Hoy, día de mi cumpleaños, me
llega una larga carta de mi hermano Severiano. La encabeza la foto que ven
aquí. Lo primero que he hecho ha sido aumentarla y mirarla con asombro. Cuántos
recuerdos, cuántas horas pasadas en las escalerillas de la guarida del lagarto.
Las dos niñas de la izquierda me tienen cautivada: ¿será posible? La garbosa del vestidito blanco me
recuerda tanto a mí : el vestido de verano sobre un suéter, las flacuchas
piernas y brazos, los zapatos... incluso hoy día adopto la misma postura ante
la cámara. Lo que no recuerdo es la diadema: en las fotos que tengo de
niña llevo trenzas o pelo corto con flequillo. Fue cuando mi madre enfermó de
cáncer y no tenía fuerzas para peinarme que me cortaron las trenzas.
Pero los recuerdos de mi hermano
son más claros y precisos. Una suerte tener un hermano mayor con tan buena
cabeza:
“…Dejo para el
final la fotografía que he encontrado del Jaén antiguo; te traerá gratos
recuerdos. Me he fijado en esa pareja de niñas que hay a la izquierda, una con
una cartera. Pues la otra, si no eres tú, se parece un montón. Te recuerdo así,
con tu media melena y la diadema sujetándola."
Mi hermano recuerda...
"que el lugar se encontraba a veinte
pasos de nuestra tienda (4 casas en línea por delante); que a otros veinte en
dirección contraria estaba el kiosco ambulante de Rómulo por cuyo portal se
accedía a un patio o descampado extenso donde jugábamos a las comedias con
nuestros amigos Rafael Raya García, Juanito y Gaspar Valdivieso y Diego y
Mari-Kiki Castillo Alumbreros; que la Plaza Magdalena tiene unos soportales
históricos de casas comunes; que la Iglesia es la más antigua de la capital;
que adosado a ésta existen unos baños árabes y estaba tu colegio; que delante
de nuestra casa había un pilar que se atascaba con cierta frecuencia cuya agua
venía precisamente del raudal; que adosada a la casa, al inicio de los
escalones de la calle Zumbajarros, estaba la entrada a un refugio de la guerra
civil del cual teníamos nosotros la llave y donde papá puso una carbonería que
a ratos era atendida por mi y por donde los inviernos de lluvia abundante salía
agua a borbotones procedente de las faldas del monte del Castillo de Santa
Catalina; que al lado había una vaquería donde comprábamos la leche; que en la
explanada de debajo solía establecerse habitualmente la atracción de las barcas
infantiles "Pedrín"; que justo enfrente de ésta y al lado del horno
de Trini había una casa abandonada que fue derruida para hacer la calle que
pasa por la Escuela Ruíz Giménez (Escuelas Nuevas) hasta desembocar en la
Carretera de Martos; que había un vendedor de pescado que llevaba un carro con
género y que cuando tocaba una trompetilla a la altura del raudal mamá o papá
esperaban su llegada para comprarle mientras nuestra gata salía a su encuentro.
Esta gata parió un montón de gatitos en la habitación de arriba, dentro de un
cajón de estantería de la tienda, y papá y yo la ayudamos a parir. Tú ya no
estabas. Nosotros dejamos la casa, por lo menos yo, a mediados de 1962,
precisamente cuando se inauguró la estatua del lagarto. En fin, son tantos
recuerdos...”
En una nota posterior, en
respuesta a la mía, sigue:
"Estaba seguro de que
eras tú, no te lo dije pero tenía la sensación de que un día de entonces
te había oído comentar algo en casa de un fotógrafo que te había
hecho una foto delante del raudal, casi estoy seguro de lo que digo. Creo que
estás en lo cierto y cabe pensar que sería un fotógrafo profesional. Como
te acordarás, este lugar estaba separado por cuatro casas hasta llegar a la
nuestra a escasos 20 metros y casi siempre estábamos sentados en el poyete
que lo rodeaba…"