Llevo más de dos meses sin
escribir nada en el blog. He llegado a pensar por momentos que no volvería a
él. Todo está dicho, si no por mí por otros que lo hacen mejor y lo necesitan
más. He perdido el interés en contar cosas. Personalmente vivo más en el sueño
que en el quehacer diario. La rutina se ha impuesto últimamente en mi vida, que
ya de por si era bastante rutinaria. Los sueños son una bendición la mayoría de las veces: aun cuando
son pesadillas me permiten visitar lugares desconocidos y a usar poderes sobrehumanos.
Con frecuencia vuelo y esquivo toda clase de peligros. El miedo y la angustia
me acompañan: en esos casos me han despertado porque me oyen gemir. A veces se
trata de rescatar a un ser querido que está en peligro; otras, huyo de algo que
me amenaza. Ahí están los que me ayudan y los que me ignoran. Es doloroso al
despertar pensar por qué alguien a quien quieres no te ayudó en la pesadilla.
Mis perros, ahora muertos, siempre salen al auxilio.
El sueño que más me gusta es
cuando levito, solo unos centímetros del suelo, y paseo por calles,
puentes, escalinatas interminables...los
que me acompañan se apresuran a seguirme y sudan, se quedan atrás sin respiración.
Este sueño quizás se repita por mis pies planos. Nunca, desde niña, pude
encontrar calzado adecuado y cómodo. Prefiero ir descalza, en casa, en el jardín...Las
plantas de mis pies son duras, como las de mis manos: han trabajado toda una
larga vida. Una jardinera que no lleva guantes y se enfanga en la tierra, como
de niña lo hacía para hacer con el barro muñecos o casitas... Como decía mi
abuela materna, “pareces una gitana”.
Mi padre me contó, cuando era
bien pequeña, que en un viaje que hizo a Valdepeñas para comprar vino para la
tienda, paró el camión porque tenía que orinar. En la cuneta oyó a una criatura
llorar; era yo, un bebé que habían abandonado
los gitanos. Me llevó a casa y mi madre me recibió con alegría. Yo acepté esta teoría como si fuera
la cosa mas normal del mundo. Más tarde empecé a entender el sentido de humor y
juego de mi padre. A él le debo mi afición al uso de la ironía.
Lo mejor de estos sueños es que
me encuentro con frecuencia con seres
queridos que nos dejaron. A veces no entiendo bien la situación en que se
presentan—fuera de lo que uno esperaría de cada uno de ellos—pero me queda el
consuelo de volverlos a ver . Con mi madre apenas sueño. Creo que es porque es
a la que más y mejor recuerdo.
Este párrafo no me costó tanto
como yo pensaba. Lo he hecho en honor a las 600.000 páginas visitadas. Cien mil
de ellas en mi ausencia. Gracias, a quienquiera que seáis los
que pasáis por aquí; por error, coincidencia, o intencionadamente.