Que la paz nos dure al menos lo que duren estas plantas. Las
mimaré....
domingo, diciembre 21, 2014
sábado, diciembre 13, 2014
Aute. "Siento que te estoy perdiendo"
Hoy les
traigo de Facebook un video que les será inédito a la gran mayoría de ustedes.
Inédito para mí, desde luego. Luis Eduardo Aute que recuerdo de mi
juventud. Mi admiración por él no es un
secreto... si pinchan AQUÍ y en SIGUIENTES podrán ir a otras entradas donde hablo de él, de su
música o su poesía.
Hoy, 15 de diciembre, se anuncia una nueva Página Web de Luis Eduardo Aute. Muchos de ustedes encontraran a un Aute desconocido : pintor, dibujante, escultor, cineasta, poeta...Una página para archivar en favoritos y pasearse por ella con tiempo. Les esperan grandes sorpresas.
http://www.luiseduardoaute.com/
martes, diciembre 02, 2014
Lorena Sánchez: ¿Malcriados?
Llevo
meses encontrándome en Facebook—posted by Lorena Sánchez—párrafos firmados
(de malcriados). En varias ocasiones he
buscado lo que yo creía era un libro, pero no aparecía en la Red. Estos párrafos
mostraban a una madre/escritora revolucionaria. Lo irónico es que su revolución
venía de la vuelta al sentido común, al instinto, a la práctica de la
amabilidad, la paciencia, la expresión del amor, la comunicación respetuosa... ideas
tan antiguas como antirrevolucionarias.
He
seguido leyendo estos “pastelillos” que
Lorena nos dejaba porque me recordaban mi niñez—y mis errores como madre—con un
dulce regusto. A punto estaba de preguntar a Lorena de qué libro venía tanta sabiduría
y gracia, cuando una mañana al abrir mi FB apareció la foto de arriba. Qué
sorpresa...Estaba en comunicación diaria con la autora y ni me había dado
cuenta.
Le he
pedido a Lorena Sánchez que nos hablara de su libro, de cómo llegó a la
conclusión de que tenía que escribir algo tan diferente a lo que se da hoy en
el mundo de la educación de padres e hijos. Le tengo que agradecer que haya
sido tan generosa con su respuesta.
En este
momento me entero que la primera edición se ha agotado. Mi ejemplar (espero que
sea de la primera edición) cruza el Atlántico!
Nos escribe Lorena. ***
"En este libro quiero presentar otra
manera de criar y educar a nuestros hijos: desde el respeto verdadero, aparcando
técnicas de control de la conducta y siendo el ejemplo y la inspiración del
niño. Con la lectura de este libro me gustaría sumergir al lector en una nueva
forma de enfocar la educación de sus hijos, romper mitos, desterrar ideas y
prácticas basadas en una enseñanza eminentemente autoritaria, centrada en el
control de nuestros hijos, y abrir nuevas vías para una educación no jerárquica
basada en la cooperación y el acompañamiento en el desarrollo de los niños en
todas sus etapas. Sólo respetando enseñamos a respetar. Sólo mostrando las
verdaderas consecuencias de sus actos (sin castigos ni premios) enseñamos
verdadera responsabilidad al niño."
Antes
de ser madre yo creía que tener hijos era algo relativamente fácil. Que
educarlos residía en la firmeza, en la disciplina y las normas, en usar
castigos y en convertirlos en adultos de provecho. Pero
la maternidad me tenía deparada una gran sorpresa. Mi primer hijo fue un bebé
"fácil" y sigue siendo un niño apacible y maduro para su edad. Pero
mi segundo hijo... fue harina de otro costal. ¡Por suerte! Porque cuando nació,
mi vida dio un giro de 180 grados y tuve que destruir todo lo que había aprendido
hasta entonces como madre, para volver a construir de nuevo. Y sigo
construyendo.
Mi
hijo mediano, Unai (como explico en el libro),
“resultó ser
un niño de los que se etiquetan como “alta demanda”: llorón, intranquilo, poco
dormilón, necesitado de contacto permanente... Algo en mi interior se
transformó con su llegada, de hecho, está en transformación todavía. Estoy
convencida de que él llegó para enseñarnos que hay otras formas. Y cada día que
pasa doy gracias por haber puesto un Unai en nuestras vidas.
Con Unai todo ha sido más difícil pero más
fácil . . . Difícil porque he tenido
que alcanzar su nivel, entender su personalidad, intentar escudriñar los
parajes más recónditos de su mente, buscar ese punto de unión, reinventarme
cada día a mí misma, aprender que cuando algo te sirve hoy, mañana puede no
servirte para nada y que en ello reside la magia de la maternidad. Sólo cuando
abres tu mente en esa dirección descubres que ese ser al que llamas hijo no es
algo tuyo, no te pertenece. Es él mismo, en constante cambio y evolución, y
debes caminar junto a él, ni delante ni detrás sino justo a su lado. Desde
entonces he devorado libros de crianza con apego, he leído artículos, me hecho
fan de incontables blogs, foros y he descubierto OTRA manera de hacer las
cosas; pero lo más mágico: he conectado con la niña que fui, he desterrado
miedos de mi pasado, he conseguido curar heridas, he puesto fin a mi lucha
interior sobre la educación que recibí, abierto barreras y sanado mi corazón. Y
ahí ha venido lo fácil: dejarse llevar. Tan sólo dejarse llevar."
Así
que el libro, también quiere ser el testimonio de la revolución que he sufrido
como madre. De la evolución que he experimentado, de lo que yo pensaba que
era criar y educar a lo que realmente está siendo con mis hijos. Así también,
la maternidad me ha servido como un trabajo de introspección brutal, sobre la
niña que fui, sobre la educación que recibí... Y eso también se refleja en
algunos capítulos:
"La
mayoría de nosotros somos hijos de educaciones autoritarias. Durante nuestra
infancia y juventud hemos vivido, en nuestros corazones, mentes y cuerpos,
amenazas, gritos, menosprecios, castigos e incluso alguna que otra bofetada. No
hablo de casos extremos, de violencia física exacerbada, ni de maltrato psicológico
excesivo. Hablo de infancias normales. Normales porque todo ello estaba
considerado como tal dentro de la educación de los niños".
El libro discurre alrededor de la crianza respetuosa,
y ofrece ideas y maneras de proceder con los niños, basadas en el respeto a
ellos como personas que son. Así por ejemplo, hay un capítulo dedicado
exclusivamente a los límites. Muchas personas
entienden que educar con respeto y apego es una educación que carece de límites
o que no establece los suficientes. Pero, como explico en el libro quiero
dejar claro que esto no es así en
absoluto: se puede educar sin la necesidad de castigos o premios, simplemente trabajando con las
consecuencias naturales y lógicas de los actos de los niños. Dedico un capítulo
a este tipo de consecuencias.
El
libro procede de manera cronológica:
comienza con el bebé, hasta los 3 años aproximadamente, y sigue con la crianza
de niños más mayorcitos—desde el respeto.
También
incluyo un capítulo , “Hermanos,” que se centra en el tema de los celos, ya que
pienso que a menudo, los propios padres alentamos los celos entre los hermanos
con comparaciones, juicios de valor, etc.
Para
finalizar, una frase—de la contraportada—que resume bastante bien el libro:
"Los
niños de hoy serán los adultos del mañana y en la educación radica la
construcción de una sociedad más sana, comprometida y responsable. Una sociedad
empática y respetuosa es la base para un mundo más amable"
O
quizá la última frase del libro:
"En
nuestras manos está creer, confiar y apostar por otro tipo de educación,
crianza y sociedad. No tenemos nada que perder. ¿Lo intentamos?"
lunes, diciembre 01, 2014
sábado, noviembre 22, 2014
Ted Edwards: Rizos y Yoga
Ir a la peluquería para mi es peor que ir al médico – que ya es
decir. Espero hasta tres o cuatro meses para hacerlo. No es de extrañar que no
tenga “una peluquera” como sería lo
normal. He tenido buenos peluqueros, pero como me he mudado tantas veces los he
ido perdiendo y echando de menos y comparándolos con los que venían tras ellos.
Otra manía que dificulta aun más encontrar a alguien a quien serle fiel, es que
no me gusta hacer citas por adelantado para cortarme el pelo. Llega un día en
que me levanto y decido, “no aguanto más”. Salgo por el barrio y entro en
varios sitios– empezando con mi favorito—a ver si alguien está libre...Casi siempre hay suerte.
De esta forma me tengo que conformar con lo que hagan. Si no me gusta me digo
“el pelo crece”, es casi lo único de lo que estoy segura. He mejorado el
problema con hacerme una permanente. Así puedo pasar hasta cuatro o cinco meses sin preocuparme...¡eso creía
yo!
Me
encontraba hace poco en la peluquería más cercana a casa, mi primera parada en
estas ocasiones. Buscaba un champú y acondicionador
para pelo rizado – por lo de la permanente.
Sin decidirme miraba las muchas opciones que había en el estante para
hacer de mi pelo estropajeado bellos bucles...las puñeteras revistas! En poco,
veo que se me acerca el señor de la foto y me dice que me he equivocado de
estante, que “esos productos son para pelos rizados”. Le afirmo, levantándome
un trozo de estropajillo que yo tengo el pelo rizado... No se lo puede creer.
Creo que—por mi acento—decide que no lo he entendido. Con suma paciencia, casi amorosamente,
me lleva al otro lado y me dice que “aquí está lo que necesitas”: toda una gama
nutritiva, suavizante, revitalizante... Me convenció inmediatamente. No quería
dejarlo escapar; estaba dispuesta a hacer una cita con él para el día que él
pudiera-- quería cortarme las puntas que él miraba con gran pesadumbre. Cuando le pedí la cita lo pensó un
momento, su jornada había acabado pero... Casi sin enterarme me encontré
entronada en su sillón, el compañero lo miraba con sorpresa “¿pero no te
ibas?”. Edward me cortaba las puntas cuidadosamente, como si en ello le
fuera la honra de largos años de maestría
con las tijeras. Eso sí, me rogó que una vez que él empezara a cortar, que
estuviera en silencio, que tenía que concentrarse!
Acabada
la tarea, con gran éxito, me entero que Ted conserva su juventud, templanza y
buen tipo – y tino-- gracias al Yoga. Cuando me dice que tiene 75 años le
respondo que nunca le habría echado más de
sesenta y cinco...Me pregunta mi edad y con asombro y generosidad me
dice que parezco tener veinte menos; se da cuenta que no lo creo y rectifica “diecinueve menos!”.
Sin
lugar a duda, de ahora en adelante no tendré más remedio que hacer cita para
cortarme el pelo, y apuntarme a clases de Yoga.
Gracias, Ted.
Ted Edwards: Curls and Yoga
***
Ted Edwards: Curls and Yoga
For
me, going to the hairdresser is worse than going to the doctor, and that’s
saying something! I often wait three or four months, so it’s hardly strange
that I don’t have a regular “hairdresser” the way most people do. I’ve had some good ones, but I’ve moved so
many times that I’ve left them behind, and then missed them, and compared them
with the new ones that came along later.
And there’s another thing that makes it harder to be “faithful”: I don’t
like making appointments to have my hair cut.
But
a day always comes when I get up and think, “That’s it! I need a haircut!” I go down the street, into different
places—beginning with my favorite one—to see if anyone is free... And I’m
almost always lucky. This way, I simply have to live with the results. When I don’t like it, I just tell myself that
“well, hair does grow back. That’s
about the only thing I’m sure of!” Things
got a little better when I got a perm: . I can go four or five months without worrying
about it... or that’s what I thought, anyway.
Recently
I found myself in the hairdresser closest to my house, always my first stop on the
search. I was looking for a shampoo and conditioner for curly hair—you know,
because of the perm. I was looking at a shelf of options to turn unruly hair into beautiful curls (ah, those
beauty magazines! ) when the gentleman above—the one shown in the photo--tells
me that I’ve got the wrong shelf, “all those products are for curly hair.”
Lifting
a wisp of lifeless hair, I tell him I have curly hair! He can’t believe his
ears. I think--maybe because of my accent—he’s decided that I haven’t
understood him. With great patience, lovingly, he takes me across the room and
tells me: “I have what you need”: an
entire line of softeners, revitalizers, nutrients...
Who
could resist? I would make an
appointment for whatever day he had free. What I wanted was a trim; I could see
him looking painfully at my shaggy tips. He hesitated for a moment, his workday
was over but, before I realized it I was enthroned in his chair, hearing the
hairdresser beside him: “I thought you were done for the day!” Ted trimmed carefully, as though it were a
matter of honor, in long years of
mastery with the scissors. What he did
ask for was silence, once he began cutting.. he needed to concentrate.
When
he finished, very successfully, I found out that he has held onto his youthful serendipity,
his good looks—and good hands—thanks to Yoga. When he tells me he’s 75, I tell
him I thought he was ten years younger. When
I tell him mine, he says I look twenty years younger. He can see I don’t
believe him and is quick to correct himself.
--OK, nineteen years younger.
Well that
settles it. From now on, hairdressing appointments and maybe even yoga.
Thanks,
Ted.
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