Tanto que hemos hablado en estos días de creer o no, decir a los niños o esperar que lo descubran... No recuerdo haber tenido elección. Con un hermano mayor, de unos siete años…que no podía guardar un secreto de su hermanita de cuatro o cinco, aunque sus padres le habían prometido más juguetes a cambio…¡pobre de mí, mi temprana introducción a la realidad!
Vivíamos en un pueblecito de la sierra de Granada. Mis padres tenían una tienda donde se vendía de todo, según la época del año. En navidad…juguetes, relojes, telas, colonias… Durante todo el año, en el tercer piso - lo que habría sido el pajar- estaba el almacén de artículos en reserva. Entre ellos siempre había dos o tres cajas de muerto. La más preciosa, una plateada y pequeñita. Siempre moría algún niño... Allí jugábamos mi hermano y yo con otros niños…un paraíso de juguetes para adultos. Mi hermano, con frecuencia abría la estrecha ventana del pajar y me decía que se tiraba; quería que lo pasearan en la cajita y que le tocaran las campanas de la iglesia. Así lo recuerdo yo. El con una sonrisa de diablo y yo corriendo escalera abajo en busca de mi padre. Nunca se tiró…era bien listo. También había descubierto que los padres eran los reyes magos. Yo no lo creía…mentira, como la historia de la ventana, pensaba yo. Debió ser muy frustrante para él ver que no me doblegaba a sus verdades. Llegó la noche del cinco, dormíamos en la misma habitación, una mesita de por medio y un armario ropero a los pies de mi cama. Me mantuvo despierta – me imagino que se me cerrarían los ojos – a fuerza de cuentos y cuando estos fallaban; levantándose y zarandeándome , pellizcándome en los carrillos. Me quería demostrar cómo nuestros padres entrarían y pondrían los juguetes encima del armario. Lamentablemente así ocurrió. Sigilosamente los ponían cuando él encendió la luz; debió de decir algo como ‘¿te lo crees ahora?’, ‘¡no te lo decía!’. Creo recordar que mis padres le dieron un cachete en el culo, se llevaron los regalos fuera hasta el próximo día.
Este año el cartero, llamó a la puerta y me entregó un sobre grande: procedencia, España. Lo abrí, pensando que sería turrón!
No, el rey mago arrepentido había pasado su mucho tiempo buscando cosas de mi niñez y amorosamente acompañadas con una lista detallada de cada una de ellas: el catecismo de primer grado, recortables con los que yo jugaba, especialmente el que salió el año de mi primera comunión (me dice que me recuerda sentada en las escaleras de casa recortando esa mismísima hoja, y él gritándome, pidiendo las tijeras.) Monedas y sellos. “La perra chica con la que en el kiosco de Rómulo, en el barrio de la Magdalena, te llenaban la mano con pipas de girasol”. Una medalla que solía llevar mi madre. Un libro, Hay vida después de los 50, y dentro, unos euros nuevísimos, que dejaré en el libro como una de esas cápsulas de tiempo que se entierran en la casa. Como el sobre que he recibido, a cambio de aquella noche de Reyes en que perdí mi inocencia. Un sobre que me hace creer en otras muchas cosas que daba por perdidas.
Dejo aquí un fragmento de la lista. El año 1959. Cuando hice la comunión. Un año adelantada a petición de mi madre al párroco.
Dice mi hermano:
<<1959 es un año mítico para mí, por muchas cosas: se estrenaron películas inolvidables como “Los Diez Mandamientos” (a propósito, yo coleccioné los cromos), “Ben Hur” o “La Bella Durmiente”, del mago Disney; las canciones de más éxito fueron “Luna de miel” de Gloria Lasso y “Torre de Arena” de Marifé de Triana (A mamá le gustaban mucho y tengo la sensación de haberle oído tararearla…) Bahamontes ganó el primer Tour de Francia (Yo seguía por radio las etapas); Severo Ochoa ganó el Nobel de Medicina; en España se inauguró el Valle de los Caídos, se pusieron de moda los guateques y en Barcelona surgió (sin yo saberlo) la primera formación del conjunto musical “Lone Star”; en cambio, sí que me enteré de que era el año de la Santa Misión. Los molestos altavoces de la Iglesia de la Magdalena lo recordaban a cada momento a voz en grito o con músicas gregorianas (¿O, tal vez, esto ocurría a comienzos del próximo año?) Pero, sobre todo, es un año querido y recordado por mí porque fue el último que viví junto a mi familia al completo; padre, madre y donde también estabas tú.>>
(Mi madre moriría de cáncer al año siguiente.)