martes, septiembre 30, 2014

La Cesta Zulú




Una de las escenas de la película que veíamos trataba de la donación—por parte de la protagonista—de su colección de cestas artesanales al museo del pueblo.
—Hace mucho  —comentó mi marido— que no veo esa cesta tan bonita hecha de hilos de teléfono...  ¿Dónde está?
Recorrí mentalmente los lugares en que la había puesto. No la veía.
—Llevas razón, yo tampoco la he visto últimamente...Vaya, en un par de años por lo menos.
Perdimos interés por la película; el misterio de la cesta Zulú nos había atrapado... Durante un tiempo estuvo en la mesa del comedor, luego la pasé a la del salón; de vuelta al comedor, en la mesita redonda... Es todo lo que recordaba.
—¿No se la habrás regalado a alguien?
No había reproche en su pregunta. Con frecuencia regalo cosas cuando veo que a alguien le gusta y el objeto no es imprescindible para  mí. Pasaron por mi mente caras, nombres, parentescos... Nada, imposible que la hubiera dado; me encantaba y él me la había regalado.
—¿No se la habrá llevado uno de los niños?
¿Mis hijos? ¡Qué va! Ya quisiera yo que se interesaran en lo que me rodea...De todas formas, no tienen espacio ni para lo necesario. Uno en NY y el otro en Washington DC... Difícil lo tienen para acumular cosas “innecesarias”. Algún día llegaré a ese estado de simplicidad...pronto... lo tengo como meta. Claro que la mayor simplicidad la trae la muerte, las cenizas, la nada.
Mientras pensaba en todo esto ya había bajado al primer piso y mirado en cajones, armarios... pero la cesta tenía un tamaño que no podía caber en la mayoría de los sitios en que la había buscado. Aun así, volví a ellos una segunda vez.
Seguía repasando nombres, fechas, eventos especiales en los que podría haber regalado la cesta... Que no, imposible. Cuando volví al segundo piso y empecé a buscar, sitio al que me dirigía, mi marido repetía “ya he mirado yo”.
—¿No estará en el sótano?
—Pero ¡estás loco! ¿Cómo la pondría en el sótano, con la humedad que hay? Además... ¡me encanta!
Era cierto, me angustiaba pensar que en un momento de debilidad la hubiera dado. Se nos ocurrió que quizás alguien se la había llevado. Esos pensamientos son inevitables y uno se siente tan ruin cuando nos tientan... ¿Quién se la iba a llevar? Si hubiera sido un  cenicero coleccionable...y aun así. Imposible.
Cansados, tristes, irritados, lo dejamos. Eran las once y media y habíamos pasado más de una hora en una búsqueda inútil pero con su carga de misterio. Quizás mañana, con la cabeza mas despejada...
Me cepillé los dientes y, como de costumbre, sin mirarme en el espejo me quité los pendientes y los puse a la derecha de la cómoda encima de un fular doblado. Un sobresalto asaltó mi corazón: entre el pañuelo asomaban los filos de la cesta... Un momento de enajenamiento me embargó. ¿Cómo era posible? Llamé a mi marido como el que acaba de ver la cabeza del que está a punto de nacer. Cuando llegó, alarmado, levanté el pañuelo, la caja de aspirinas, las tijeras de las uñas... Ahí estaba la cesta, en su absoluto esplendor. Hace más de dos años que la puse ahí ¡para así verla todos los días!
—¡Estoy perdiendo la cabeza a trote de caballo! ¿Cómo te explicas esto? le pregunté con angustia.
Y él, en su incredulidad por lo que veía —hasta la tuvo que tocar—contestó:
—Lo familiar es lo que más se mira y menos se ve.

            

domingo, septiembre 21, 2014

Adiós al Jardín


Final de verano y recorte de melena para los abedules que  en su ancho y a sus anchas se extendían  ya a las casas vecinas. No hemos alcanzado hasta la cresta pero le hemos quitado  esas ramas que cargadas de nieve este invierno podrían acabar con ellos.
Las plantas de la nueva fuente  han agarrado y prometen volver  la próxima primavera con  hortensias y crecidas hostas y helechos.
Ahora toca recogerse temprano, a las siete ya  anochece. Habrá que sacar los edredones, lavar las cortinas y limpiar  las alfombras...
Quizás buscar  un lugar donde  se prolongue  el día  para  evitar que el invierno se haga demasiado largo.  El Retiro, hace tiempo que no lo he visto en octubre.


viernes, septiembre 12, 2014

Leonard Cohen: It was almost like the blues


I saw some people starving
There was murder, there was rape
Their villages were burning
They were trying to escape

I couldn’t meet their glances
I was staring at my shoes
It was acid, it was tragic
It was almost like the blues
It was almost like the blues

I have to die a little
between each murderous plot
and when I’m finished thinking
I have to die a lot

There’s torture, and there’s killing
and there’s all my bad reviews
The war, the children missing, lord
It’s almost like the blues
It’s almost like the blues

Though I let my heart get frozen
to keep away the rot
my father says I’m chosen
my mother says I’m not

I listened to their story
of the gypsies and the Jews
It was good, it wasn’t boring
It was almost like the blues
It was almost like the blues

There is no G-d in heaven
There is no hell below
So says the great professor
of all there is to know

But I’ve had the invitation
that a sinner can’t refuse
It’s almost like salvation
It’s almost like the blues
It’s almost like the blues



jueves, septiembre 11, 2014

Por mi mano tengo plantado...


“Como espiral regreso siempre al mismo punto”, dice Paco Álvarez en uno de sus poemas. Ese punto para mí es mi jardín, donde he pasado casi todo el verano. Cansada de pensar en guerras entre musulmanes, arameos y cristianos; en violencia racial, de género, fratricida... allí me cobijé. Bajo el sol­ –la mayoría de los días– y el frescor de la mañana y la tarde.
 He cavado no sé cuántos hoyos,
he separado las raíces muertas de la buena tierra,
he dividido plantas y las he propagado por rincones solitarios,
he salpicado colores donde solo había verde
 Me encuentro ahora en la media luna de mi patio. Una nueva fuente de la que me enamoré hace tres años y que por fin ha hecho su peregrinación a casa. Un gran bloque de granito que con amor fue tallado para contener agua y alegrar a los vecinos y a los pájaros. Cuatro mozos, un camión y una grúa para depositarla en su rincón.  Con esmero pienso lo poco que necesita a su alrededor para lucir al otro lado del Buda, que parece alegrarse por su compañía... trabajo arduo no pasarse!
Les invito la próxima primavera a que tomen un café conmigo en este lugar, cuando todo haya madurado y esté en flor. Espero que para entonces  vea más claro el propósito de tanta violencia, de tanto sufrimiento, de tanto sin sentir. Si así no es, tendré que rehacer mi jardín.






lunes, septiembre 01, 2014

Chapeau, Mister Cohen !

No soy una asidua de FB pero cuando me paso por ahí siempre encuentro algo interesante o algo que me hace reír...y llorar, si es que supiera llorar – se me ha olvidado, aunque nunca fui llorona. Hoy tropiezo con un valiente Leonard Cohen. Sus admiradores ya saben de este “pedacito” de su vida, pero me ha conmovido oírlo de sus labios.

Chapeau! Mister Cohen.