domingo, diciembre 05, 2010

HOMENAJE A MARIO HERNANDEZ

El homenaje a Mario Hernández, organizado en Madrid por un grupo de queridos compañeros, llegó y pasó sin que muchos de nosotros pudiéramos estar presentes. Algunas noticias tenemos en el blog de Pablo Jauralde y en el de Javier Yagüe. A ellos me uno para traerles aquí, si no el calor humano de la velada, imágenes mandadas por amigos y unos poemas de Mario.

Estos poemas forman parte del librito confeccionado con el cariño y el buen gusto de Emilio Torné. Se titula Nave del sueño, Antología mínima. En la cubierta un grabado de su hermano Gonzalo y el prologo es de Christopher Maurer, uno de los amigos más antiguos de Mario y Alicia que allí se encontraba esa noche. Los cuatro nos conocimos en 1977. Año difícil de olvidar, Mario diseñó la tarjeta de nuestra boda y para ella escribió estos versos:

Fuente de amor, de luz, de luna y sol continuo.
El agua su destino busca y profundo origen,
hombre y mujer unidos con cielo y con estrella.

Queridos Mario y Alicia, que en este nuevo estado de santidad, os quede más tiempo para viajar y visitar a los que todavía amarrados estamos a los horarios y cambios caprichosos de las estaciones. Felicidades a los dos.

Cinco poemas de Mario Hernández

CUENTO DE CUENTOS

Te contaré los días que pasaron
arrastrando su manto por la hierba,
escarlata la ropa de los duendes,
la florecida rama de las noches.

De reyes y recintos encendidos,
sabidurías, súmulas, digestos,
cuentas bancarias y lavanderías,
letras de hierro lábiles, paraguas.

Las calles enlodadas allí estaban
de cabezas picudas, de princesas,
de melocotoneros y de avispas.

Aún perduran nupciales caracteres,
golas nevadas, lunas como tinta
que desangró en el mar de las virtudes.


DISTINTA SOMBRA DE DÁNAE

LLUVIA DE ORO

Grandes puñados de sol
descienden en capital
desprendimiento animal,
lumbrarada de farol.
Solícito girasol,
la ninfa de crudo raso
abriose al celeste caso,
y el dios, en prodigio y prosa,
acaudaló tallo y rosa,
dorador de humano vaso.

ADORACIÓN

Sola en la torre no sabe,
no mira, no quiere nada
más que sentirse abrazada
por una desnuda y suave
lluvia que en silente clave
obtuvo secreto afín.
Áureo destino y confín
de Perseo se proclama
entre la nieve y la llama,
mutuos los fines sin fin.

******
SUEÑO LUNAR

Dormida luna concisa,
a la luna paralela,
luna curvada que vela
en el candor de la brisa.
Arde en la noche precisa
insinuación abismada.
La cama sueña soñada
y por silencios de alfombra
me acerco a bañada sombra.
Alienta como si nada.

NOCTURNO

En el mundo de la noche
--honda ficción luminosa--
duerme en su sombra la rosa,
se cierra el cielo en un broche
de conjunción silenciosa
y terrenal es el fuego,
poder de melancolía
que mira en la altura fría
bosques de luz de sosiego
en donde el ser moriría.
Fulgor de las palabras
C. Maurer

La poesía de Mario Hernández es “plaza partida”, juego de luz y sombra, contraste de lo fugaz y lo duradero. Se fija en el fulgor repentino y en la centella: “nieve en sombra radiante”, “nácar vivo en penumbra”; agua nocturna que brilla “un instante entre las piedras” y toma “de nuevo su cauce remoto de oscuridad”.
Y este fulgor del mundo natural tiene su correlato en la vida del hombre. La estación que siente más hondamente nuestro poeta debe de ser el otoño, “el árbol verde roto en quemaduras” bajo un cielo gris o madreperla, cuando se entretejen de forma más visible vida y muerte: presencia constante en su obra. En la sombra, de repente, llamean la vida y el amor: “crepúsculo marino / donde Venus fulgura”.

Luz dormida, como en una de sus delicadas estampas de Galicia, cuyo paisaje ha hecho amorosamente suyo, plantando árboles y escribiendo versos: “Suave se apoya / la luna sobre el pecho / del oleaje / y allí, barca, se duerme / con fulgor palpitante.”
Se juntan en su obra, como en esta tanka, lo visual y lo verbal: poesía y pintura. El crítico que ha estudiado y descrito con pulcritud y precisión los trazos de pluma o lápiz en los dibujos de García Lorca y los enigmas del joven Dalí es también un poeta—maestro del ritmo y del lenguaje—que sabe conversar con la cerámica, los mapas antiguos, las acuarelas de Tàpies, la tinta ardiente de Picasso, y los toreros, burros y brujas de Goya o de Gonzalo Torné.

El lector de Mario Hernández se pasea por mundos imaginativos, a veces de ensoñación, como el que se anuncia en un temprano “Cuento de cuentos”: espacio donde reluce en la oscuridad la ropa escarlata de los duendes. Mundo de gnomos, de seres pequeños, de habitantes de Liliput: “de reyes y recintos encendidos, / sabidurías, súmulas, digestos.” Reino de magia antigua donde se oyen borrosas conversaciones que recuerdan a Max Ernst, a Tomé de Burguillos, o a Lewis Carroll: “una nube de acero se deshila, / porque vino con siete botas pares / un gato en una abeja sumergido.”
Este observador tan atento y exacto del mundo natural y del mundo histórico, tan buen dibujante de sueños y visiones, es también, un satírico sagaz, autor de temibles epigramas y caricaturas en prosa. Cultiva ese género, y otros, con honda conciencia de la tradición. No se deja dominar por el pasado poético, lo domina él. Llama la atención cómo este lector, que ha cuidado sabia y generosamente la obra de tantos, cultiva una voz poética suya, cálida, única e
inconfundible: voz propia que recoge, mejor que otras, las alusiones y resonancias de una larguísima tradición española. Voz trenzada de luz y de sombra donde, contra un trasfondo oscuro, como en uno de sus admirados cuadros de Sánchez Cotán, se percibe con milagrosa claridad y nitidez, lo permanente de lo fugaz y el prodigio del ser.

Mario Hernández
Palabras de agradecimiento: La amistad


Una antiquísima idea nos dice que la riqueza de un hombre se calcula por la cantidad o altura moral de sus amigos. Yo hoy me siento inmensa y mutuamente rico; acorde, además, con un pensamiento que tiene la amistad como “un amor perfecto entre hombres buenos, iguales en condición y semejantes en virtud, dispuestos a anteponer el bien del otro al suyo propio.” Así lo explica un comentarista de Lope, glosando una tradición que se remonta a Aristóteles y pasa por Cicerón y los padres de la Iglesia. Ya bajo la cristianización del concepto de amicitia. Puesto que aquí somos hombres y mujeres, unidos en amistad y en algo que va mas allá de mi mismo, como amor al saber, al deseo de saber, al deseo de saber en común amistad, a la experiencia inacabable del conocimiento verdadero, sin urgencias ni necesidades o aplicaciones inmediatas, quiero exaltar ese fervor, agradecer ese aliento, nutrirme de la amistad en que comulgo y de la que me hacéis generosamente participe.

No he sabido nada de lo que hacíais, pero no puedo negar que he barruntado que algo se movía a mi alrededor. He querido iniciar unos versos a última hora. Al ser solo un esbozo de algo, les he puesto valientemente al lado un soneto de La Circe de Lope y, como en esos museos donde se funden en paredes contiguas un lienzo de hoy mismo con otro de Rubens o de Velázquez, yo, lienzo abstracto manchado en primera sesión, declino pobremente mi rosa rosae en nueve versos endecasílabos para saltar después a un suelto soneto en que Lope de Vega glosa, con su maestría de siempre, la Ética a Nicomaco del Estagirita.

Empezaba yo ayer:

El bien más alto de la vida tiene
un corazón de luz y una columna
que comunica el cielo con el alba.

Viene el ser sobre el ser, camina la luna
de presencia en la noche y las estrellas
derivan en el aire palpitante.

Es nada el hombre? Mas su ser se colma
de bienandanza si la dicha toca
de mano amiga o del amor despierto…

Bajo el nombre mago de La Circe, dijo antaño Lope de Vega Carpio:

Beatus quí invenít amicum verum
Eccl., cap.35
Yo dije siempre, y lo diré, y lo digo,
que es la amistad el bien mayor humano;
mas ¿qué español, qué griego, qué romano
nos ha de dar este perfeto amigo?

Alabo, reverencio, amo, bendigo
aquel a quien el cielo soberano
dio un amigo perfeto, y no es en vano;
que fue, confieso, liberal conmigo.

Tener un grande amigo y obligalle
es el último bien, y por querelle,
el alma, el bien y el mal comunicalle;

Mas yo quiero vivir sin conocelle;
que no quiero la gloria de ganalle
por no tener el miedo de perdelle.

Lope, sabiamente retórico, niega el deseo de lo que tiene, por el temor del acabamiento. Por ese mismo temor nos encerramos tras los muros, cerramos los ojos, nos envolvemos en nubes. Yo agradezco infinitamente ese rompimiento de luz que me ofrecéis, esa prueba de amistad, ese deber de fidelidad que a todos nos acoge y que es un todos nosotros. ¡Gracias infinitas!

Madrid, 27 de noviembre de 2010


Enlace: Mario Hernández: El Cristo de Velázquez


15 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Cuánto me hubiera gustado asistir! Mario Hernández trataba y ayudaba con exquisita delicadeza a los que como yo veníamos de lejos; siempre estaba rodeado por nosotros.

pinguino despistado dijo...

Un abrazo desde el Japón del pingüino dspistado

estrella dijo...

Gracias Pingüino. No sé si Mario te reconocerá vestido de chaqué! Pero lo del Japón le sonará.

Carlos dijo...

Muy bueno el comentario de CM. a la poesía de Mario. Difícil hacerlo mejor en tan pocas palabras.

Elvira dijo...

¡Qué buena cena en buena compañía! Veo a Margarita Ramírez que tan bien conoció a Claudio Guillén, Claudie para Teresa. Y Mario está espléndido, como si el tiempo transcurrido hubiera sido buen amigo también. Encuanto a lo escrito por CM, ¡qué decir! Un lujo. Gracias.

Klaus dijo...

El pofesor Mario Hernández veo que es el prestigioso lorquista... ¿y cómo le dejan irse de la universidad? Hay cosas que no se entienden de ese hermoso país.

Elvira dijo...

Querido klaus (quienquiera que seas): en España se da la ecuación indirectamente proporcional de que cuanto más vales más te quieren quitar de enmedio. ¿De verdad no lo sabía usted?

estrella dijo...

Klaus y Elvira. La jubilación de Mario ha sido voluntaria. Hasta ahí sé yo.
Otros sabrán más del politiqueo de pasillos y café de la Universidad española.

estrella dijo...

He añadido a la entrada las palabras de agradecimiento de Mario al grupo de amigos que lo festejaban. Acaban éstas en unos endecasílabos de nuestro poeta que conectan con un soneto de Lope sobre la amistad. No se lo pierdan!

tadeusz dijo...

Gracias Estrella. Cuando me jubile quiero que me entierren en tu blog, con la ventana abierta.

Larga y feliz jubilación a Mario.

estrella dijo...

De acuerdo Tadeusz. Y una cesta de naranjas chinas!

Anónimo dijo...

Hola, muy interesante el post, muchos saludos desde Mexico!

Elvira dijo...

Ay, anónimo mexicano, perdón por lo del chinging. ¿Ves? Vas a tener razón, Chiqui: me tendrás que lavar la boca con jabón. Jo.

estrella dijo...

Gracias Méjico! Aprovecho ésta para saludar a los muchos visitantes que frecuentan mi blog. Me esforzaré para que les merezca la pena la visita. Comenten, por favor.

Si es que han pasado por Cartas de mi molino (el blog de Elvira) entenderán su referencia al “chin…”

Lola dijo...

No ha podido ser mejor la elección del soneto, de Lope de Vega, enlazando con el soneto de M.H. sobre la amista, es sublime, estoy de acuerdo con Mario Hernández, enhorabuena por tan merecido reconocimiento. Mis felicitaciones a C.Maurer, efectivamente es todo un lujo como comenta Elvira.