Es todo lo que puedo decir de ella: que era linda. Cuando la vi, estaba diez pisos más abajo, cruzando la avenida La Salle. Eran las cinco y pico de la tarde, y yo había interrumpido lo que estaba escribiendo y me había preparado un café fuerte, con un copete de crema, que tomaba de pie al lado de la ventana, mirando el parque nevado. Los autobuses volvían del centro repletos, y descargaban pasajeros que cruzaban el parque como hormigas negras en la nieve fresca. Suelo sentir una mezquina satisfacción cuando estoy seca y caliente en mi casa y veo a otros luchar contra la nieve y el viento. Nevaba tupido desde hacía horas. Mientras escribía, había oído a los camiones de la municipalidad, que pasaban a intervalos cortos, arrastrando nieve con su pala levantada. La nieve arrastrada forma murallas, cada vez más pétreas, contra los cordones de las veredas. Al cruzar la calle hay que calcular por dónde va a entrar uno en la acera de enfrente, y trepar por donde lo hayan hecho otros antes. Era el fin del invierno y había luz natural a las cinco y pico, pero todavía hacía mucho frío. Vi a la mujer salir del parque y seguir a otros que habían elegido el mejor lugar para cruzar la avenida. Creo que la distinguí porque era alta y pese a la nieve caminaba con elegancia. Tenía un abrigo muy largo de color marrón claro, con su capucha levantada. El tráfico era lento, como siempre en los días de tormenta. Debajo de la nieve, e incluso en el pavimento que parece limpio, hay hielo, y todos lo sabemos.
El coche que iba a matarla venía por la calle lateral y quiso doblar a la derecha, en La Salle. La mujer había cruzado parte de la avenida y estaba parada en un descanso, una breve plataforma cuya misión en realidad es impedir que crucen por ahí los autos, pero que a veces usan los peatones. Allí estaba, esperando, y yo mirándola. El viento feroz de mi esquina le arrancó la capucha, y se le soltó por el aire una melena oscura muy bonita. Ella giraba en el viento para ponerse la capucha otra vez. No le vi bien la cara, pero me pareció una mujer linda. También me pareció que se reía. Se movía con gracia. No llegó a ponerse la capucha. El coche que venía por la lateral quiso doblar y no pudo, resbaló en el hielo, siguió de frente, la arrolló.
Del coche bajó una mujer, y corrieron hacia allí unas cuantas personas. Yo seguía con la taza entre las manos, en la ventana. Hubo un silencio extraño, como si no hubiera pasado nada, y lo único disonante era el coche cruzado en la calle y la gente que lo rodeaba. Se habían quedado inmóviles. Enseguida oí las sirenas de la policía y de las ambulancias, y ya no miré más. La mujer linda daba vueltas en el viento con mucha gracia. No parecía tener frío. Se la veía contenta, quizá deseando llegar a su casa para contarle algo bueno a alguien.
Sentada en un sillón, escuchando las sirenas, sentí que me había hecho amiga de esa desconocida que ahora se estaba muriendo bajo mi ventana. Había compartido con ella, mirándola sin que me viera, los segundos últimos de su vida, la había observado con simpatía y hasta con un poco de envidia, la había adivinado y apreciado, había imaginado por qué estaba contenta, ahí en medio de la calle, bajo la nieve.
Desde aquel día, mi memoria guarda con cariño a la mujer linda. A veces, al cruzar la avenida en dirección a mi casa, me detengo en el mismo lugar en que estaba ella cuando la mataron y levanto los ojos hacia mi ventana, como si ella me estuviera mirando, con una taza de café en la mano.
OTROS DE SUS CUENTOS EN EL BLOG:
La cólera de Shubert
Noches con Schubert
La traición del electricista
Luna de Miel
El insomnio
Taquicardia
Las Grandes ciudades
Cuentos de la funeraria
Graciela y el amor
Las galletitas chinas
20 comentarios:
Graciela es una de nuestras más fieles colaboradoras del blog. En Chicago, desde su ventana, nos trae este sobrecogedor - casi fantástico - relato.
De acuerdo con esta temible temporada de invierno que se nos ha echado encima.
Algunos de sus libros:
http://www.casadellibro.com/libros/reyes-graciela/reyes32graciela
Es un relato circular, me encantó.
Una historia que ocurre en tres minutos y dura una eternidad.
Y con el toque al alma!
Graciela, chapeau y gracias por haberlo escrito!
Una historia circular con un final a lo Cortazar.Un placer volverte a Leer, Graciela.
Que buenas las ilustraciones. La primera es una foto, Chiqui?
Chiqui, ¿te acuerdas de que me dijiste (ya hace tiempo) que tendría la oportunidad de felicitar en persona al profesor Maurer por el descubrimiento del manuscrito de Lorca? ¡Pues efectivamente, tuve la ocasión hace un par de semanas en la BNE! Fui como todos los lunes a cumplir con las tareas de investigación que me encomienda Pablo en el grupo y no solo me lo presentó sino que además le tuve de compañero en el pupitre de al lado, ¡no me lo podía creer! Estuvimos hablando de cosas varias: de tu blog, de Jorge Guillén, de métrica, de Antonio Carvajal... Realmente encantador. He terminado hoy los exámenes y he estado desconectada pero me incorporo de nuevo con la emoción de la noticia. Fue una tarde inolvidable.
Definitivamente Cortazar anda por ahí; pero es Graciela quien describe a la mujer linda que "daba vueltas en el viento con mucha gracia"... " Se la veía contenta, quizá deseando llegar a su casa para contarle algo bueno a alguien."
La narradora "la había observado con simpatía y hasta con un poco de envidia, la había adivinado y apreciado, había imaginado por qué estaba contenta,"...
Como lectora me pregunto: por qué esa envidia sana? Qué imaginaria la narradora. Es ella la que acaba siendo la protagonista de su narración, hasta el punto en que - como en Ajolote, o tantos otros cuentos de Cortázar - no sabemos quién toma el café y quien espera abajo.
Tibisay, me habló Christopher de ti pero no te conecté con el seudónimo. Me alegro mucho que os conocierais. Está encantado con sus nuevos estudiantes!
Los sexámenes deberían estar prohibidos, no es forma seria de evaluar a nivel universitario (mi opinión)
eh, eh, Chiqui! ¿Quė es lo que dices de “los sexámenes”?
Ahh... claro. Sí, en mi familia y círculos cercanos me llaman Tibi. Estoy totalmente de acuerdo contigo: no se puede valorar a un estudiante universitario solo por un examen o por las citas de críticos que ponga o deje de poner (a propósito de la entrada "Lectura del Quijote" en el blog de tu vecino). Me ha encantado el relato de Graciela Reyes, gracias Chiqui.
Como decís, Chiqui, ese cuento es de Graciela. Me gustó mucho esa perspectiva afectiva y emocionalmente femenina.
Está en un terreno de intersección entre intelecto y alma.
Ay, Amalia, admiro tu sensibilidad artistica.
Marco Porcio, explíquese usted: ni Tibisaby ni yo hemos asociado exámenes con sex!
Creía que los profesores españoles habían progresado en estas últimas décadas...
Impresionante, Gaciela. Os estoy viendo a ti y a ella. Me ha gustado mucho el cambio de perspectiva al final.
Chiqui, el cuento me ha encantado. no se como encontraste esa foto, es perfecta
La foto? pura suerte. La primera que salió en Google !
http://www.emcdda.europa.eu/themes/women
Chiqui, estoy intentando volver a la escritura en "espanol". Forzosamente a mano, pero mi ultimo intento esta en el (bilingue). No sé, trato de imaginar una conversacion con graciela reyes tomando café...
Hola Manuel. Me alegra tu vuelta al blog y al español. Leeré más despacio tu apocalíptico poema. No olvides tu lengua materna.
Si tuvieras una conversación con Graciela a la hora del café podría ser cautivadora...Con un buen rioja se prolongaría hasta las altas horas de la mañana y nunca se sabe lo que pasara...Visítala en Chicago!
Uf, me va a entrar la risa tonta. A ver qué me dice Graciela desde Chicago, y ahora que va a subir el dolar que se pase por Paris.
Pues creo, Manuel, que si Graciela sontestara, lo dudo, nos mandaria a los dos a las Alpujarras!
Una preciosidad de cuento sin duda. Hay algo en él que me recuerda a "Los amantes del círculo polar". ¿Alguien la ha visto?
Me gusta mucho. Un seguidor y sobrino tuyo. Pipi.
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