Me han pedido
que ponga una foto de “la casa rosada” después de su transformación. Antes de
salir para el aeropuerto he sacado esta foto y aquí me tienen en Logan
esperando mi salida a Madrid. No es la misma casa, nunca lo será y así es la
vida. Nos vamos y para otros lo que dejemos – ya sea robado o trabajado
con el sudor de la frente... Bueno, el aeropuerto no parece sitio como para hacer este tipo de reflexión. Me
pongo rarilla esperando el despegue; una
vez en el aire – perdido el control – me sereno.
Innegable
es que las cosas que se conservan, empiezan una nueva existencia solo
por el hecho de que son vividas por otros. Este es el caso de la “casa rosada”
– ahora de un verde tomillo seco- ocupada por nuestros nuevos vecinos: personas
amables y
comunicativas. Me pregunto si “Mimí” nos los ha buscado en recompensa al cariño
que le hemos tomado a la que fue la única morada de toda la familia por mas de
cien años.
Sea
como sea, y después de tomar confianza
con mi nueva vecina, le ofrecí un marco-- al estilo Art Noveau-- grabado a mano
y bañado en pan de oro que seguramente esperaba enmarcar alguna de las pinturas de los artistas de la familia: marco
que recogimos de los desechos de la casa rosada destinados a la basura. Con
timidez se lo enseñé a Susana. Maravillada y después de unos segundos, dijo, “un
espejo!” Sí, le va a poner un espejo…qué apropiado. En la casa verde, donde
ahora todo es absolutamente nuevo, espero que este espejo recoja momentos de
armonía y paz. Buena suerte!