodar al almas en pena con sus pobrecitos cuerpos.
Qué cosas, a los veinte - con lo bien que me lo pasaba - no le temía a la muerte. Así es la juventud. Aunque hoy día el número de suicidios entre jóvenes parece crecer.
Elvi, lo de vivir en América o no, es personal. No me importa vivir aquí sino 'no vivir ahí'. Hablo con el conocimiento de haber pasado aquí más de la mitad de mi vida.
No insulto a nadie; no hablo así entre patriotas. Hay muchos americanos que se mudarían a Europa, si les fuera posible, sin pensarlo. Vivo con uno de ellos!!!
Pues Madrid os espera con los brazos abiertos. Sólo hay que buscarse el modo de asentarse allá. Alquilar un piso majete en un barrio apañao y listo. Vamos, digo yo.
Elvi, Elvi la Molinera, Elvi54, pues sI, escríbenos desde tu Molino y cuenta la historia de Ohio. Has despertado mi malsana curiosidad.
Hola, Estrella. Veo que no te has tomado vacaciones del blog . Lo tendré que ver poco a poco. Pasé unos días en Granada, me acordé de ti. Hacía años que no había estado allí, mucho turista. Bellas esas flores y tu historia. Todos tenemos historias parecidas, unos más que otros. Amalia la ha resumido muy sabiamente.
Saludos cordiales.
¿Por dónde anda tu prima?.
Hacía falta leerse los comentarios para entender la historia. De golpe lo que iba a comentar está ya pasado. Hoy he conseguido poner de nuevo en marcha la gramola de mi blog, telecargando una actualización, parece que no hay mayor secreto. Ahora mismo me releo la entrada (de este post tuyo, Chiqui) con conocimiento de causa.
Vale, A. Ahí lo tienes.
Oiga, Chiqui, pero... la flor no muere, sólo se recoge religiosamente para pasar la noche. ¿Ande está la tragedia, mi arma? ¿Qué demontres tiene eso que ver con la muerte? Ay, ay, ay, ay, que decía Federico...
Bienvenidos veraneantes, Manuel y Tadeusz. A mi prima todavía le quedan unos días de playa, creo.
Tadeusz, Granada ya hace tiempo que está invadida por turistas, pero qué ciudad de España no lo está?. Por dónde andas? Me imagino que preparándote para las clases...cuéntanos cómo te va; historias tienes.
Me tomé las vacaciones en la primavera, recuerdas?, y el blog tiene sus altos y bajos. NECESITAMOS SANGRE NUEVA!
Hay por ahí algun vampiro que quiera donar???
Elvi, voy a leerme tu historia, aunque me caigo de sueño, pero me pica la curiosidad y me mantendría despierta… AH! claro que sabía el nombre de la flor, la compré y la planté yo mismita; pero me salió lo de ‘planta’ con toda naturalidad.
Lavingen. No era la muerte lo que me sugería la flor sino la brevedad de la vida. Y no, el hibisco cuando se cierra no se abre, y cae en 48 horas redondo al suelo, habiendo expirado en su camino .
Mañana es posible que si hable de la muerte! Buenas noches gracioso (a?)
Me pregunto si son bien ésas las flores de hibisco que tomo en infusión (karkadé)... Como ese poeta catedrático de Granada que ponía la palabra nenúfar (o nelumbio, vete a saber) en sus poemas, y que en un jardín (el Generalife quizá) preguntó cómo se llamaba la planta tan bonita del estanque.
Manuel, ¿no te referirás a un LGM, por azar? A mí me preguntaron qué eran esas "rosas" que flotaban en el estanque de mi molino. Le aclaré lo que eran; luego, que si había puesto alrededor esas hojitas para que adornaran. Le dije que toda la planta se llamaba nenúfar. Pero, en general, se desconocen los nombres de las plantas, de los árboles, de los animales... Por eso quizá tampoco se aman.
Eso sería acariciarme en el sentido del pelo, Elvi. Es una historia más antigua, de la Facultad, que contaba mi padre a la hora de comer, para escarmentarme de mis pretensiones precoces.
Buena conversación, queridos.Pero todavía no me habéis dicho quién es IGL.
El no saber el nombre de las cosas o de las personas, no nos impide reconocer sus cualidades y admirar su belleza, bondad, etc. Claro, ayuda mucho el saberlo para entendernos a la hora de comunicarnos.
Por ejemplo: salir al campo, a las playas, con mis amigos de Mississippi supone - en gran parte - un esfuerzo y distracción que no disfruto. Según paseamos te van diciendo el nombre de cada cosa viviente o inerte. No ha acabado una de admirar un árbol cuando ya te apunta a un pájaro que vuela, o a una brizna en el camino…Y lo único que en ese momento deseo es absorber los colores, las formas, los olores...el silencio y ensimismarme con lo que me rodea. Mi memoria es visual y de tipo ‘situación’. Los números y los nombres propios son una batalla que nunca venceré…con el tiempo he perdido interés en la memorización como medio para ser mejor persona (como implicas, Elvi). Aunque es altamente recomendable para aminorar los desastres iniciales del Alzheimer.
Benditos los que no tenéis que hacer tal esfuerzo!
Se me ocurre que mi capacidad podría compararse a la del joven de la película “Slumdog Millionaire”. Recuerdo ‘exactamente’ conversaciones y situaciones que viví intensamente. Pero fallo en los nombres y fechas!
MM, el caso es que estoy acostumbrada a acariciar a mis gatos y ya se sabe que ha de ser en el sentido del pelo (¿es un modismo français?).
Chiqui, mi Chiqui: nada de ser mejor ni pamplinas por el estilo. Para mí, saberme el nombre de las cosas es pasarlo mejor, como para tí sentir su olor o percibir sus formas. Tampoco me sobra lo del olor y las formas.
MM et moi hablábamos del autor de libros delicados y escogidos, publicados por Siruela. Mas señas ya no te puedo dar...
Chiqui, mira qué lindo, es una poesía de Basho que acompaña tu texto:
IN THE TWILIGHT RAIN
THESE BRILLIANT-HUED
HIBISCUS ...
A LOVELY SUNSET
Amalia, c reo que has dado en el centro de la diana.
Vaya historia Chiqui. Y digo yo, serias una chavala en el 76!. Ahora va a ser que no eres mucho mas joven que yo. No sabia quien era Cecilia, tiene unas canciones con buena letra y una voz muy personal.
http://www.youtube.com/watch?v=apGHT6ETC3E&feature=related
De flores no se mucho pero esa roja que has puesto me la comeria, con el permiso de Elvi54.
Tex, ya sabes qué les pasa a los que comen flores, ¿no? Yo, de pequeña, me zampaba las rosas, sobre todo las de madame Leyland, que son suculentas y deliciosas. Mi padre me calentó el trasero una vez por comerme las rosas de mi tía Carmen. Dolió más en el orgullo que en el trasero, ya se sabe.
¿Por qué tengo que darte permiso para comer el hibisco rojo?
Amalia, estoy de acuerdo, Basho las miró en su plenitud; como cuando yo escribí esta entrada. Hoy tengo que dar la nota nefasta: anoche llovió torrencialmente y esas bellas flores se asustaron! Necesitan ir a la peluquería…
Tex, no sé cuántos años tienes, pero te puedo asegurar que ya tenía más que uso de razón cuando esta historia ocurrió: el siguiente año me casé y en los próximos dos tuve a mis dos tormentos!
Gracias por la canción. Todas las de Cecilia me gustan, no podías fallar.
Creo que es el primer You-Tube que cuelgas. Me pregunto qué pensará Camelot? Hasta ahora tenía la exclusiva.
Te puedes comer la flor…ya ves que Manuel Montero toma té de Hibiscos!
Elvi y Manuel, por dónde empezar? Jo, qué cansada estoy. Estamos winterizando la casa antes de que se nos eche el invierno encima, o sea, dentro de nada. Le acabo de decir a mi compinche que en dos o tres años – cuando tengamos que pintar ventanas, reemplazar las tablas de los porches etc. etc. etc.… (para qué aburriros) tenemos que tener $$$ para emplear a gente 30 años más jóvenes que nosotros! Tengo la espalda molida y mis dedos apenas sienten el teclado.
Por qué tanto misterio con el Señor Liaño?. No lo he leído, pero por aquí me dicen que es muy conocido: mea culpa, mea culpa , mea máxima culpa…últimamente sólo leo a la gente que conozco; y a estas alturas hasta eso es …a great challenge.
Xavier Rupert de Ventós va a ser mi vecino y Margarit nos visita en noviembre…No voy a poder leer la obra de tan distinguidos autores en tan poco tiempo, así que…lo que siempre me ha dado buen resultado es decir la verdad; les tendré que pedir que me la cuenten!
Alguien, hace tiempo, me dijo que parezco saber más de lo que sé. Aunque entonces sólo tenía 23 añitos; ese es un problema con el que muchos chocan sin yo poderlo evitar!
Xavier Rubert es hijo de la burguesía barcelonesa más rancieta. Escvribió artículos en El País que me interesaron, hace muuuuucho tiempo. Casóse y separóse de poeta gallega, Luisa Castro, quien escribió una novelita bastante jugosilla, en la que le ponía a caldo. Margarit es un poeta ignoto para mí. No demasiado catalufo, al contrario que el de arriba.
Sabihonda (andaba por aquí un sabiondo!) Gracias por añadir esos ‘jugosos’ datos que la Wiki omite. De Margarit ya he leído unos poemas y no me han disgustado. Parece un hombre sencillo…de los que no crecen en la Pampa. En cuanto a Rubert de Ventós, he leído, aquí y allí, algo de “El cortesano y su fantasma” y parece un hombre de ingenio y sentido común. Me hace reír, que es bueno.
Paso por alto esa novelilla ya que no quiero que me predisponga a hacerme un juicio erróneo de ‘el hombre’. Habrá que leerlo a él antes que a su ‘ex’.
¿Cuántos de los escritores catalanes de esa generación no vienen – o venían – de una familia bien?
You can debar visitor to pack on by means of towards the sale. [url=http://www.onlinecasinotaste.co.uk/]online casino[/url] casino online The lulu and majesty of Spain's the Catskills, a in one case storeyed repair arena. http://www.onlinecasinoburger.co.uk/
Publicar un comentario