jueves, julio 09, 2009

DUELOS: A BLOG ON GRIEF

Hace un par de semanas evocaba aquí mi recuerdo de John Bohlinger. Hay personas que pasan por tu vida sin dejar huella, otras la dejan; este es el caso de aquel joven músico - por entonces ‘padre recién estrenado’- al que recordamos con tanto cariño. Sin duda, este afecto se debe a lo que 'de él' dejó en nuestros hijos.
Aquellas personas que estiman y tratan bien a nuestros hijos ganan para siempre la lealtad de los padres.

En mi evocación no quise entrar de lleno en la muerte de August, hijo único de John y Sherry, que murió a los 18 años de una sobredosis de no sé qué droga. Después de dos años y sabiendo que John había rehecho su vida no quería traerle recuerdos tristes. En fin, que me engañaba a mi misma ya que mi experiencia me ha enseñado que la pérdida de una madre, y por supuesto la de un hijo, es algo que se lleva dentro, unas veces mejor que otras, hasta tu propia desaparición.

La prensa americana se hace eco del momento emotivo en que la hija de Michael Jackson , una pequeña de once años, se despide de su padre. Yo sólo podía ver una escena triste: esa niña no quería estar ahí, no quería hablar; tan pronto como pudo se volvió y se escondió en el regazo de su tía. Esa criatura no sentía nada en ese momento. Sí, tenía miedo de que el millón de personas que allí estaban se dieran cuenta de que ‘le daba igual’ la muerte del tan querido padre. Como dicen en inglés ‘She was numb’. Me asombró que nadie comentara este detalle…pero, ¿cómo comentarlo?

Pero bueno, ¿estoy hablando de la hija de Jackson...? No, estoy hablando de otra niña; hace ya años, muchos como para todavía recordarlo, pero no se olvida. Esa otra niña permaneció todo el día sentada, junto con algunos familiares, alrededor de la mesa camilla del cuarto de estar: sus brazos escondían la cara apoyada en el cristal frío de la mesa; un frío que quedaría con ella para el resto de su vida, en las manos, en los pies, en el alma. Oía cómo pasaba la gente camino al dormitorio donde su madre, vestida con lo que un día fuera el traje de novia, yacía sin vida, mas pequeña que nunca… Su madre, con tan buena planta, que se quejaba de gastar un número más de lo que debería…ahora, sus pies, recogidos en unas medias negras, no eran más grandes que el puño de su mano. Y aquel beso de despedida que los mayores le animaron a darle! No era su madre, se dijo la niña. Se convenció bien pronto.

No podía llorar y por eso había que esconderse de los que por allí pasaban. Qué pensarían : “qué sinvergüenza la niña, no soltó ni una lagrima…”

Cuando esa niña creció no le gustaban los cementerios, no podía asistir a funerales, nunca más quiso ver a otro familiar muerto; aun sabiendo que sería juzgada por el resto de la familia. Siempre huyendo de la muerte pero al mismo tiempo teniéndola tan cerca. Asistió a tres funerales: un par de colegas de su marido y el padre de una amiga. En esos funerales, en particular en los de menos importancia, cuando la familia del muerto permanecía serena y hablaban de él con una sonrisa, y hasta de buen humor, la niña – ahora mujer – plantada en la última fila de los bancos de la capilla, lo más lejos posible del féretro, sollozaba, se ahogaba reprimiendo lo imposible… Un llanto inconsolable. La gente volvía la cabeza; la miraban con ojos llenos de hipócrita compasión. Las lagrimas brotaban compulsivamente… ni un mal pañuelo para limpiarse, usaba las mangas del abrigo mientras se decía, “si no conoces a este señor…esto es ridículo”.
Ahora, al cabo de tanto tiempo, avergonzada por llorar por quien ni siquiera la familia lloraba! Su marido la miraba como si supiera de dónde provenían las lágrimas. A la salida de la capilla varios se acercaban y la abrazaban. Ella apenas podía balbucear “no, si yo no lo conocía”. Quería salir de allí lo antes posible; la familia del muerto la miraba extrañada, algunos con gesto de reproche.

Esta escena se repitió un par de veces más, cada vez en menor escala…Se tuvieron que morir tres extraños para, por fin, llorar por su madre que había muerto hacía más de cuarenta años. Y qué bien que le sentó.

Esta historia para presentarles el blog que mi amigo John Bohlinger ha decidido iniciar. Escribir, escribir sobre August y sobre como sobrevivir después de la muerte de un hijo. Espera el que así pueda entender mejor lo que nadie nos puede explicar. Seguir en contacto con ese hijo en el que vertía sus ilusiones y esperanzas; como todos los padres hacemos. Poder comunicarse con otros padres que se encuentran en situaciones similares…Quizás, liberar su dolor al compartirlo con otros.

El blog está en inglés pero, dada la cantidad de visitantes -de diferentes continentes- que este blog tiene, lo voy a dejar aquí como enlace permanente. Espero que quien lo visite lo pase a otros que sufran del vacío producido por la perdida de alguien querido. En general, para todo aquel que ame la vida y respete la muerte.

http://johnbohlinger.wordpress.com/

14 comentarios:

amalia dijo...

Chiqui este relato resonará en todas las almas de los que hayamos perdido a quien quisimos tanto. En ese vacío eterno que su falta nos creó.
Un abrazo a ti y a los que ese dolor une.

tu prima dijo...

Bueno, prima, me he quedado sin palabras. Un relato cargado de emoción, de la emoción de una niña que creció sin su mamá y de la emoción de un padre que se ve obligado a inventarse una fórmula para poder mantener la figura y sobrevivir a un hijo sin dejarse abatir absolutamente. Me parece muy tremendo y muy sobrecogedor. No deberían pasar cosas así, aunque parezca tan simple y pueril decirlo. Me uno al abrazo de Amalia.

estrella dijo...

Pues si, Amalia y Prima. Cuando escribí sobre John quería pensar - ingenua de mí- que, después de dos años y con su reciente matrimonio con Megan, habría pasado lo peor de la crisis. Me equivocaba. Creo que ahora está en la etapa de las preguntas sin respuesta : ¿por qué mi hijo?.

Si veis su blog observareis que todas las entradas que ha colgado están escritas la misma noche. Recibí un correo donde me decía que ‘no sabía nada de blogs’ pero que después de leer lo que había escrito yo, se puso de una forma compulsiva a escribir sobre la muerte de su hijo. Ha decidido que será una forma de conectarse con otros padres que hayan pasado por situaciones similares. Quizás ayudarse mutuamente.

Yo lo he leído y me paraliza. Qué hacer, qué decir. El lleva razón : todo le suena a hueco

robin dijo...

Sólo ocho años y asististe a la muerte de tu madre... Eso debe de ser sobrecogedor para alguien tan pequeño. Hablé una vez con Pilar Ibars, la primera mujer de Eduardo Haro Tecglen, cuyo hijo murió de "sobredosis", a los treinta. Me dijo que no se superaba la muerte de un hijo, porque no estamos preparados para eso. Pobre John. Pero de esa materia estamos hechos los seres humanos. Compadecerse es compartir un dolor común a todos. Y es de ley hacerlo.

estrella dijo...

Robin, qué bien escribes el inglés.

Creo que no podemos imaginar lo que es la muerte de un hijo, en eso lleva razón todo el que ha pasado por ello. Lo empeora las circunstancias de esa muerte.

No olvidéis que John entiende el español.

Anónimo dijo...

Acababa de cumplir once an~os, cuando de repente, en frente de mi, mi madre, quien acostumbraba hablar por las tardes con sus amigos y los parientes que vivian en la ciudad, cayo de repente al suelo, en frente de mi, mientras hablaba con una sobrina que vivia en la ciudad. Mi padre se apresuro a darle aire; hincado a su lado, le desabrocho la camisa. Yo estaba petrificada, viendo a mi madre, quien yacia en el suelo, la espuma formándose en el resquicio de la boca, despues de hablar por teléfono con una sobrina, quien colgó el auricular y llegó a mi casa con su esposo. La muerte entro esa tarde en mi casa; en dos días, entraron mi tia y mi abuela. Cada noche, se rezaba el novenario, hincados todos los amigos y parientes que vivian en la ciudad en la sala de mi casa. La voz de mi abuela resonaba por la casa: Santa Maria, madre de Dios… Mi madre no estaba allí.
Mi madre yacia en un ataúd forrado de satin blanco. El ataúd estaba abierto; los amigos y parientes que vivian en la ciudad nos acompan~aban esa noche para despedirse de ella. Estaba rodeada de gardenias cuyo olor imita el olor de la muerte. Me acerque a besarla; su cutiz despedia la frialdad del satin. La llevamos al cementerio; la fosa abierta en el césped nos sonrio a todos. Allí la plantamos, como una flor. La muerte tiene olor de gardenia.

estrella dijo...

Anónimo. Eso nos une, ¿verdad? Nunca se puede,o quiere uno, olvidar. Yo no asocio la gardenia con la muerte, pero hay otras flores que en EE.UU. son caseras y en España forman parte del paisaje de los ritos mortuorios…no las soporto.
Once años, y tan de repente. Tienes que acercarte a mi edad, por la descripción que haces. Terrible. Al menos yo tuve varios meses para hacerme a la idea de su ausencia, los meses en que mi madre ya no existía, la morfina me la había robado. Y yo negociando con dios y la santísima trinidad…Las experiencias, cómo te hacen aprender más rápido de lo que uno quisiera.
Gracias por compartir conmigo tu recuerdo. No creas, ayuda.

tu prima dijo...

Pues sigo sin palabras, la verdad. Siempre me gana el respeto por un dolor que veo y siento tan tremendo. Todo lo que se pueda decir parece de verdad muy vacío. El apoyo de los amigos, la comprensión, compartir la angustia con otros que la sufrieron y quizás el paso del tiempo puedan ayudar algo, sin duda. Pero todo suena demasiado vulgar comparado con el abismo de algo así. Vuestros testimonios lo reflejan claramente. Tu relato es muy conmovedor, prima, y para mi viene envuelto en nuestro cariño e intimidad. Pero es que el del Anónimo, a quien no conozco de nada, también desprende esa emoción a la que da mucha pena asomarse.

estrella dijo...

Prima, tú sabes que he tenido mucha suerte en mi vida. Cariño nunca me ha faltado. Mi madre se murió obsesionada con “qué va a ser de la niña”. Creo que a mi hermano, por ser hombre y mayor que yo, lo veía más independiente. Yo no entendía por qué se preocupaba por mí, la que se moría era ella. Durante un tiempo me sentía culpable cuando todo me iba tan bien… ¿De qué había servido su angustia al dejarnos desamparados…?
La primera tía con la que viví se llamaba Amparo; y eso fue para mí.
La segunda Esperanza; y eso me dio!

Según he ido cumpliendo años, más aun después de ser madre, mi dolor, mi rabia, derivan de pensar todo lo que ella no ha vivido. Los muertos son los que pierden, por mucho que nosotros los echemos de menos!

Jonh , aunque titula una de sus reflexiones “Without you,I’m not me”
está llegando a ese punto donde empieza a darse cuenta que el intento de razonamiento, lo incomprensible de ‘¿por qué mi hijo?’, y tan joven, supera al dolor ‘egoísta’ de su ausencia.
Su hijo se pierde esos momentos que él disfruta y por eso no los puede vivir plenamente.

Elvira dijo...

Cuánto hay de sabio en tus palabras, Chiqui. Esta mañana, mientras recogía unas ciruelas del jardín, y después, al darme un baño en la piscina de agua clara sin cloro, pensé en mi padre. En lo que habría disfrutado de estar vivo. Y esa pena aminora tu alegría; es cierto.

estrella dijo...

Elvi, con que ciruelas y piscina...? Qué suerte tienes. Yo he pasado el día trabajando en el jardín. Podando un par de árboles que crecían de una manera dislocada en un pequeño espacio y componiendo un par de jardineras para colgar en el porche. Hoy ha hecho un día hermoso!

estrella dijo...

El blog de Vicente Verdú nos acompaña hoy en el tema del dolor y la ausencia…y la traición… Y quién no ha sido traicionado en esta vida? Y quién no ha traicionado, aunque no fuéramos conscientes de que lo hacíamos.

Muy bueno, y corto!

http://www.elboomeran.com/blog-post/11/7270/vicente-verdu/la-traicion/

Anónimo dijo...

well.. it's like I knew!

Anónimo dijo...

al escuchar las palabras de su madre: -muérete!! palideció y el filo de aquel momento cortó por completo su respiración, desde entonces camina deambulante con la vista sin ver y el suspiro sinsalir como esa lágrima que se atoró en su ser, sabiendo que aquella palada de dolor lo aplastó por completo. Saber que ella, la que le dió el respirar también se lo quito y aún así viven.. ¿viven?. (ADMIRADOR HOMÓNIMO) -Ro