Tenía que volver un día y reanudar la conversación con ustedes, aunque ando seca de mollera este primer día de otoño.
Una pena no haber tenido el buen ánimo como para sentarme al teclado y contarles esas pequeñas cosas que, recién llegada a Madrid, siempre me sorprenden y me hacen renacer…Las conversaciones con los taxistas a la cabeza de la lista.
Pero estoy cogiendo pocos taxis; el barrio de Salamanca me da la oportunidad de andar a mis destinos diarios. Además, no es igual estar en Madrid un par de semanas – en ese caso los taxis están justificados – que quedarse casi cuatro meses aquí. Andar, rozarse con la gente en las aceras, pasar por delante de las terrazas, y ver como los pobres se las arreglan para sacarnos unos céntimos dan de sobra para pensar.
Una pena no haber tenido el buen ánimo como para sentarme al teclado y contarles esas pequeñas cosas que, recién llegada a Madrid, siempre me sorprenden y me hacen renacer…Las conversaciones con los taxistas a la cabeza de la lista.
Pero estoy cogiendo pocos taxis; el barrio de Salamanca me da la oportunidad de andar a mis destinos diarios. Además, no es igual estar en Madrid un par de semanas – en ese caso los taxis están justificados – que quedarse casi cuatro meses aquí. Andar, rozarse con la gente en las aceras, pasar por delante de las terrazas, y ver como los pobres se las arreglan para sacarnos unos céntimos dan de sobra para pensar.
Fue ayer cuando sentada en una terraza pasó un joven con su acordeón. Se colocó enfrente de la mesa de una familia con niños y empezó bajito con su música. En menos de dos segundos lo llamaron y le dieron dinero para que se marchara y los dejara en paz. Muy ingenioso, pero me pareció cruel.
El chico se mudo a donde estaba nuestra mesa. Tocó y tocó y el sonido subió y subió hasta que me era imposible oír lo que decía el de enfrente. Terminó su tabarra y pasó el bote. No le dimos nada…No sé qué fue más humanitario, darle dinero para que no tocara, o dejarlo tocar y luego no dárselo por haber interrumpido nuestra placentera charla. Problemas de conciencia.
De vuelta a casa entré en el supermercado DIA. Poco compré, nada comestible. Llegué a la Caja y observé lo que los demás habían comprado. El señor que estaba delante de mí, vestido al estilo del barrio, llevaba un par de pechugas de pollo, una barra de pan, yogures y unos tomates…A la hora de pagar vi que le invadía la confusión; se puso nervioso. Buscaba en los bolsillos y en la cartera…Finalmente le dijo a la cajera que tendría que dejar una de las cosas que llevaba.
En estas situaciones no sabe uno qué hacer, lo mejor es hacerse el despistado… a mí me salió lo de ¿pero cuánto le falta? La cajera no contestaba y el señor estaba de lo más incomodo. Entre sorprendido y avergonzado me dijo: “no, por favor, no se preocupe”. A lo que yo repetí de nuevo , ¿Cuánto le falta?, entonces me dijo que un Euro. Le puse el Euro en la mano donde ya tenía unos billetes. La cajera se divertía con el intercambio, el señor se apuraba para salir por la puerta a mi par y yo recogía mis cosas para desaparecer de allí lo antes posible. A la salida me dijo atropelladamente:”Bueno, a ver si nos vemos otra vez para poder devolvérselo”. Yo, dándole ya la espalda – íbamos en sentido opuesto, gracias adiós! – le contesté: “no se preocupe, páseselo a otro”…
A algún acordeonista, pensé.
7 comentarios:
saludos desde Burgos
Miguel, y no nos mandas nada en la cabecera?
Bello y muy humano este tu breve relato. En ello reconozco un poco de la ciudad que me he inventado en estos meses. Sus detalles cotidianos.
Un día tendrás que coger el metro. Madrid vive también en esas calles subterráneas. Es todo un universo de diversos tipos de manifestaciones humanas y hasta culturales, que van cambiando segundo la línea y las estaciones…
Gracias Sofia. Claro que cogeré el metro. De momento no lo he necesitado y con este tiempo tan expléndido prefiero andar siempre que sea posible.
Me sigo relamiendo con tu mermelada!
Bonita entrada de otoño en Madrid, Chiqui. ¿Y esa mermelada de Sofía? Hoy he estado preparando dulce de membrillo. Si te portas bien, te daré a probar. ¿Estás ahorrando para el billete de ave?
Elvi, no sé cuándo me van a pagar, luego no quiero gastar mis ahorrillos. Resulta que, aunque trabajé como funcionaria antes de irme a la madre USA me dicen que no tengo número de seguridad social aquí, con lo cual no me han puesto en nómina hasta ahora que lo he conseguido.
Pero me presentaré por ahí en el momento en que el otoño esté en su punto álgido...Cuándo suele ser? En New England lo tienen calculado a la precisión!
Sé que me vas a dar muy bien de comer!
hoy quise pisar un billete con el pie derecho para que no lo reclamen y fue justo cuando el señor de adelante lo levantó haciendose el distraído.....
-Já, no hubiera sido mas nobleque yo preguntara o avisara del caso del billete en el suelo¿¿
......pero eran....100 dólares... glup. Gebere.
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