Que a veces no nos podemos quitar de encima una tonadilla, es cierto; pero que esa tonadilla sea una canción que escuchaba tu abuela y que no has oído por décadas, es bastante sospechoso...Así que me he puesto a hacer examen de conciencia de los besos "pecaminosos" que he dado en mi vida. Y vaya, esta niña era tonta o santa, que por entonces estaba de moda...lo de santa.
- El primero está justificado porque me engañaron (nos engañaron) unas gamberras - la hermana y amigas de Manolito. Nos prometían un cartucho de pipas, si nos dábamos un beso. Ni por esas lo íbamos a hacer! Pero era tentador y ellas muy ingeniosas y nos convencieron: ella, la hermana, mantendría un cartón entre la cara de Manolito y la mía. Algo así como si las monjas de clausura miraran por el ojo de la cerradura, pensé yo. Cartón por medio, Manolito y yo lo besábamos cuando la bellaca quito el cartón y nos rozamos las caras. Los dos salimos pitando mientras las zancudas se reían de lo lindo. Así acabó lo que podría haber sido una gran amistad. Bueno, su familia se mudó a Madrid, lo cual ayudó mucho.
El siguiente mal rato que pasé fue años después (la experiencia del primero me dejó traumatizada). Tenía yo una foto en la pared de mi cuarto de Cuqui , uno de los protagonistas de "77 Sunset Strip" . Una de esas tardes en que no me salía la traducción de latín, lo miraba fijamente y se me ocurrió besarlo. Todo fue uno, poner el morro en la pared y mi tía abrir la puerta. Cómo se reía! Me quedé paralizada. Ante mi asombro, esperaba que me mandara a confesar, me dio un consejo sabio : " Niña, más vale un feo que lo puedas pellizcar que un guapo atrapado en una foto", más o menos...
Pasaron años de besos imaginarios e imaginados que no sabían a nada...
- El primero está justificado porque me engañaron (nos engañaron) unas gamberras - la hermana y amigas de Manolito. Nos prometían un cartucho de pipas, si nos dábamos un beso. Ni por esas lo íbamos a hacer! Pero era tentador y ellas muy ingeniosas y nos convencieron: ella, la hermana, mantendría un cartón entre la cara de Manolito y la mía. Algo así como si las monjas de clausura miraran por el ojo de la cerradura, pensé yo. Cartón por medio, Manolito y yo lo besábamos cuando la bellaca quito el cartón y nos rozamos las caras. Los dos salimos pitando mientras las zancudas se reían de lo lindo. Así acabó lo que podría haber sido una gran amistad. Bueno, su familia se mudó a Madrid, lo cual ayudó mucho.
El siguiente mal rato que pasé fue años después (la experiencia del primero me dejó traumatizada). Tenía yo una foto en la pared de mi cuarto de Cuqui , uno de los protagonistas de "77 Sunset Strip" . Una de esas tardes en que no me salía la traducción de latín, lo miraba fijamente y se me ocurrió besarlo. Todo fue uno, poner el morro en la pared y mi tía abrir la puerta. Cómo se reía! Me quedé paralizada. Ante mi asombro, esperaba que me mandara a confesar, me dio un consejo sabio : " Niña, más vale un feo que lo puedas pellizcar que un guapo atrapado en una foto", más o menos...
Pasaron años de besos imaginarios e imaginados que no sabían a nada...
Y llegó Bécquer:
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.
Así que empecé a mirar y sonreír con efectos sorprendentes. Gracias a Bécquer mantenía a los chicos a raya, siempre esperando a aquel que 'mereciera' mis besos (guardados a toneladas). El Romanticismo prolongó mi adolescencia hasta...no se lo voy a decir.
Pero tenía que pasar, cada vez era más difícil evitar que un "cualquiera" robara la pureza de mis labios (wow!) A los veinte hice un viaje por los países comunistas del Este y Turquía, Grecia, Italia. El calor era infernal. Yo colgada a mi abanico noche y día.
Salí ilesa de Rumania, donde el guía hizo lo imposible por cogerme una mano, por un beso, qué habría dado por un beso. Cuando se despidió del grupo (jubilados todos menos un par de jovencillas) se le saltaron las lagrimas.
En Estambul había un mocoso que se empeñó, desde el primer día, en cambiarme sus tarjetas postales por el abanico. Hicimos un trato: tenía que esperar hasta el último día de mi visita. Quedó contento y a la puerta del hotel estaba el día de nuestra partida. Como le había prometido, le di el abanico. No acepté sus tarjetas. El chavalín - no tendría más de diez - me pidió un beso. Claro, ¡cómo no se lo iba a dar! Me agaché enternecida y el demonio de niño se colgó a mi cuello como un mono y me beso en los labios. Como pude me deshice de él. Sin salir de mi asombro entré en el autobús. Una buena lección: donde menos espera una salta la liebre (porque refranes tenía de sobra por entonces!)
La cosa se iba poniendo cada vez más difícil de torear: los compañeros de facultad que te cogían por los hombros de forma fraternal...aunque yo sólo tenía un hermano. Un par de ellos que ya tenían novia, por más que los desanimaba volvían a los intentos. Uno quiso cortar por lo sano y decidió no volver a hablarme (estábamos en la misma clase!) La "última" noche que me acompañó hasta Moncloa - llenos de buenas intenciones - me pidió un beso de despedida. Cómo no! le contesté: le acerqué la mejilla mientras él buscaba mis labios, con lo cual nos dimos de narices. Se metió en el metro desconcertado. Yo subí la cuesta a casa pensando en el porqué de la confusión. Pensaba que los besos en la boca no se pedían, se daban apasionadamente cuando menos lo esperabas...las películas, vaya. Pero, en serio, esa experiencia me hizo ver que era UNA imbécil y que jugaba con fuego. Les tenía gran cariño a estos chicos.
Lo remató el que vino en julio desde La Coruña a Sevilla para visitar a una tía, decía (en este caso dejé clarísimo que perdía el tiempo... y que hacía más fresquito en Galicia ) En el coche, cruzando el puente de Los Remedios - íbamos a un pub - me acarició el cuello; me deshice de él bruscamente. Enfurecido me preguntó que si era frígida. Frígida? Ni se me había ocurrido tal posibilidad, que muy bien podria haber sido cierta...Le contesté con desprecio " ¿y no serás tú que no me atraes?". Se disculpo, me dio la razón...
Los coches nos pitaban, iba conduciendo contra el trafico en una calle de sentido único. Esta es una historia triste que no busqué pero que podría haber evitado de no haber sido una ñoña!
Y el "Oh ven, ven tú" de Bécquer nunca llegó, como tampoco le llegó a él; simplemente porque no existe tal cosa. Pero sí conocí a alguien que se tomó su tiempo (casi dos años) un café un día, una llamada telefónica dos meses después, un encuentro no planeado...Y acabó llevándose mi primer beso. Me enteré, que si hay algo que no hay que aprender o practicar, es besar a alguien que te atrae, y ni siquiera tiene que existir ese amor puro que yo buscaba. El se sorprendió pero más sorprendida estaba yo.
Habría que llevar cuidado a partir de aquel momento! Un beso de amor, una española como yo, no se lo da a cualquiera...
Diviértanse con el video.