Personalmente, me encontraba bien fastidiada. ¿Cómo se le había ocurrido a este tío llamar a su canción-baile “el ChikiChiki”? Aunque usara la ‘k’ no dejaba de molestarme ver representado mi ‘nickname’ (= alias, seudónimo, ¡vamos, que no hay que recurrir al inglés, que los préstamos se pagan caros!) ¿Qué iba a hacer yo si ganaba? Me tendría que deshacer de mi tan querido apodo, siempre usado por mi querida tía, para llamar (he descubierto ahora) a cualquiera a quien le tenga cariño. ¿Y mi perro? A estas alturas de su larga y mimada vida…! ¡Qué faena! Pero la sangre no llegó al río.
Llegué a casa cuando el festival ya había empezado, iban por la canción doce y decidí seguirlo ya que quedarían sólo unos cuantos participantes. No, resulta que el número de países pasaba este año de cuarenta; sería una veintena cuando salí de España a finales de los setenta. No sólo el número de participantes me sorprendió sino el cambio radical de las presentaciones. Por momentos no sabía uno si estaba viendo una presentación tipo cabaret, o se trataba de un espectáculo circense o, lo más frecuente, un video con todos los efectos especiales que les acompañan. Un exceso de todo: ruido, vestimenta, luces, flashes, movimiento (de pies, caderas, cabezas…) Vamos, que acabé peor que si hubiera cruzado la travesía Italia – Grecia. ¡Qué malita me puse en aquella ‘dichosa’ ocasión!
Cuando apareció el trío de Rusia, en unos segundos predije que sería el ganador. Luego me enteré que eran los favoritos. Insuperables: tres hombres en blanco y negro: la voz y sex appeal, para todos los gustos, edades y tendencias, de Dima Bilan (hasta se desabrochó la camisa al final…no hombre, hay que ser más sutil); el campeón olímpico de patinaje sobre hielo Evgeny Pluschenko, a quien he visto crecer en las pistas de EE.UU. ; y el violinista húngaro Edwin Marton tocando un Stradivarius. Una combinación explosiva. La canción en inglés; la melodía me es tan familiar que no pararé de tararearla hasta acordarme qué otra canción me recuerda. COCO me podría ayudar en esto.
Lo cierto es que los que más votos se llevaron se acercaban más al modelo tradicional de la época que yo conocía…la del “La, la, la... ” (Se rumorea ahora que Massiel ganó porque Franco compró los votos). Si más sobria la presentación (dentro de lo que se podría llamar sobriedad entre tanto derroche de mal gusto), mayor número de votos se llevó. La chica de Grecia – nacida en NY – también me gustó por su natural gracia y buena voz. La canción recuerda el estilo de los hermanos Jackson.
La distribución de los votos fue lo más ridículo de toda la presentación: señal de que ya no se toma este festival de una forma competitiva, aunque los países del Este fueron los que más esfuerzo artístico habían puesto en ella. Los ejemplos más lamentables fueron Andorra y Portugal dando a España el número más alto de votos posibles. España los correspondió en la misma medida, siguiendo así el catecismo cristiano «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» La prensa comentaba que los países del Este se ayudaban entre sí; ¿por qué no? Al menos, en general, la calidad de sus presentaciones fue superior a la de países de larga tradición en el festival: Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y España etc.
Una noche inesperada. Una vez más, ‘como muestra un botón’: el tiempo pasa sin que uno se de cuenta que hasta las cosas mas olvidadas y superficiales se transforman y adaptan a las nuevas circunstancias. Me fui a dormir pensando los muchos años que me he perdido el Festival de Eurovisión. Qué barbaridad, la única que no ha evolucionado soy yo!